“El arte de la música es el que más cercano se halla de las lágrimas y los recuerdos” (Oscar Wilde)
Llevamos un año rodeados de muerte. Muchos hemos sentido el dolor desgarrador que produce la pérdida. La muerte es una pregunta incontestable para la humanidad, la pregunta que siempre permanece sin respuesta ya que se sitúa más allá de la experiencia humana. La música ocupa un lugar significativo en las relaciones con la muerte, tanto en las sociedades tradicionales como en las modernas, porque nos recuerda la finitud de la vida. Es en el dolor donde encontramos la voz más punzante de la música, el dolor ineludible del duelo. La música se convierte, así, en una forma de enfrentarnos a la mortalidad humana cuando no tenemos respuestas. A veces, la música que rodea a la muerte nos dice tanto sobre los muertos como sobre los que quedamos.
En la Historia de la Música, el discurso clásico en torno a la experiencia de la muerte nos muestra una gran diversidad de himnos litúrgicos, composiciones y autores con grandes títulos de sobras conocidos. Pero, si entre los pocos cientos de réquiems musicalizados desde el siglo XVI la mayoría confía en el texto de la misa católica de difuntos, otros se alejan del papel de adjunto litúrgico. Hablamos de Mozart , Berlioz , Verdi, o Fauré, por nombrar solo los más clásicos, u otros más cercanos a nosotros como Penderecki, Maciejewski o Lloyd Webber, con réquiems que no son monumentales pero que, a través de sus propuestas musicales, invitan a la profundidad meditativa, a un retorno reflexivo sobre la condición humana.
Muerte privada, duelo privado
Pero no es necesario adentrarnos en la música clásica para encontrar lazos en común entre la música y la muerte. El universo musical de todos los géneros está poblado de canciones a través de las que tratamos drenar el dolor, de conectarnos a ese sentimiento doloroso del que nos alejan los ruidos de la rutina diaria. La lista es larguísima. Yo he elegido unas cuantas pero, ya lo sabéis, quien lo desee puede ampliar esta breve selección añadiendo sus sugerencias. Seguro que vuestras experiencias personales son múltiples, diversas y enriquecedoras. Vamos allá.
Si la muerte pisa mi huerto es una canción compuesta por Joan Manuel Serrat que aparecía en su álbum "Mi niñez", editado en 1970. “Si la muerte pisa mi huerto ¿quién firmará que he muerto de muerte natural?” Aunque ya nadie muere de muerte natural. Hasta hace poco nos creíamos inmortales. Y si moríamos era de pena, de envidia, de avaricia o de una "larga enfermedad". Como si eso no fuera natural. Ahora nos morimos muertos de miedo.
Tears in Heaven (Lágrimas en el cielo), una de las canciones más emblemáticas del cantautor británico Eric Clapton, tiene detrás la trágica muerte de su hijo de cuatro años. Una experiencia que te cambia por dentro y por fuera. Estamos preparados para despedir a nuestros padres, pero no a nuestros hijos. Para Clapton, la mejor manera de expresar su dolor y perpetuar su recuerdo fue con esta canción que publicó unos meses después, en la que se pregunta si será posible de alguna forma volver a encontrarse con su hijo. “Esencialmente escribí esa canción para hacer la pregunta que yo llevaba haciéndome desde que murió mi abuelo. ¿De verdad nos volveremos a ver?”, explicó el cantante en una entrevista.
Alfonsina Storni murió ahogada en una playa bonaerense. Cuenta la leyenda que ella misma recorrió, serenamente, el camino hacia un mar embravecido, se sumergió andando hasta que el agua le cubrió la cabeza. Ello inspiró a Mercedes Sosa una canción tan sensible como hiperversionada.
El heavy metal y todas sus variantes tienen mucha querencia por aquello que los antiguos llamaban memento mori. En Fade to Black (Desvanecerse en negro), del grupo Metallica, la idea de la muerte se plantea no como una amenaza sino como una liberación. La letra habla de la historia de un hombre que toma la decisión de suicidarse motivado por la maldad que lo rodeaba. Una letra densa y oscura, acompañada de unos riffs que pasan de la tranquilidad a la desesperación.
no me importa. ¿por qué debería tenerle miedo a la muerte?
No hay razón para ello, tendrás que ir alguna vez.
Si puedes oír este susurro es que te estás muriendo.
Nunca diré que le tengo miedo a la muerte."
Todas las culturas, religiones y etnias; en todas las épocas y estratos
sociales o gustos personales, la muerte arranca de nosotros lo más querido,
deja tras de sí un silencio que hiere, silencio roto con interpretaciones mortuorias
para quienes parten hacia la eternidad. Una despedida con amor. Herencia de
África para aliviar el dolor de la partida. La colombiana Elena
Hinestroza nos pone la piel de gallina.
Podría seguir con muchos temas más, pero voy a cerrar este apartado del
duelo privado con un tango de Carlos Gardel. Adoro los
tangos; son la representación ideal de los lamentos, el desgarro y la nostalgia.
Sus ojos se cerraron.
Muerte pública, duelo público
Pero no siempre el duelo es un proceso privado, íntimo. La muerte de personajes públicos recordados por artistas famosos se convierte en un acto de exhibición pública del dolor. Para Bruce Springsteen, la muerte en 2008 del organista Danny Federici fue más que la pérdida de un antiguo compañero de banda. Fue como un circo ambulante que pierde a un miembro clave. Aquí el jefe deambula por el recinto ferial a medianoche, elogiando a un compañero trapecista que nunca lo dejó caer. The Last Carnival
Goodbye England's Rose (Adiós rosa de Inglaterra) de Elton John y Bernie Taupin, escrita para el funeral de su amiga Diana, Princesa de Gales, conmovió a un público abrumado por la pérdida. La canción reutilizó la melodía de un éxito anterior del dúo, Candle in the Wind (Vela al viento) dedicada a Marilyn Monroe canción dedicada a la actriz como ejemplo de muerte prematura. “Adiós rosa de Inglaterra/Ojalá crezcas siempre en nuestros corazones/Fuiste la gracia que se colocó/donde las vidas estaban destrozadas”. Los que estaban fuera de la Abadía de Westminster lloraron abiertamente durante la actuación. La popularidad de la canción superó al cantante. “Me parecía como si la gente se estuviera regodeando en su muerte, como si el duelo por ella se les hubiera ido de las manos y se negaran a seguir adelante. Me parecía algo insano; morboso y antinatural. Estoy seguro que eso no es lo que Diana hubiera querido”. Solo una vez, en 2007, a propósito del aniversario de la muerte de Lady Di, Elton volvió a cantarla.
No son solo las celebridades las que inspiran homenajes musicales. Knockin’ on Heaven’s Door (Llamando a las puertas del cielo) es una canción de Bob Dylan, publicada en la banda sonora de la película de Sam Peckinpah, Pat Garrett y Billy the Kid. Esta versión del músico escocés Ted Christopher con la guitarra de Mark Knopfler fue grabada en memoria de la masacre de Dunblane el 13 de marzo de 1996, en la que dieciseis niños y un adulto murieron. Cosa rara, Dylan autorizó al cantante que introdujera un nuevo verso en homenaje a los niños asesinados.
Cuando una explosión en la mina de carbón Westray en Nueva Escocia (Canadá) se cobró veintiseis vidas en 1992, el dolor personal se vio agravado por lo repentino y la magnitud de la tragedia, sumado al impacto social y financiero en las familias y en la comunidad. Posteriormente, músicos locales produjeron hasta 50 canciones de tributo, como Westray Trilogy de Ghostrider and The Allied Horns.
A raíz del atentado terrorista de mayo de 2017 en Manchester, sucedió algo inusual. Se estaba guardando un minuto de silencio en todo Reino Unido en homenaje a los veintidos muertos y cincuenta y nueve heridos que produjo el ataque. Allí, durante la concentración en la plaza de Saint Ann, en el centro de la ciudad, se vivió un momento muy emocionante. Una mujer empezó a cantar Don't look back in anger (No mires atrás con ira), de la banda de rock local Oasis, y en el estribillo se sumaron algunos de los presentes. El periodista de The Guardian, Josh Halliday, grabó el instante.
Llegamos al final de esta noche con el popular Adagio para cuerdas de Samuel Barber, una obra que ha estado ligada siempre a momentos de tragedia como el funeral de Einstein, el anuncio de la muerte de Rooselvelt, la noticia del asesinato de Kennedy o la ceremonia de conmemoración de las víctimas del 11-S de 2001. En 2004, fue elegida por los oyentes de la BBC como la pieza de música más triste jamás escrita. El Adagio es uno de los ejemplos más claros de cómo la música puede ejercer su poder, a través de su capacidad de vincularse emocionalmente en la memoria con personas y eventos particulares, llegando incluso a alterar nuestra percepción sobre ellos. La obra de Braber llega tan hondo, seguramente, por su sinceridad y tremenda intensidad emocional. Si existe alguna pieza musical que puede acercarse a transmitir el efecto de un suspiro y, al mismo tiempo, la tragedia de la pérdida, la melancolía y la falta de esperanza, es esta obra de Barber.
La música nocturna de esta noche es una pequeña muestra de que cuando el duelo hace que las palabras sean inadecuadas o imposibles, la música puede dar voz a la emoción visceral más abrumadora. Esta pandemia nos ha traído otro dolor añadido a la pérdida: la lejanía de los seres queridos. Sin el refugio de estar con los tuyos, sin despedidas, sin besos, ni abrazos, ni manos tendidas… quizás solo nos quede la música. Cuidaos mucho.
Solo puedo abrazarte y abrazarme a esta música, dándote las gracias Victoria. Esto es vida y energía, sin contrasentidos.
ResponderEliminarSalud , cuidaos mucho.
Son momentos muy duros, Sonsoles, en los que, una vez más, la música es el refugio que siempre está. Nunca falla. Espero que esa salud sea una realidad en ti.
EliminarUn fuerte abrazo.