"Hay ciudades tan descabaladas
que no tienen catedral”. Así comienza Luis Martín-Santos su novela “Tiempo de
Silencio” (1961)
A pesar de que en verano casi
todos los blogs cierran por vacaciones, aquí estoy esta noche. Y es que ¿sabéis?
¡Nos hemos escapado cuatro días a Madrid! la capital que, a pesar de todo, aún
se cree dueña del destino, la ciudad que te quiere y te odia a la vez, la
pareja perfecta con la que nunca caes en la monotonía. Madrid es el comienzo y
el fin de todas las eternidades, donde todo comienza y termina con una canción
de Sabina.
ADORO esa ciudad desde que la
visité por primera vez cuando era muy chica y me pude fotografiar, con las
manos en las caderas, delante de La Puerta de Alcalá o de la tienda de la
Señorita Pepis, una de las muñecas más famosas en la España de la década de los 70 (no he encontrado la foto). Allí mi abuela me enseñó a cantar,
con una gorra ladeá, “Pichi, es el
chulo que castiga” o el chotis Madrid.
Tampoco podré olvidar jamás la letra de Por la Calle de Alcalá de la zarzuela Las
Leandras que me aprendí entera. Podría cantarla ahora mismo sin ningún reparo “Por la Calle de Alcalá, con la falda almidoná y los nardos apoyaos en la cadera. La florista viene y
va y sonríe descará por la acera de la Calle de Alcalaaaá ” (Me pregunto cómo he podido salir tan sana habiendo crecido en este
ambiente, jeje)
En honor a mi abuela, la
culpable de mi pasión por esta ciudad, os ofrezco una curiosa y chocante visión culterana, de concierto, del chotis por
antonomasia: Madrid de Agustín Lara cantado por Ramón Vargas.
Había algo inquietante en el Madrid
de este mes de julio: El hambre en los soportales o pidiendo pan en las puertas
de unas cafeterías (santo y seña de la ciudad) ajadas, necesitadas de una mano
de pintura y una escoba en las aceras. Viejos y jóvenes, de aquí o de muy allá,
con un vaso de plástico pidiendo unas monedas, los taxistas en pie de guerra,
las putas de los arrabales con castizo acento que han dejado paso a las
latinoamericanas, el precio (desorbitado) de la T10, los perroflautas de los
cartones, ejemplo de dignidad, o lo que cuesta un refresco... No avanzamos hacia la argentinización
de España sino hacia la españolización de España. ¿Volverá la historia negra de
la Castilla más mísera y sanguinaria? Si es así, nadie sabe lo que ocurrirá.
Y es que la villa de Madrid, epicentro de la
vida administrativa por triplicado, tiene el raro honor de ser el centro neurálgico de una entelequia autonómica,
una “Comunidad” con un millón quinientos cuarenta y cuatro mil seiscientos
sesenta equivocados que, con la ayuda de los más de dos millones que no se mojaron, elevaron
a Esperanza Aguirre, mitad maruja, mitad marquesa, a los altares del espejismo
de este país de “ricos”. No porque lo fuéramos, sino porque nos creímos ricos. Un
país que cuando apela a los cojones y al patriotismo ni la conciencia ni la
inteligencia tienen espacio.
Pero la villa que palpita en
horario de oficina, pacata y sumisa, también alza la cara y hace de la
insolencia su bandera. Porque Madrid es una ciudad indestructible. En plena
crisis, casi en estado de sitio, con las calles
semivacías y la chavalería bebiendo calimocho en cualquier rincón meado,
planta cara y surgen iniciativas que demuestran la vitalidad de una urbe que
nunca se da por vencida. Hace poco más de un año, en el km 0 de la Plaza del
Sol, Madrid empezó a indignarse, levantarse, amotinarse, resistir y rebelarse.
Madrid
es una metrópolis que a veces cumple los sueños pero que, si no lo consigue, aun así siempre invita a
soñar. Lo hemos podido ver, ¡sentir!. Vibrante y acogedora, se expresa en sus
calles, harta de ser el nudo gordiano de la broma de mal gusto en que se ha
convertido este país sin rumbo, sin criterio y sin cerebro; pero, sobre todo,
sin corazón. La realidad económica, política, cultural y social está allí,
aparentemente a la vista de todos. Ocurre, simplemente. Se despliega a lo largo del tiempo y del espacio.
No
debemos olvidar que Madrid es la ciudad que, contra todo pronóstico, resistió
al asedio franquista hasta el final de la guerra; y se iba de paseo y al cine y
a los teatros después de cada bombardeo de la aviación sublevada. Como tampoco debemos olvidar que el Madrid de la lideresa lo fue de la Movida
La villa de Madrid rezuma cultura por todos sus poros, vibra con el arte; es el placer de un
viejo libro hallado a la salida del museo… acelera los pulsos, precipita los
acontecimientos, genera ansiedad vital, engaña a los soñadores, recuerda a los
que se fueron, da la bienvenida a los que llegaron y evita las comparaciones,
que siempre son odiosas. Madrid engalana el alma, invita a la poesía, alimenta
a los hambrientos de cultura como nosotros, no regaña al suicida, ataja los
delirios de grandeza, ablanda los corazones, agrieta los puños, reta a la
arrogancia y a la ignorancia, y enamora a las princesas de quita y pon.
Para vuestro deleite aquí tenéis
la Ritirata notturna di Madrid de Boccherini
Madrid es una ciudad que se
descubre desde el asfalto, un pueblo que nunca dejará de serlo; hay algo
inmutable en su fisonomía que ningún cosmopolitismo variará. Madrid desde el
cielo es una constelación de tejas manchegas. Eso fue lo que pudimos ver desde
la azotea del Círculo de Bellas Artes, un pueblo coronado por “El Pirulí”. Aunque
por su tamaño es imposible de recorrer a pie, el Metro de Madrid te lleva cualquier sitio de interés y de tu interés. Pero sus
dimensiones urbanas también invitan a caminar para descubrir cuan cosmopolita,
artística, dinámica, divertida, orgullosa, encantadora y versátil es.
Como dice el equipo de "Ruta de autor", Madrid
es una ciudad que abraza, pero en la que también existen los desvíos, las
perplejidades, los puntos de la confusión, los puntos de la sorpresa y el
hallazgo. Madrid es lugar para perderse y encontrarse. Y es un lugar, que como
todas las ciudades que me seducen, desconoce y descree de la pureza. Niñas
chinas vestidas de chulapas; niños dominicanos que enseñan a sus compañeros a
mezclar el merengue con el chotis; adolescentes españoles que mordisquean
arepas que les han obsequiado sus amigos venezolanos; una mujer que lleva en
una mano a su hijo y en la otra a un niño colombiano cuyos padres no han podido
buscarlo en el colegio; tres españolas que aguardan en un café la llegada de un
brasileño que las enseñará a bailar esa noche. Todo Madrid invita a la mezcla, a la mixtura, a la fusión, al frenesí, al roce, a la
ternura. El Caribe está en Madrid.