Billie Holliday es, de
entre varias voces que susurran en la noche, la más triste y una de mis voces
favoritas. Nació en Baltimore, allá por el 1915, cuando seguro eran ya célebres
los gatos negros y los cuervos que habitaron las casonas de aquella ciudad
delirante. A los quince, ya conocía Brooklyn, New Jersey y la prostitución. Pero
fue Harlem, por siempre
Harlem, la ciudad que vería nacer la voz de los intersticios sangrantes de su
alma. Le llamaron Lady Day (Dama Día), aunque para algunos fue el Angel of
Harlem.
Lester Young fue su único amigo,
uno de los pocos hombres que la quiso y la respetó de verdad quien la bautizó
Lady Day. El resto… Cuando apenas empezaba a ser mujer, un vecino la violaba repetidamente
(ojos desorbitados, boca desencajada) mientras una mujer le sujetaba la cabeza
para que no se moviera. Louis McKay, su esposo, su proxeneta, la había vendido
como mercancía. My Man
Estuvo arrestada en su casa, por orden judicial, por ser una negra adicta a las drogas, por ser una negra que bebía demasiado, que cantaba las cosas más negras demasiado claras, por ser una negra que amaba demasiado, que se acostaba con hombres y con mujeres, una negra que se había atrevido a confesar que había probado todos los frutos, los prohibidos, los inconfesables.Extraños. Strange fruit.
Y la muerte
nadie la oía
pero hablaba
muy cerca del micrófono
Con careta
antigás daba un beso a los niños
Lady Day las
gaviotas heridas vuelven a la luz del puerto
Extraña fruta
en el aire el crepúsculo se ausenta
Con una
espada con un guante con una bola de cristal
la pecera
magnética la cueva del pasado el submarino bajo las
mareas que
fulgen
Lady Day
cuánto amor en una juventud cuántos errores
cuántas
tardes hablando qué deseo qué eléctricos
jazmines
cuántos
cow-boys muertos como trovadores la sonrisa en los
labios que se
tiñen de sangre
los gritos en
las calles las manifestaciones disueltas bajo el
arco voltaico
del poniente y los lóbregos edificios
irreales
Lady Day el
amor como una libélula
cazador de
libélulas
Lady Day qué
despacio nos viene la experiencia todo cobra un
sentido se
ordena como el paisaje en los ojos cuando
recién
despiertos corremos las persianas
o intentamos
ordenar las palabras de un
poema
Lady Day
Animales
heridos en el bosque nuestros ojos qué piden qué
desean
qué desea
esta voz en el viento de otoño un lebrel o su presa
disueltos en
la fría oscuridad del tiempo
escamoteados
como naipes de una baraja los años de nuestra
juventud
Con dos
vueltas de llave cerraron la cocina
No nos dan
mermelada ni pastel de cereza
ni el amor ni
la muerte extraña fruta que deja un sabor ácido.
Por fin, el 17 de julio de 1959, a su turbulenta vida le llegó la noche, con setenta céntimos en el banco y algo más de setecientos en alguno
de sus monederos como única cosecha de toda una vida. Su muerte pareció una cruel burla del
destino; moribunda e inconsciente en la cama del hospital, la policía intentó
esposarla acusada de consumir heroína mientras agonizaba. Su voz, que la
heroína había convertido en un lamento, se la llevó el viento, se apagó para
siempre sin nadie que la oyera. Pero antes alcanzó a grabar este último legado,
con sus cuerdas vocales casi destrozadas, su tragedia personal plasmada en
música.
Soy un tonto por quererte
Soy un tonto por quererte
Querer un amor que no puede ser verdad
Un amor que está ahí para otros también.
Yo soy un tonto por sujetarte
Tan tonto por sujetarte
Por buscar un beso no sólo mío
Por compartir un beso que el Diablo ha conocido.
Una y otra vez dije que te dejaría
Una y otra vez me fui
Pero luego llegaría el momento en que te necesitaría
Y una vez más debo decir estas palabras.
Tómame, te amo
... Te necesito
Yo sé que está mal, debe estar mal
Pero bien o mal no puedo continuar
Sin ti