En todo
lo que nos rodea y en todo lo que nos mueve debemos advertir que interviene en
algo la casualidad, dijo el escritor francés Anatole France. Esta
idea ha supuesto para mí durante años una cierta obsesión al pensar en cómo esa
casualidad dirige nuestros pasos, nuestras vidas. Conocimos al músico y compositor
Pep Lladó por casualidad, si entendemos
casualidad el resultado del concurso-oposición que en 1985 nos trajo a Dosrius. Bien podíamos haber
ido a parar a otro pueblo, y hubiéramos conocido a otras personas, pero la suma de puntos y una mezcla de ilusiones,
proyectos y sueños de jóvenes veinteañeros nos dirigieron hasta aquí. De esta manera, el que había sido teclista de Gato Pérez , el músico que estuvo al
frente del grupo de rumba Ai
Ai Ai, se convirtió en nuestro amigo del alma.
Hace diez años
que este blog vio la luz y siempre he esquivado dedicarle a mi amigo una
entrada. Diréis que ha sido pura cobardía; quizás sí. Jesús y yo siempre hacemos la broma de
que la caseta de fustade Cal Sabater (casa nostra, si és que hi ha cases d’algú), era la sede del "Club de fans de Ai, Ai, Ai". En ella, sus discos se escuchaban a menudo a todo volumen, mientras la luz del sol entraba por las ventanas. Más tarde vino Després
de la Rumba, en el que Pep decidió cantar sus propias canciones; para mí un
disco colpidor, una experiencia deliciosa llena de emoción, además de una invitación a la
introspección que tanto me gusta. ¡Cómo escribir sobre él sin que el corazón convirtiera
mis palabras en un panegírico melifluo y emotivo!
Sin embargo, en
estos tiempos de pérdidas dolorosas, el recuerdo de Loli, su compañera
durante treinta años y mucho más que una amiga para todos los que la queríamos,
ha estado muy, muy presente. Un recuerdo que, en el intento de drenar el dolor,
me ha llevado de nuevo hasta la música que quiero compartir con vosotros esta
noche. “Andar contigo. Rumbas
para Loli”
Han pasado más
de doce años desde que Loli se fue casi de repente, y el vacío que nos dejó la
ausencia de su sonrisa ha sido imposible de llenar. Pep canalizó el inmenso dolor
producido por la muerte de su compañera de vida durante treinta años componiendo
canciones, (“las mejores que he hecho en mi vida”, decía), diez
canciones catárticas, una carta de amor. Fue su forma de afrontar y aceptar la
muerte. Seguramente, sólo músicos y escritores tienen esa capacidad. El trabajo lo llevó a
cabo en su casa, refugiado entre sus cosas. Fue su hija quien sugirió el
título. Y es que a Pep y a Loli les encantaba pasear juntos.
La maqueta
inicial fue creciendo con versiones, traducciones en inglés, turco, italiano,
japonés, alemán y francés, incluso con colaboraciones de artistas como la de la
pintora
argentonina Lidia Tur. Desde que empezó a componer esas canciones, Pep fue
apuntando sensaciones y pensamientos que fue transcribiendo en su “Cuaderno de bitácora”.
En él nos iba explicando cómo gracias a la colaboración desinteresada de grandes
nombres como Raimundo
Amador, Luis
Eduardo Aute, (a Loli le encantaba) Sicus Carbonell,Cathy Claret, o Wagner Pay de sus amigos Rafalito
Salazar, Jordi Gas, Domin Rodríguez y David Torras se iba gestando, tomando
forma, creciendo y evolucionando este proyecto curativo. Tan curativo, que Pep
contactó con grupos de duelo y con hospitales para hacerles llegar sus canciones.
“La música se convierte, así, en una forma de enfrentarnos a la
mortalidad humana cuando no tenemos respuestas”, os decía en mi anterior
post.
“Andar contigo” es la mejor prueba de ello.
Si en estos tiempos
en los que la muerte nos acompaña cotidianamente queréis comprobar los poderes
curativos de la música, entrad aquí,
en su web. Se pueden descargar gratis todas las canciones o escucharlas en streaming.
Quien piense que fue un streeptease emocional se equivoca; fue un acto
de generosidad.
“Aquí
tienes estas canciones que ya no son mías sino de quien las quiera escuchar.
Ellas mismas, sin que nosotros podamos hacer nada al respecto, elegirán su
camino por el laberinto de nuestras emociones”.
Buenas noches.
Bona nit. Καληνύχτα. مَساءُ الخَير . Gabon. 굿나잇.
Boas noites. 晚安 Bonne nuit グッドナイトBuonanotte. לילה טוב.Oíche mhaith. Wengi alus. Bones nueches. اچھا
شام Noson dda. Good night. Спокойной ночи. Guten Abend. শুভরাত্রি.
Laku noć. Bon lannwit. Fie. God nat. Usiku mwema.
Oimore. Cuidaos mucho.
“El arte de
la música es el que más cercano se halla de las lágrimas y los recuerdos” (Oscar Wilde)
Llevamos un año rodeados de muerte. Muchos hemos sentido el dolor desgarrador que produce la pérdida. La muerte es
una pregunta incontestable para la humanidad, la pregunta que siempre permanece
sin respuesta ya que se sitúa más allá de la experiencia humana. La música ocupa un
lugar significativo en las relaciones con la muerte, tanto en las sociedades
tradicionales como en las modernas, porque nos recuerda la finitud de la
vida. Es en el dolor donde encontramos la voz más punzante de la música, el dolor ineludible del duelo. La música se convierte, así, en una
forma de enfrentarnos a la mortalidad humana cuando no tenemos respuestas. A veces, la música
que rodea a la muerte nos dice tanto sobre los muertos como sobre los que quedamos.
En la Historia de la Música, el discurso clásico en torno a la experiencia de la muerte nos muestra una gran diversidad de himnos litúrgicos, composiciones y autores con grandes títulos de sobras conocidos.
Pero, si entre los pocos cientos de réquiems musicalizados
desde el siglo XVI la mayoría confía en el texto de la misa católica de
difuntos, otros se alejan del papel de adjunto litúrgico. Hablamos deMozart , Berlioz , Verdi, o Fauré, por nombrar
solo los más clásicos, u otros más cercanos a nosotros como Penderecki, Maciejewski o Lloyd Webber,con
réquiems que no son monumentales pero que, a través de sus propuestas musicales, invitan a la profundidad meditativa,
a un retorno reflexivo sobre la condición humana.
Muerte privada, duelo privado
Pero no es necesario adentrarnos en la música clásica para encontrar lazos en común entre la música y
la muerte. El universo musical de todos los géneros está poblado de canciones a
través de las que tratamos drenar el dolor, de conectarnos a ese
sentimiento doloroso del que nos alejan los ruidos de la rutina diaria. La lista es larguísima. Yo he elegido unas cuantas pero, ya lo sabéis, quien lo
desee puede ampliar esta breve selección añadiendo sus
sugerencias. Seguro que vuestras experiencias personales son múltiples, diversas y enriquecedoras. Vamos allá.
Si la
muerte pisa mi huerto es una canción compuesta por Joan Manuel Serrat
que aparecía en su álbum "Mi niñez", editado en 1970. “Si la
muerte pisa mi huerto ¿quién firmará que he muerto de muerte
natural?” Aunque ya nadie muere de muerte natural. Hasta hace poco nos
creíamos inmortales. Y si moríamos era de pena, de envidia, de avaricia o de una "larga enfermedad". Como si eso no fuera natural. Ahora nos morimos muertos de miedo.
Tears in
Heaven (Lágrimas en el cielo), una de las canciones más emblemáticas del cantautor británico Eric
Clapton, tiene detrás la trágica muerte de su hijo de cuatro años. Una experiencia que te cambia por dentro y por fuera. Estamos
preparados para despedir a nuestros padres, pero no a nuestros hijos. Para Clapton,
la mejor manera de expresar su dolor y perpetuar su recuerdo fue con esta
canción que publicó unos meses después, en la que se pregunta si será posible
de alguna forma volver a encontrarse con su hijo. “Esencialmente escribí
esa canción para hacer la pregunta que yo llevaba haciéndome desde que murió mi
abuelo. ¿De verdad nos volveremos a ver?”, explicó el cantante en una entrevista.
Alfonsina Storni murió
ahogada en una playa bonaerense. Cuenta la leyenda que ella misma recorrió,
serenamente, el camino hacia un mar embravecido, se sumergió andando hasta que
el agua le cubrió la cabeza. Ello inspiró a Mercedes Sosa una
canción tan sensible como hiperversionada.
El heavy metal
y todas sus variantes tienen mucha querencia por aquello que los antiguos
llamaban memento mori. En Fade to Black (Desvanecerse en negro), del grupo Metallica, la idea de la
muerte se plantea no como una amenaza sino como una liberación. La letra habla de
la historia de un hombre que toma la decisión de suicidarse motivado por la
maldad que lo rodeaba. Una letra densa y oscura, acompañada de unos riffs que
pasan de la tranquilidad a la desesperación.
The Great Gig in the Sky (Un gran espectáculo en el cielo) es
una canción de la banda inglesa Pink Floyd que fue
publicada en marzo de 1973 dentro de su famoso disco conceptual "The Dark Side Of
The Moon". Este fragmento fue una improvisación de Clare Torry, la voz
femenina que querían introducir en el disco.
"Y no le tengo miedo a la muerte, en cualquier
momento llegará, no me importa. ¿por qué debería tenerle miedo a la
muerte? No hay razón para ello, tendrás que ir alguna
vez. Si puedes oír este susurro es que te estás
muriendo. Nunca diré que le tengo miedo a la muerte."
Todas las culturas, religiones y etnias; en todas las épocas y estratos
sociales o gustos personales, la muerte arranca de nosotros lo más querido,
deja tras de sí un silencio que hiere, silencio roto con interpretaciones mortuorias
para quienes parten hacia la eternidad. Una despedida con amor. Herencia de
África para aliviar el dolor de la partida. La colombiana Elena
Hinestroza nos pone la piel de gallina.
Podría seguir con muchos temas más, pero voy a cerrar este apartado del
duelo privado con un tango de Carlos Gardel. Adoro los
tangos; son la representación ideal de los lamentos, el desgarro y la nostalgia.
Sus ojos se cerraron.
Muerte pública, duelo público
Pero no siempre el
duelo es un proceso privado, íntimo. La muerte de personajes públicos recordados
por artistas famosos se convierte en un acto de exhibición pública del dolor. Para
Bruce Springsteen,
la muerte en 2008 del organista Danny Federici fue más
que la pérdida de un antiguo compañero de banda. Fue como un circo ambulante
que pierde a un miembro clave. Aquí el jefe deambula por el recinto ferial a medianoche, elogiando a un compañero trapecista que nunca lo dejó caer. The Last Carnival
Goodbye
England's Rose (Adiós rosa de Inglaterra) de Elton
John y Bernie Taupin,
escrita para el funeral de su amiga Diana, Princesa de Gales,
conmovió a un público abrumado por la pérdida. La canción reutilizó la melodía de un éxito
anterior del dúo, Candle in the Wind (Vela al viento) dedicada a Marilyn Monroe canción dedicada a la actriz como ejemplo de muerte prematura. “Adiós
rosa de Inglaterra/Ojalá crezcas siempre en nuestros corazones/Fuiste la gracia
que se colocó/donde las vidas estaban destrozadas”. Los que estaban
fuera de la Abadía de Westminster lloraron abiertamente durante la actuación. La
popularidad de la canción superó al cantante. “Me parecía como si la
gente se estuviera regodeando en su muerte, como si el duelo por ella se les
hubiera ido de las manos y se negaran a seguir adelante. Me parecía algo
insano; morboso y antinatural. Estoy seguro que eso no es lo que Diana hubiera
querido”. Solo una vez, en 2007, a propósito del aniversario de la
muerte de Lady Di, Elton volvió a cantarla.
No son
solo las celebridades las que inspiran homenajes musicales. Knockin’ on
Heaven’s Door (Llamando a las puertas del cielo) es una canción de
Bob Dylan,
publicada en la banda sonora de la película de Sam
Peckinpah, Pat Garrett y Billy the Kid. Esta
versión del músico escocés Ted Christopher con la guitarra de Mark Knopfler fuegrabada en memoria de la masacre de Dunblane
el 13 de marzo de 1996, en la que dieciseis niños y un adulto murieron. Cosa rara, Dylan autorizó al cantante que introdujera un nuevo verso en homenaje a los
niños asesinados.
Cuando una explosión en la mina de carbón
Westray en Nueva Escocia (Canadá) se cobró veintiseis vidas en 1992, el dolor personal
se vio agravado por lo repentino y la magnitud de la tragedia, sumado al impacto
social y financiero en las familias y en la comunidad. Posteriormente, músicos
locales produjeron hasta 50 canciones de tributo, como Westray Trilogy
de Ghostrider
and The Allied Horns.
A raíz del atentado
terrorista de mayo de 2017 en Manchester, sucedió algo inusual. Se estaba guardando
un minuto de silencio en todo Reino Unido en homenaje a los veintidos muertos y cincuenta y nueve heridos que produjo el ataque. Allí, durante la concentración en la plaza
de Saint Ann, en el centro de la ciudad, se vivió un momento muy emocionante.
Una mujer empezó a cantarDon't look back in anger (No
mires atrás con ira), de la banda de rock local Oasis, y en el estribillo se sumaron
algunos de los presentes. El periodista de The Guardian, Josh
Halliday, grabó el instante.
Llegamos al
final de esta noche con el popular Adagio para cuerdas
de Samuel Barber, una
obra que ha estado ligada siempre a momentos de tragedia como el funeral de
Einstein, el anuncio de la muerte de Rooselvelt, la noticia del asesinato de
Kennedy o la ceremonia de conmemoración de las víctimas
del 11-S de 2001. En 2004, fue elegida por los oyentes de la BBC como la pieza
de música más triste jamás escrita. El Adagio es uno de los ejemplos más claros de cómo la música puede
ejercer su poder, a través de su capacidad de vincularse emocionalmente en la
memoria con personas y eventos particulares, llegando incluso a alterar nuestra
percepción sobre ellos. La obra de Braber llega tan hondo, seguramente, por su
sinceridad y tremenda intensidad emocional. Si existe alguna pieza musical que
puede acercarse a transmitir el efecto de un suspiro y, al mismo tiempo, la
tragedia de la pérdida, la melancolía y la falta de esperanza, es esta obra de
Barber.
La música nocturna de esta noche es una pequeña muestra de que cuando el duelo hace que las palabras sean inadecuadas o imposibles, la música puede dar voz a la emoción visceral más abrumadora. Esta pandemia
nos ha traído otro dolor añadido a la pérdida: la lejanía de los seres queridos. Sin el refugio de estar con los tuyos, sin despedidas, sin besos, ni abrazos, ni manos tendidas… quizás solo nos quede la
música. Cuidaos mucho.