miércoles, 13 de julio de 2022

Las revoluciones y la música

 El legado musical de quienes quisieron cambiar el mundo

No hay revolución sin música, explica muy bien Aurélie Vialette. La música no produce revoluciones pero es una acompañante ineludible. Los pueblos que saben cantar, expresar su rabia y sus anhelos a través de la música son pueblos invencibles; quizás no ganan batallas, pero conquistan el derecho a permanecer en la memoria colectiva. La música ha sido siempre parte de las luchas sociales porque surge directamente del pueblo, no de las élites; es la manera que tiene el pueblo de levantar la voz de una manera audible, sonora y significativa con el único instrumento de producción gratuito: la voz. Las marchas y los himnos otorgan una fuerza que llega a derribar muros, como la conocida historia bíblica de las trompetas de Jericó.  Las revoluciones sociales sin música, sin himnos, sin lemas sonoros y de fácil aprendizaje, serían revoluciones sordomudas fáciles de olvidar con el paso de tiempo. Pero al escucharse y comprenderlas quedan grabadas en la memoria histórica de los pueblos.

"La Libertad guiando al pueblo"
Eugène Delacriox

Mañana, los franceses celebran su fiesta nacional. El 14 de julio de 1789, una muchedumbre se lanzó al asalto de una fortaleza real en las afueras de París: La Bastilla. Cuando la noticia llegó a Versalles, el rey preguntó: “¿Es una revuelta?” Un ministro le contestó: “No, sire, es una revolución”. Fue una revolución, burguesa, sin duda, pero una revolución. Una primera victoria del pueblo de París contra un símbolo del Antiguo Régimen. 

Los especialistas han contabilizado casi 200 himnos y más de 2.000 canciones y coplas populares de contenido político que se interpretaban en las calles de París entre 1789 y 1800 . Mientras que los himnos solían ser encargos de las autoridades para las ceremonias oficiales (coros, cantos fúnebres, odas…), las canciones tenían un carácter popular. Circulaban en hojas volantes o en opúsculos y almanaques, se reproducían en los periódicos y hasta se recopilaron en cancioneros. En la Francia de 1789, la mitad de los hombres y más del setenta por ciento de las mujeres no sabían leer. Por eso, uno de los medios más eficaces para transmitir las nuevas ideas revolucionarias fueron las canciones. Estas coplas populares hacían escarnio de los reyes, de los tiranos, de la aristocracia, traidores todos a la nación, a los que amenazan con suplicios. En esos momentos surgió el himno revolucionario más famoso: La Marseillaise, un himno que nació en tiempos de guerra y revolución, y lo hizo para quedarse. Aunque en origen no fuera escrita con un espíritu precisamente republicano sino más bien como un canto de guerra. Su objetivo fue tanto dar ánimo a las tropas como reclutar voluntarios a petición del mismísimo rey Luis XVI, en un intento de alentar a los soldados franceses a pelear contra Austria. Jamás habría imaginado don Luis que, un año después, sería ese mismo canto el que serviría de bandera a sus verdugos para cortarle la cabeza. 

La Marseillaise de Francois Rude 
base del Arc de Triomphe de París

El ahora himno nacional fue escrito en 1792 por el militar, poeta y compositor Rouget de Lisle, capitán del regimiento llamado “Enfants de la Patrie” (“los hijos de la Patria”). Hacía poco, el 20 de abril de ese año, que Francia le había declarado la guerra a la Austria de Leopoldo II por amenazarlos tras haber encarcelado al rey y a la reina, cuando intentaban fugarse. El día 24, cuando el alcalde de Estrasburgo supo la noticia, por indicaciones del rey convocó a una cena a varios oficiales, entre ellos a de Lisle, a quien le pidió que compusiera un himno patriótico para el ejército del Rhin.  Inspirado en un cartel que había visto en la calle con la proclama “Aux armes, citoyens! ("¡Ciudadanos, a las armas!"), tituló así su canto de guerra: Canción de guerra para el ejército del Rhin.  En julio de aquel año, voluntarios marselleses que marchaban hacia París lo entonaron al entrar en la capital; de ahí viene su nombre: La Marseillaise. Ya desde la primera estrofa ("Allons, enfants de la Patrie"), los franceses son llamados a luchar contra los invasores, “los feroces soldados” que vienen “a degollar a vuestros hijos y compañeras”.

He escogido, cómo no, la memorable escena de Casablanca (1942) en la que Víktor Lazlo (Paul Henreid) canta La Marsellesa en aquel mítico bar de Rick (Humphrey Bogart), para hacer frente a los alemanes, lo cual implicó todo un guiño de los Estados Unidos en favor de la resistencia francesa en plena guerra.

En un decreto aprobado el 14 de julio de 1795, La Marsellesa fue declarada himno nacional de Francia. La canción fue prohibida y restaurada varias veces a lo largo de la historia. En el año 1940 el himno había sido prohibido porque era considerado como un elemento de resistencia a la ocupación alemana y al gobierno colaboracionista de Vichy. En 1945, con el término de la II Guerra Mundial, se volvió a restablecer. En la Constitución del 4 de octubre de 1958, fue declarada definitivamente himno nacional. Además, la ley Fillon para la reforma de la educación, adoptada en marzo de 2005, incluye la obligación de su aprendizaje en la educación infantil y primaria.

Hasta que La Internacional, el himno de los trabajadores, adquirió fuerza a fines de siglo XIX, La Marsellesa fue la canción revolucionaria más cantada, la más versionada y difundida durante más tiempo. El influjo musical de la Revolución Francesa y de La Marsellesa pronto traspasó a la monarquía Hispánica, aunque con mensajes diferentes a aquella, como en la Carmañola venezolana o la Canción americana, convertidas en banderas de las independencias de América Latina contra la corona española. Aquí los sans-culottes franceses eran los sin camisa.

Existe una música que ha provocado una revolución, un caso único. Bélgica, 1830, 25 de agosto. El fervor patriótico que inflamó a los espectadores de “Masaniello” o “La muda de Portici” inició la revolución belga que permitió alcanzar la independencia de los Países Bajos en 1830. La ópera narra la rebelión de Nápoles contra la corona española en 1647. La fervorosa comunión que surgió entre los espectadores y la trama operística, la rebelión de Masaniello, un pescador, contra la corona española en 1647, provocó el estallido. “Mejor morir que vivir desgraciado, ¿qué tiene que perder un esclavo?”, clamó el tenor en el segundo acto. Cuando, en el tercero, cantó “¡Amor sagrado a la patria!” y exclamó “¡A las armas!”, ¡Viva la libertad!”, “¡Muerte a los holandeses!” y “¡Muerte al rey!” el público de Bruselas se puso en pie y coreó sus proclamas patrióticas. No pudo terminarse la obra. Horas después, los adoquines volaban por los aires lanzados contra los centros de poder holandeses oficiales y oficiosos, apuntando a la inminente independencia del país.

De la misma manera, el Canto de los esclavos de “Nabucco” se transformó en el grito de la unificación italiana; o cuando Miguel Fleta cantó en las calles de Madrid, el 14 de abril de 1931, la versión española de La Marsellesa de la zarzuela homónima de Miguel Ramos Carrión, para dar la bienvenida a la Segunda República.

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Particularmente en España, la Historia nos recuerda hasta qué punto la música ha sido esencial en la formación de grupos de resistencia. No hay más que ver la fuerza con la que el pueblo español cantó su odio frente a la invasión de las tropas francesas, que entraban para imponer a Napoleón a principios del siglo XIX. De 1809 es Los defensores de la Patria, una canción de tono lúgubre dado su origen en la derrota de la Batalla de Medellín de la Guerra de la Independencia en la que el invasor no hizo prisioneros.  

El papel de La Marseillaise lo tuvo en España El Himno de Riego, aunque su vida como himno nacional solo duró un año, de 1822 a 1823. El 1 de enero de 1820, en el municipio sevillano de Las Cabezas de San Juan, el general del Riego se convertía en referencia histórica de la lucha por la libertad al sublevarse contra Fernando VII, arengando a sus tropas al grito de “Sí, sí, soldados; la Constitución. ¡Viva la Constitución!”. Se trataba del primer pronunciamiento de la era moderna. El himno se convirtió en una de las canciones patrióticas de la época, y fue lo más parecido a un himno nacional que tuvimos a lo largo de todo el siglo XIX. En la Segunda República, la canción fue tan popular que no son pocos los que la consideran su himno. Oficialmente nunca lo fue. En 1931, poco después de la proclamación de la República, estalló una gran polémica entre políticos e intelectuales sobre su pertinencia como himno nacional. Pío Baroja llegó a escribir un artículo en el que lo calificaba de “demasiado callejero e “impropio de los ideales” de la República. El Himno de Riego contó con muchas letras, además de la más que conocida “si los curas y monjas…”, adaptándose a cada momento. Pero, no se puede negar, los objetivos más populares siempre han sido el clero y la monarquía. La letra original fue escrita por Evaristo San Miguel en los primeros días de 1820 y publicada poco después. Es también la letra oficializada como himno nacional durante el Trienio Liberal que Azaña intentó restaurar en la  Segunda República, sin conseguirlo.

Si la música es parte indispensable de resistencias y revoluciones, las canciones de lucha se multiplican tanto en momentos revolucionarios como en el caso de movimientos nacionalistas y totalitarios que promueven el sometimiento. El nacionalismo alemán, que en 1848 era una corriente republicana y revolucionaria que aspiraba a unificar los territorios de cultura y habla alemana, crea esta Canción de Alemania, hoy himno nacional de la República Federal. Heinrich Hoffmann von Fallersleben escribió el poema de “Das Lied der Deutschen” para una melodía de Haydn, versos que fueron considerados revolucionarias en el momento. La versión original empieza con “Alemania por encima de todo, por encima de todo el mundo” que acabó encajando en el programa imperialista nazi. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, las dos primeras estrofas del Canto a Alemania no se cantaban porque inculcaban ese deseo de dominio mundial. Siete años más tarde, en 1952, y debido a la imposibilidad de poder realizar un cambio importante en el himno, se tomó la decisión definitiva de reducir el himno a, únicamente, la tercera estrofa.

El siguiente ciclo de canciones revolucionarias lo monopolizarán los movimientos obreros internacionalistas del siglo XIX. El héroe será el pueblo, el proletariado. El enemigo, el tirano y el burgués. Lucha y unidad, instrumentos para conseguir la libertad y la igualdad. El ciclo empieza con una excepción: Le Temps des Cérises, canción de Jean-Baptiste Clément que se ha asociado a la Comuna libre y autogestionada de París en 1871, la primera revolución obrera de la historia. Las cerezas que caen como gotas de sangre entre el follaje se relacionaron con la sangre de miles de personas que tuvieron que ver de alguna manera con la Comuna, ejecutadas en una matanza indiscriminada, de una crueldad desproporcionada, y completada con deportaciones. También es una canción de amor. Para los millones de personas que la han tarareado, Le Temps des Cérises es quizás la alianza del amor y la revolución.

En 1871, un obrero francés que participó en la revolución de 1848 y fue miembro del consejo de uno de los municipios y las barricadas de la Comuna de París, Eugène Pottier, escribió los “Cantos Revolucionarios”, entre los cuales estaban los versos de un poema llamado La Internacional. En 1888, fueron musicalizados en pocos días por el obrero, político, músico y compositor belga Pierre Degeyter. Fue un éxito rotundo en toda Francia. Aunque durante algunos años sólo fue conocida por los obreros franceses, se acabó extendiendo entre la clase obrera europea. En 1892 fue aprobada por la Segunda Internacional como el himno oficial de los trabajadores. Lenin la oficializa en 1919 en la Tercera Internacional para convertirla en el himno de la Unión Soviética. En 1943, Stalin lo reemplaza por otro himno que exaltaba el nacionalismo ruso. La letra fue modificada según el país y la corriente política que la cantara (anarquistas o socialistas). Hoy sigue siendo entonada por las corrientes que se reivindican comunistas y trotskistas, y especialmente en los actos del 1 de mayo. En 1989, los estudiantes chinos de Tiananmén todavía la cantaban como uno de los referentes de su lucha por la democracia.

La revolución más importante después de la Comuna de París fue la rusa de 1905, una revolución que tuvo su propio cántico, la Varshavyanka (en ruso, Варшавянка) o Varsoviana (en castellano), que acabó siendo uno de los temas más populares de la tradición musical del movimiento obrero revolucionario de todos los tiempos. Versionada en muchos idiomas, pocos temas del patrimonio musical de la izquierda han llegado a tener una dimensión tan internacional. Adquirió gran popularidad a partir de la versión rusa, pasando a tener un lugar muy destacado en el repertorio musical comunista de la URSS. Pero, sin duda, a cualquiera de nosotros nos resulta más familiar la versión española A las barricadas, convertida en el himno anarcosindicalista de la CNT con letra de Valeriano Orobón.

A las barricadas desplazó como himno de la CNT al que hasta el estallido de la guerra había sido su cántico más extendido, compuesto en 1885 por el periodista  Rafael Carratalá RamosHijos del pueblo.

La Guerra Civil Española tiene también su propio cancionero revolucionario, canciones que, al igual que los fusiles y las banderas, animaron a los soldados de la Segunda República que iban a hacer frente a los militares del golpista general Franco en 1936; un cancionero procedente, en muchas ocasiones, de cantos internacionales. La creación de una voz colectiva para el canto imponía el ritmo sonoro del acto resistente. Tenemos Joven Guardia, adoptado como himno de la Juventudes Socialistas Unificadas.

Además de los himnos revolucionarios, durante la guerra se hicieron famosas las versiones de coplas populares tradicionales adaptadas al momento con otras letras. Ay Carmela (Viva la quinta brigada), Los cuatro muleros o Café de chinitas, acabaron dando paso a El Paso del Ebro, Puente de los Franceses o En la Plaza de mi Pueblo.


El gobierno republicano encargó al estudiante de composición Carlos Palacio, “Pala” la elaboración de un cancionero, canciones que se emitíeron en Radio Madrid a las 6 de la tarde, en la sección titulada “Altavoz del frente”. La pieza más popular sería Compañías de Acero.

Italia ha contribuido con dos canciones que han tenido una notable difusión internacional: Bandiera Rosa, cuya “propiedad” se la disputan socialistas y comunistas, y Bella Ciao, popularizada por la resistencia partisana italiana y, en los últimos tiempos, tristemente, por la serie de TV, “La Casa de Papel”.

En España, Adolfo Celdrán compuso en 1969 una versión en la que el guerrillero ve al opresor y no al invasor. ¡Sorpresa! La censura franquista prohibió su difusión.

Las canciones e himnos de las revoluciones Latinoamericanas merecen un capítulo para ellas solas. Por ello, acabaré esta primera parte dedicada a la música y las revoluciones con un tema que un 25 de abril le dediqué una entrada en este blog, Grândola Vila Morena, la canción que fue la señal de inicio de la  La Revolución de los Claveles. La compuso Zeca Afonso, un cantante activista de la izquierda portuguesa que había tenido problemas con la PIDE (la terrible y brutal policía política de la dictadura) por su actividades anticolonialistas cuando vivía en Mozambique. Zeca, aunque no militó nunca, mantenía un estrecho contacto con el movimiento comunista portugués. Grândola, Vila Morena es una canción preciosa que no responde a una obra tipo de carácter revolucionario. En 2013, se revitalizó como símbolo de la resistencia social y política contra las políticas criminales de la Troika europea convirtiéndose en la canción de batalla del movimiento "Que se lixe a troika" (algo así como "que se vaya a la mierda la troika")

Grândola, Vila Morena se transformó en un símbolo de la revolución, de libertad, de fraternidad y de la lucha popular durante la etapa revolucionaria. El símbolo traspasó fronteras, para convertirse en la España franquista también en un himno de libertad y de resistencia contra la dictadura.

Cuidaos mucho. Y ya sabéis; cuidad la Cultura para que ella cuide de nosotros. ¡Y no a la invasión rusa! ¡Libertad para Ucrania!



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Otras fuentes
https://blogs.elpais.com/tormenta-de-ideas/2012/12/la-armon%C3%ADa-de-las-cacerolas.html
https://www.rtve.es/play/audios/documentos-rne/marsellesa-musica-revoluciones/6628353/
file:///C:/Users/victo/Downloads/58954-Texto%20del%20art%C3%ADculo-121966-1-10-20180220.pdf
https://www.nodo50.org/tierraylibertad/181.html
http://blogdelviejotopo.blogspot.com/2015/10/musicas-de-las-resistencias-3.html
https://www.elperiodico.com/es/opinion/20130310/musica-revolucion-2336251
https://www.monografias.com/trabajos68/revolucion-musica-musica-revolucion/revolucion-musica-musica-revolucion2