jueves, 18 de agosto de 2016

Federico García Lorca y Manuel de Falla

Tomaron manzanilla y lágrimas. El eremita de la Antequeruela Alta se había transformado ahora en un indio comechingón, embutido en un poncho de vicuña, que los sobrecogió con su silueta cortante, de puro espigada, al abrirles la puerta. Aunque no le gustaba estrechar las manos ajenas por temor a contagiarse de todos los males del mundo, lo que daba lugar a que se pasara el día lavándoselas casi hasta rasgarse la piel, le tendió la suya, huesuda y fría, como el invierno argentino. Era la mano que había escrito El amor brujo y El retablo de maese Pedro. Una mano suave como su voz, que acariciaba el aire para ir abriéndose paso modestamente por el mundo, como pidiendo perdón por su propia existencia. Hablaron y las esquirlas dormidas de sus respectivos acentos, malagueño teñido de granadino, y gaditano santamariaporteño, parecieron repiquetear una vez más en sus lenguas. Mas fue un instinto inmediatamente difuminado por la gélida realidad de aquel paraje extraño, ahora ni siquiera amigable, que provocó que el anfitrión les instara a entrar cuanto antes, para que no se escapase el calor del hogar. Y entonces hablaron con esa cadencia deshilachada de quien ha perdido su identidad en una maleta hecha con la prisa del exilio y no logra encontrar en su lugar de acogida ninguna de la talla de aquella, que pudiera volver a encajar bien con él.
Alberti con el laudista Paco Aguilar y el pianista Óscar Collacelli 
junto a don Manuel de Falla en casa de éste. (En Altagracia, Argentina 1945)
Así empieza ”El relato” de Federico García Lorca que el 2 de junio Martín Llade dedicó en su programa Sinfonía de la mañana, de Radio Clásica,  al encuentro con Manuel de Falla que Rafael Alberti le dedica en “La arboleda perdida”, su libro de Memorias. Hoy, 18 de agosto de 2016, se cumplen 80 años del asesinato de Federico García Lorca. El genial poeta y dramaturgo de la generación del 27 fue asesinado mediante fusilamiento a la edad de 38 años por republicano, rojo y homosexual… ¡qué grande tu España! .  El relato continúa así:

El poeta traía consigo su invitación a un viaje sonoro y al laudista Paco Aguilar y al pianista Donalo Colacelli. Quería agasajar al maestro recitando aquel recorrido poético-musical que iba desde Juan del Encina a Halffter y Nin, pasando por Bach, Scarlatti y hasta a Don Manuel mismo. Éste se encogió dentro de su poncho de vicuña, como refugiándose dentro de su propia modestia, pero consintió. Se sentó en una silla tan austera como la decoración de aquel salón, en el que el piano hacía las veces de negro altar del particular culto a la sobriedad de su propietario. Quizás consciente de aquello, Colacelli miró implorante a Don Manuel, como si destapar las teclas fuera algo tan osado como levantar el velo de alguna muchacha de la que él fuera tutor.

- Sin miedo, hombre -le dijo éste- Yo mismo he desinfectado esta mañana las teclas con alcohol.

El poeta acometió el recitado de la cantata, acompañado por los dos músicos:
Abre el laúd sus labios/una rosa.
¿Qué volará al silencio de esa rosa?
¿Qué de lo más profundo de esa rosa,
de su pecho de aire, por el aire,
de su caja de aire, por el aire?
Un pájaro al cordal,
cuatro alas al mástil,
un cabello amarillo al clavijero,
al puente un llanto siempre de viaje…

Cuando se aludía a España o alguna de sus ciudades el rostro de Don Manuel pasaba de repente de la luminosidad al desánimo, como si a cada evocación de sus lugares queridos tomara conciencia de lo lejos que se encontraba ahora de ellos. Creyó el poeta ver temblar sus labios cuando parafraseó el famoso cántico de Juan del Encina a la muerte de Isabel la Católica:

Triste España sin ventura,
todos te deben llorar,
despoblada de alegría,
para ti en nunca tornar.

Y luego, hasta sonrió al escuchar la dedicatoria a su propia música, enhebrada por el poeta entre los versos de la jota que dicen que no nos queremos: La jota es un toro bravo en medio de un olivar.(…) La jota es un toro bravo en donde le da la gana.

  Tampoco le pasó desapercibido que cuando el nombre de Granada aparecía en mitad de un verso, Don Manuel parpadeaba como si alguien le hubiera hundido un alfiler muy dentro de su ser. Pero al final de la cantata batió sus palmas con entusiasmo, arrancando de su piel y huesos un chasquido seco. Acaso llevara mucho tiempo con el ánimo enmohecido. Pidió a su hermana María del Carmen que trajera pastas y la famosa botella de manzanilla sanluqueña, de la que él, por no romper sus hábitos, no bebió.

- Costó encontrarla, no lo crea -le confesó el músico- Pero cuando me escribió diciendo que vendría quise agasajarle.
- Me hace usted feliz, maestro -replicó Alberti- Beber esto es como dejar deslizarse por la garganta un puñado de rayos del sol de España.

Don Manuel no pudo evitar hacer la siguiente reflexión al escuchar, una vez más, aquel nombre que tan lejano, pero jamás ajeno, les resultaba a ambos ahora:

- España, sí. A fuerza de rehuirla para no morir de melancolía, al principio traté de que nada me la recordase. Evité colgar de las paredes cuadros y fotografías que la representaran. Llevé al desván el Quijote y la poesía de Garcilaso, e incluso hasta retratos míos, hechos por amigos españoles, como Zuloaga o Picasso, hice por ocultarlos. Pero, al final, toda esa ausencia de referencias cobró forma de vacío ante mis ojos. Una ausencia verde y blanca con la forma de la Vega de Granada y la Sierra de Córdoba. Porque vaya donde vaya, aún desnudo por el mundo (Dios me perdone por hablar así), no puedo arrancarla de mi interior. ¿Sabe qué? Que por mucho que intenté apartar España de esta casa al final acabé cayendo en la cuenta que la hora de ese reloj de ahí, el que domina la estancia, no iba bien. Pensé que sería un fallo del mecanismo y fui a corregirla, hasta que me di cuenta de que lo que sucedía era que el reloj estaba marcando la hora que es en este momento en España. Al caer en la cuenta de ello, no pude tocarlo y así se ha quedado. Y cuando yo muera, porque sé que ya no volveré, mi corazón se detendrá como si estuviera realmente allí.


Al poeta también le sucedía. Pensaba con frecuencia en la bahía de Cádiz, y en la Sierra de Guadarrama, y en aquel viaje hacia el norte del que había traído como recuerdo su libro La amante. Y hablando de ausencias, había un nombre que no se acababa de pronunciar allí. Trató de que surgiera de forma natural:

Y ahí está mi abuelo, en el estreno en Granada
de Mariana Pineda, en 1929
  - ¿Cuánto hace que nos conocemos, Don Manuel?
- Mucho ya… ¿No fue en el 29, cuando…?
- Sí…Eso, cuando…

El nombre común de quien les había unido si no en amistad sí en mutuo respeto y admiración debía surgir entonces. Pero no lo hizo. Fue como un vacío, de aquellos que tan atinadamente había descrito Don Manuel. Una silueta de piel aceitunada, traje blanco y pajarita negra pareció por unos instantes relampaguear en el recuerdo de ambos. Don Manuel cambió de tema:

- Nos hacemos viejos… Parece que fue ayer. Recuerdo que me dieron a leer su Marinero en Tierra y me sorprendió mucho. No parecía la poesía de un autor concreto, sino la misma voz del pueblo. Como extraída del cancionero de Gil Polo.
- Eso me pasó con un poema de La amante. ¿Sabe que un día se lo escuché a un cantaor en un tablao? Le pregunté de dónde lo había sacado y se limitó a decir: esto es del pueblo. ¡Y era mío!
- De todos modos, cuando le conocí a usted, amigo Alberti, andaba metido en otras lides poéticas. Esa obrilla… permítame decírselo, blasfema de Fermín Galán… No. Esas cosas no van conmigo.
- Sí, eso fue algo después. Usted se refiere quizás a cuando escribí Sobre los ángeles. Es lógico, todos pasamos por esa etapa de surrealismo… Ay, cuántos éramos y cómo nos hemos ido desperdigando…Bergamín, Cernuda, Altolaguirre…Y Aleixandre, y Guillén…

El nombre estaba a punto de salir. Don Manuel suspiró. Le sirvió más manzanilla. Paco Aguilar y Colacelli se hallaban enfrascados en animada conversación con la hermana del maestro. Alberti cambió entonces de tema:

- ¿Recuerda el primer concurso de cante jondo? Yo tenía veinte años y aún no había publicado nada. Pero me dejó una honda huella que usted…ustedes recuperasen ese repertorio considerado de tugurio y lo elevaran a la categoría de arte.
- Sí… Lo hicimos. Pero era necesario y lógico. Resultaba un dislate que una joya así permaneciera arrinconada, casi como si de música de delincuentes se tratase. De todos modos, de no haberlo hecho nosotros, hubieran podido reivindicarlo otros… Fue así.

Ése otro que también había participado, ofreciendo conferencias, escribiendo poemas, ensalzando el canto más sentido del arte español. ¿Por qué no aparecía su nombre? Estaba decidido. Lo diría.

- Don Manuel. ¿Sabe? A veces pienso… Es tan injusto todo esto. Él no tenía verdaderas ideas. Era como un niño con aquella sonrisa traviesa. La misma que esgrimía si se le ocurría algún verso genial o si te lo encontrabas por la calle con algún amigo que nunca era el mismo. Yo pienso, seriamente, que tendría que haber sido yo y no él. Nunca hubiera matado a una mosca. En cambio, yo sí me impliqué en…

Don Manuel se levantó como impulsado por un resorte. Tomó un tomo de su biblioteca y se lo mostró. Eran los Episodios Nacionales de Galdós.

Manuel de Falla y Federico García Lorca.
Francisco Izquierdo.
Fundación Caja Granada.
-¿Lo ha leído?-inquirió Don Manuel- Es maravilloso. Me ha hecho recordar mi niñez. ¿Y sabe? Han pasado más de cien años desde la guerra con los franceses y hemos seguido cometiendo los mismos errores desde entonces. Nunca aprenderemos nada. Supongo que es la bendita ignorancia española la que tanto les atrae de nosotros a los extranjeros, incluyendo a los argentinos.

Alberti comprendió que no debía tocarse ese tema. Suspiró y apuró el manzanilla. El sol de España acababa de atragantársele en el corazón.

- Sí… ¿Sabe?-rememoró- Yo le vi en sus últimos años, a Galdós, cuando estaba ya ciego, en el retiro. Estaba haciendo de modelo a la estatua que le esculpió Victorio Macho.

            Llegó la hora de la despedida, y en ello sintió el poeta el triste temblorcillo del pálpito, porque algo le decía que no volvería a ver a Don Manuel de Falla. Éste, poco dado al contacto físico con sus semejantes, le acercó, sin embargo, los labios al oído:

- No me juzgue mal, querido Alberti -susurró- Sé muchas cosas terribles de aquello, pero mi conciencia no me permite hablar.

Así se despidieron. Rafael Alberti sabía, porque no era un secreto, que Don Manuel había tratado de interceder por su común amigo en aquellos días de locura en Granada. Dos veces fue al gobierno militar, esgrimiendo su estatura de compositor universal y embajador de España ante el mundo. Incluso esgrimió documentos firmados por personajes de peso del movimiento que permitieran librarlo de su prisión. La primera vez se rieron de él y la segunda le dijeron que no sabían dónde se encontraba y que seguramente ya estaría en Madrid, arengando a las masas con sus consignas de Moscú. Ahora se rumoreaba por la Argentina que le habían matado a culatazos en su celda, rumor que Alberti sabía infundado, porque lo fusilaron en Viznar, pero que al que al parecer el horrorizado Don Manuel daba crédito. Quizás le atormentaba la idea de haber estado a tan pocos metros de donde debió estar encerrado, sin lograr nada.

       Tal y como sospechaba el poeta, no volvería a ver a Falla, pues éste fallecería el año siguiente. Pero esa tarde, tras despedirle, el compositor gaditano dejó el volumen de Galdós y extrajo de una segunda fila de libros que no estaba a la vista, uno que releía en ocasiones, justo el tiempo que se lo permitían sus ojos, antes de anegarse de lágrimas. Un volumen de poesía de su querido amigo Federico García Lorca. Y así, en una suerte de azar buscado, dio con los siguientes versos:

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.

De la relación de Manuel de Falla y Federico García Lorca y de la música de/con/por/para Federico de aquel programa va este post.

Tanto el músico como el poeta lograron reconocimiento internacional en vida. Sus obras, muchas de ellas inspiradas en el folklore español y en la cultura popular, los convirtieron en figuras de alcance universal. Durante unos años, estas dos personas mantuvieron una estrecha relación artística y personal. El escenario de esta respetuosa amistad no pudo haber sido otro distinto: el encuentro fue en Granada.
Manuel Ángeles Ortiz con Federico García Lorca y Manuel Bueno (1923). 
Archivo Manuel Ángeles Ortiz. Centro de Documentación
 “Don Manuel, queremos ser sus amigos. Yo soy Federico García Lorca y éste es mi amigo Manuel Ángeles Ortiz. Yo escribo versos y toco el piano, él sólo sabe pintar”.  Y, tras oírle tocar el piano, Manuel de Falla comenta: “Pero hombre señor Lorca, ¿de dónde ha sacado usted esa gracia interpretativa, esa exactitud, esa comprensión del preludio de Debussy, con esos endiablados arpegios?"

Desde ese momento, pasando por las peripecias en el I Concurso de Cante Jondo de Granada en 1922 y hasta la reacción de Manuel de Falla al conocer el asesinato de Lorca, su relación supone una emotiva y excepcional historia.

A pesar de los años que separaban a Lorca y a Falla, la amistad que mantuvieron fue profunda y llena de respeto.  Manuel de Falla era para Federico un ejemplo vivo y entrañable: su constancia, exigencia y búsqueda de la perfección eran valores que trasladó al trabajo de escribir poesía.
Lorca escribió muchos poemas inspirados en la lírica popular, además de armonizar sus “Trece canciones españolas antiguas”, que posiblemente habría escuchado durante su infancia y que eran trasmitidas de forma oral. A su vez, Falla compuso las “Siete canciones populares”, obra capital dentro del género de la canción española, que tanto éxito tuvo en el siglo XIX. Cada una de las canciones de Lorca, al igual que las de Falla, constituye un espejo de la cultura y de la tradición española, enriqueciendo el patrimonio musical de nuestra tierra y logrando que las tradiciones no caigan en el olvido.
Os propongo escuchar la canción Los pelegrinitos de Lorca y la que Falla tituló simplemente Canción ambas interpretadas por la gran Teresa Berganza. A ver qué os suena.


En 1931, Federico graba junto a Encarnación López “La Argentinita” cinco discos gramofónicos de pizarra de 25 cm. y 78 revoluciones por minuto (rpm.) que contenían una canción en cada cara, lo que da un total de estas diez: Zorongo gitano, Los cuatro muleros, Anda Jaleo, En el Café de Chinitas, Las tres hojas, Los mozos de Monleón, Los Pelegrinitos, Nana de Sevilla, Sevillanas del siglo XVIII y Las morillas de Jaén.

La Argentinita puso la voz, el zapateado y las castañuelas y Federico la acompaña al piano. Solo en una de ellas, Anda jaleo, se escucha un acompañamiento orquestal. El éxito de estas grabaciones realizadas por la discográfica La Voz de su Amo fue inmediato y desde entonces estas canciones son obras claves del cancionero tradicional.


El siguiente poema, el “Romance de la Guardia Civil española” del “Romancero gitano” fue citado en la denuncia contra Federico cuando se le detuvo. Vicente Pradal, gran admirador de Paco Ibáñez y de Atahualpa Yupanqui, incluye este tema en su “Romancero Gitano”, disco que nos presenta en doce canciones un acercamiento a la obra de Federico. Impresionante.


También la ópera ha homenajeado a Federico. El argentino Osvaldo Golijov es el autor de Ainadamar una ópera de cámara, dividida en tres escenas, que narra la relación entre el poeta Federico García Lorca y su actriz preferida, Margarita Xirgu. Ainadamar, en árabe, significa "Fuente de la lágrimas". El libreto es obra del norteamericano David Henry Hwang, escrito en inglés y posteriormente traducido al español por Golijov.


“Todo lo que he escrito a través de todos estos largos años ha sido una preparación para esta obra… deseo que las audiencias, al dejar el salón tras escuchar mi sinfonía, sientan que la vida es realmente bella…” dijo Dmitri Shostakovich hablando de su Sinfonía nº 14, Op.135. Esta sinfonía se construye a partir de 11 textos poéticos de Apollinaire, Federico, Kuchelbecker y Rilke, cantados, a la "maniera" mahleriana, por una soprano y por un bajo. La atmósfera en general resulta sombría y asfixiante. Desolación, burla mordaz, en suma, el ejercicio del dolor en su máxima expresión. La sinfonía 14 es una obra, a pesar de su dolor, profundamente bella. Los dos poemas de Lorca empleados por Shostakovich pertenecen a la obra "Poema del cante jondo". Dividido en varios ciclos, el primer poema, De profundis, pertenece al llamado Gráfico de la Petenera. El segundo Malagueña es el primero de los incluidos en Tres Ciudades.


Es fácil de imaginar, ¿verdad? En un cuartelillo… con los ojos llenos de lágrimas… aterrado… paloma blanca desorientada…
Un cerrojo que se abre… unos gritos… un saco en la cabeza… calor… mucho calor…
(...)Y en una cuneta la poesía española murió aquella madrugada(Luis Miguel Artabe)

Buenas noches. Bona nit. Καληνύχτα. مَساءُ الخَير . Gabon. Boas noites. Bonne nuit.

jueves, 4 de agosto de 2016

Cecilia / Mi querida España

Mi querida España, esta España mía, esta España muerta.

Años setenta. Franco, el dictador que murió en su cama, aún vivía. No habíamos podido con él. En aquella pantalla de nuestro TV Marconi en blanco y negro cantaba Cecilia. Fijaos en el  esforzado director que mueve los brazos frente a la típica orquesta televisiva con violines, saxofones, contrabajos, coristas.... Allí está ella, vistiendo un elegante traje negro, entonando uno de los éxitos del momento, Mi querida España.


      Como veis, la emisión era en directo. Todo iba bajo las normas establecidas, hasta que Cecilia decide salirse del guion, cantando ante millones de españoles la letra original de la canción, letra que nunca llegó a ser grabada por el miedo a las tijeras de los censores. La España dejaba de ser "nuestra" para transformarse, sin perder la sonrisa, en lo que era, una "España muerta", un verso que se atragantó a los censores. "Estos idiotas... le cambio dos palabras a la canción, digo lo mismo y no se enteran". Ésta, claro está,  no es la versión que apareció en el disco “Un ramito de violetas”, publicado en 1975. Evangelina Sobredo, tachada de las listas de radiables debido a la censura franquista, optó por ello por modificar su letra.

Mi querida España
Esta España viva
Esta España muerta
De tu santa siesta
Ahora te despiertan
Versos de poetas
¿Dónde están tus ojos?
¿Dónde están tus manos?
¿Dónde tu cabeza?

Mi querida España
Esta España mía
Esta España nuestra

Mi querida España
Esta España en dudas
Esta España cierta
De las alas quietas
De las vendas negras
Sobre carne abierta
¿Quién pasó tu hambre?
¿Quién bebió tu sangre
Cuando estabas seca?

Mi querida España
Esta España mía
Esta España nuestra


Mi querida España
Esta España blanca
Esta España negra
Pueblo de palabra
Y de piel amarga
Dulce tu promesa
Quiero ser tu tierra
Quiero ser tu hierba
Cuando yo me muera

Mi querida España
Esta España mía
Esta España nuestra
Mi querida España.
Esta España mía,
Esta España nuestra

De tu santa siesta
Ahora te despiertan
Versos de poetas.
¿Dónde están tus ojos?
¿Dónde están tus manos?
¿Dónde tu cabeza?

Mi querida España.
Esta España mía,
Esta España nuestra

Mi querida España
Esta España mía
Esta España nuestra
De las alas quietas
De las vendas negras
Sobre carne abierta
¿Quién pasó tu hambre?
¿Quién bebió tu sangre
cuando estabas seca?

Mi querida España
Esta España mía
Esta España nuestra

Mi querida España.
Esta España mía
Esta España nuestra
Pueblo de palabra
Y de piel amarga
Dulce tu promesa
quiero ser tu tierra
quiero ser tu hierba
cuando yo me muera

Mi querida España
Esta España mía
esta España nuestra 

El resultado final es el que todo el mundo conoce: “Mi querida España. Esta España mía, esta España nuestra”. Una España sin dudas, sin pasado. Cuarenta años después, las modificaciones, más que indignación, suscitan una sonrisa.


Cecilia (nombre artístico en honor al tema de Simon & Garfunkel) era rebelde, inspirada, ingeniosa, directa, rotunda y valiente. Sus únicos tres discos grabados en vida (luego vinieron más), aparecidos durante los últimos estertores del franquismo, denunciando el enfrentamiento irracional, estúpido y cainita de la guerra civil que no vivió pero que le dolía, las lacras sociales de la España acomodada y pija de los 70 y sus vivencias como amante apasionada y trotamundos a pesar de su corta edad, la convirtieron en un referente de la época que ha pasado definitivamente a la historia de la cultura popular de este país.

       Evangelina Sobredo, Cecilia, desafiaba el pensamiento único jugando, riéndose de la estrechez mental de una sociedad con ganas de explotar. Así se sacudía el yugo de una imposición que la doblegó en ocasiones, pero que enfrentaba a su manera, con estrategias inesperadas, como la actuación en Televisión Española. Así lo explican sus hermanos en el 40 aniversario de su muerte, cuando hundió en un pozo de desazón a legiones de seguidores que hoy todavía siguen adorando a la compositora, en el artículo de El País “Cecilia. Esta España nuestra”.


Cecilia escribió muchas y muy hermosas canciones que han quedado grabadas en la memoria histórica de esta su querida España. "Reaccionó contra la educación represiva de la época", opina el comentarista musical José Ramón Pardo. Principalmente,  es cierto, cantaba para los de abajo, sí;  pero no se fiaba de las ideologías. Nunca se vinculó a un partido político, ni siquiera a los movimientos sociales. "Tenía sus propias ideas y amigos en los dos lados. Y eso a la gente no le gustó", piensa su hermana Teresa “Detestaba la actitud burguesa, era una hippie" Y era creyente y rezaba a menudo, pero hasta en eso se apartaba de lo establecido. Luego iba a misa y componía Fauna, donde el cura es un cuervo, las mujeres, cotorras y los maridos, gallos.

A lo largo del tiempo ha habido diversas versiones de esta canción; versiones que creo que si Cecilia levantara la cabeza se volvía a morir. Sobre todo por quién y cómo. Nos podemos encontrar con el cantante de copla Manolo EscobarRaphael que incluyó su propia versión en el álbum Fantasía (1994). En 2015 se graba una nueva versión que pasa a formar parte de la película Perdiendo el Norte, con las voces de Kiko Veneno y Rozalén, con un videoclip en el que intervienen entre otros Blanca Suárez y Úrsula CorberóMe ha sorprendido mucho, mucho, que ninguno cante la letra original, sin censura.  Mucho.


Incluso, cosas de la tecnología, en el LP de homenaje Desde que tú te has ido (1996), la canción es interpretada por Miguel Bosé, con la voz de Cecilia superpuesta.


La parca no consiguió callar a esta mujer rebelde e hija de diplomáticos. 40 años después sigue diciendo: ¿dónde están tus ojos, dónde están tus manos, dónde tu cabeza...? Eso digo yo.  A menudo pienso que, tal y como ella cantó magistralmente, todo sigue igual. Nada ha cambiado. Es más, creo que ha empeorado el despiste de esta también mi querida España y que tantas veces me quita el sueño. 
Buenas noches. Bona nit. Καληνύχτα. مَساءُ الخَير . Gabon. Boas noites. Bonne nuit.