domingo, 11 de junio de 2017

Pedro Guerra, el optimismo de la voluntad

Lo más básico, lo más terrenal, lo más auténtico nos llega a través de nuestros cinco sentidos.

En el reino de las voces, donde Justin Bieber y Lady Gaga serán eternos (eso dicen) y testarudos postulantes, existe un pecado imperdonable: mirar al suelo. Los mortales de a pie podemos. Los mortales que se plantan en un escenario no. Pedro Guerra, el cantautor (así le gusta definirse, así le gusta que le llamen)  que nos acompaña esta calurosa noche de junio, permaneció con la mirada gacha durante una década hasta que pisó Madrid en 1993, y empezó su carrera en solitario. El hijo del primer presidente del Parlamento Canario, un tipo delgaducho, con unos dientes que le presentan pero no le definen, tenía tanto miedo a saberse mirado que no transmitía. Pero el éxito en 1995 de su primer álbum, Golosinas, hizo que levantara su cabeza y mirara a los ojos al público, a esa masa conocida y anónima a la que ya no temía. No mucho, al menos. “Pertenezco a ese grupo de seres humanos tímidos que se suben al escenario”, ha dicho más de una vez.


Cuando has nacido en una isla, el mar se siente desde lejos, se siente en la piel, en el olor, hasta en el paladar. Pedro nació en un pequeño pueblo canario y eso lo sabe bien. Por ello, seguramente, Pedro Guerra tiene el poder de la contemplación. Se trata de un poder sigiloso, que no hace ruido, sino música. Se trata, además, de un poder que lo hace dueño de sí mismo porque funda las reglas de su tiempo, la lentitud necesaria para indagar en el mundo exterior hasta conseguir un diálogo con su propia intimidad. Y cuando cree ser olvidado por cantar lo que pocos logran ver, lo que él logra ver, vuelve a recoger algunos poemas y canciones y empieza a arder, en un mundo herido, en medio del hielo de la música actual.

El canario tuvo una casa en la que cada esquina repetía algo de política, música y poesía. Al padre de Pedro Guerra le gustaba el canto y la lectura. Y fue esa influencia la primera base del cantautor. En una entrevista con el líder político Pablo Iglesias, en el programa Otra vuelta de Tuerka,  mencionó que la primera canción que interpretó a los 14 años, Cathaysa, la dura historia de una esclava, fue escrita por su padre. Desde ahí empezó su carrera que hasta hoy se sustenta en contar lo que sucede desde las raíces, desde sus raíces de su existencia. Son más de 30 años de trayectoria en los que ha publicado 21 discos, 15 de ellos en solitario. Muchos de ellos grabados con arreglos sobrios, sin artificios, guiados tan solo por el rasgueo de su guitarra, la compañía de algún otro instrumento y su voz, dulce y melódica. Desde niño ha estado unido a su guitarra y a sus sonidos, recuerda los acordes de Silvio Rodríguez, que le ayudaron a guiar sus pasos hacia la música que quería hacer. En tiempos donde una notificación de WhatsApp puede perturbar la concentración, Pedro Guerra apuesta, sin embargo, por los acordes de una guitarra de madera y su voz para dejar a todo un auditorio atento solo a su música. El canario manifiesta que su objetivo es comunicar y así lo hecho con hermosas versiones de poemas y canciones que cuentan, conversan y discuten sobre la realidad

La música de Pedro Guerra transpira poesía. Melancolía por supuesto; ternura, cómo no, y calentura. La mirada social siempre ha estado pegada a las canciones de este cantautor puro. Y todos estos estados y convicciones, navegan en un mismo río de poesía. Su poesía ha hecho que pudiera publicar en 2003 un disco nada menos que con el poeta Ángel González, “La Palabra en el aire”. Antes, en 1999, su disco “Raiz” nos da joyas como, Contra el Poder y Daniela


En 2004 publica “Bolsillos”, donde daba protagonismo a la sencillez de su bien templada guitarra en temas como El circo de la realidad


La música de Pedro Guerra juega con el tiempo. Se permite ponerle pausa y en ese momento capturar lo que suceda, aunque todo se mueva. Describe la lluvia, que nunca vuelve hacia arriba. Cuenta lo que pasa debajo del puente, en el río, mientras pasa la gente.


Aunque lo que mejor lo define es el mestizaje cultural que sintetizó en su canción Contamíname con la que ganó el premio Ondas, y con la que consiguió su primera notoriedad. Pedro Guerra tomó prestado del mexicano Carlos Fuentes la “contaminación cultural” para hablar del mestizaje. Así pudo quitarle parte de suciedad a la palabra ‘contaminación’ y la volvió coro y estribillo. Fue ese tema que llamó la atención de gigantes músicos españoles como Víctor Manuel, Ana Belén, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat y Luis Eduardo Aute, por mencionar algunos, y con los que ahora puede cantar muy cerca del amor. 


El tímido canario dijo últimamente que ser isleño era buscar la manera de afrontar las situaciones difíciles desde la imaginación y la sonrisa. Así lo ha demostrado desde que llegó de su pueblo natal que reúne, como en un crisol, a inmigrantes cubanos, argentinos y africanos, principalmente. Esa riqueza que nutre al pueblo donde nació riega a sus gentes de una mistura cultural que Pedro Guerra adhirió como estrella guía.


No me voy a ir a dormir sin proponeros escuchar esta hermosa canción dedicada a las maestra republicanas, de su álbum, “El mono espabilado”, tal y como explica en una entrevista publicada en Cambio 16 / Nº 2080, 31 Octubre 2011 reproducida en el blog de información musical Fury Days.

Eso también forma parte de un tema que ya he tratado, que es la memoria histórica y la recuperación de la memoria que también aparecen en otras canciones. En este caso es un homenaje a las maestras republicanas. Yo creo que en la República hubo un planteamiento de la enseñanza superpositivo, una tarea de alfabetización de los pobres muy grande… una intención de dotar a los pobres de herramientas que le pudieran ayudar a estudiar, a leer, a escribir y a ser algo más que pobres toda su vida. Evidentemente eso no gustó en aquel momento donde España estaba repartida en grandes latifundios. Los maestros fueron duramente represaliados por el franquismo con el apoyo de la Iglesia, que participó mucho en las denuncias a maestros.


Acabo con esta frase que dijo en una entrevista en eldiario.es, presentando su último doble trabajo, “14 ciento volando de 14” y “Arde Estocolmo” "Es la sociedad civil la que obliga a barrer la porquería que implica directamente al poder"

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