domingo, 28 de febrero de 2016

Cristina Branco

Todas las pasiones del fado

Hace unos días tuvimos la triste noticia de la muerte de mi tía Catalina, “la portuguesa”, la hermana pequeña de mi abuela. Una mujer menuda, vital, con una gran personalidad y un corazón de oro, de esas personas que dejan un agujero imposible de llenar. Esta tarde hablaba con mi prima Sandra y entre lágrimas me decía “no la olvidéis; ella os quería mucho”. Imposible olvidarla. El recuerdo de su cariño, su amabilidad y su fuerza de espíritu nos acompañarán siempre. Dejo su nombre en esta ventana para fijarlo en el tiempo y la memoria. Este post va para ti, tía.

Se depois de eu morrer, quiserem escrever a minha biografia,
Não há nada mais simples
Tem só duas datas: a da minha nascença e a da minha morte.
Entre uma e outra cousa todos os dias são meus.

Sou fácil de definir.
Vi como um danado.
Amei as cousas sem sentimentalidade nenhuma.
Nunca tive um desejo que não pudesse realizar, porque nunca ceguei.
Mesmo ouvir nunca foi para mim senão um acompanhamento de ver.
Compreendi que as cousas são reais e todas diferentes umas das outras;
Compreendi isto com os olhos, nunca com o pensamento.
Compreender isto com o pensamento seria achá-las todas iguais.

Um dia deu-me o sono como a qualquer criança.
Fechei os olhos e dormi.
Além disso, fui o único poeta da Natureza.

(Alberto Caeiro, in "Poemas Inconjuntos"
Heterónimo de Fernando Pessoa)

Cristina Branco forma parte, con Dulce Pontes, Mísia y Mariza, del grupo de nuevas fadistas que han acercado el fado a todo tipo de públicos, que supo desempolvar el género y aportarle nuevas posibilidades expresivas, más allá de las eternas nostalgias y fatalismos del alma portuguesa. La fuerza de su nombre contrasta con la dulzura de su voz.


El destino se cruzó en su vida con un golpe de suerte. Todo comenzó con una broma, una noche de canciones entre amigos”, le gusta recordar.  Nada en la vida de la tímida Cristina Branco indicaba que su destino sería el fado. Aprendió a canturrear con su abuelo materno, pero Cristina se sentía más cerca de Billie Holliday, Ella Fitzgerald, Janis Joplin y Joni Mitchell que de Amália Rodrigues

Tras la huída de su abuelo durante la dictadura, Cristina fue educada en la aldea de Almerim, en la zona rural de Ribatejo, al norte de Lisboa, lejos de las casas tradicionales de fado del Barrio Alto de la capital lusitana. Antes de entrar en el escenario por primera vez, en Amsterdam (1996 Zaal100), Cristina nunca se había imaginado intérprete. El periodismo era el “arte” que buscaba. Y, al igual que los jóvenes portugueses de su generación, nacidos con la Revolución de los Claveles, ella prefería el jazz, el blues o la bossa nova a aquel canto tradicional. “Después de la revolución del 74, era muy complicado decir que te gustaba el fado". El disco de Amália “Rara y Inédita” que le regala su abuelo acabaría por cambiar su vida para siempre, un disco de composiciones de poesía más contemporánea que resultó decisivo. Tal vez por eso, las palabras poéticas gobiernan todos sus discos. “A partir de ahí vi que el fado podía ir más lejos

Cristina Branco ve el fado de una forma independiente, única y, a menudo, llena de alegría. Así comenzó a fijar su carrera, donde el respeto por la tradición va de la mano con el deseo de innovar. Su música, a veces con tintes tristes y fatalistas, sabe también ser alegre y luminosa. Es en esta justa armonía donde se esconde toda la sutilidad de su aproximación al fado. Creó un estilo raro y, sin duda, sin precedentes, un estilo muy particular: un grupo tradicional (voz, guitarra portuguesa, viola y bajo), una voz a la vez leve, cálida y sentida. Y una mezcla de fados tradicionales, temas propios y canciones populares, siempre con cuidado de escoger las letras de los mejores poetas portugueses. Su arte es también escénico. Con una presencia sobria y sensual que invade el auditorio, su voz toma literalmente posesión de la sala y basta con verla, al final de los conciertos, dejar el micrófono y acercarse al borde del escenario para interpretar los últimos versos de una canción, para comprender el estrecho vínculo que ha sellado con el público.


El arte de Cristina Branco es inseparable de Custodio Castelo, su principal compositor y acompañante a la guitarra portuguesa. La complicidad entre ambos es indiscutible. Su sentido de la melodía, la fineza de los lazos que teje entre el texto y la música, su aprehensión intuitiva del timbre de voz de Cristina, dan lugar a fados particularmente expresivos, a atmósferas contrastadas y apasionadas, o a la célebre saudade, esa tristeza fatalista heredada del pasado marinero del país, que sabe alternar con episodios llenos de alegría o de sutil ligereza, creando una atmósfera única e inédita. 



Pero la voz de Cristina Branco es nómada. Apenas siente que las cosas están demasiado cómodas, sale en busca de un nuevo lugar de descanso: una nueva piel, y la piel nueva contiene nuevos valores, nuevos significados musicales, nuevos retos. Lo que la convierte en una muy interesante y versátil cantante. Por ello su interés musical presenta otras atracciones como lo son el Tango y la Chanson francesas Entre sus canciones en español destaca una bella versión de Alfonsina y el Mar


Buenas noches. Bona nit. Καληνύχτα. مَساءُ الخَير . Gabon. Boas noites. Bonne nuit.

domingo, 14 de febrero de 2016

Sonny Stitt

El lobo solitario

No podía dormir. Me levanté en la noche y, sin encender la luz, me dirigí al balcón. Habían florecido las palabras que planté en las macetas. Por ejemplo el verbo gritar. Las palabras solo sirven para atenuar el dolor. El dolor no sirve para nada. Las recogí y las lancé sobre el asfalto, una detrás de otra,  como una lluvia de confetis. He contemplado a los niños mientras dormían. He intentado conciliar el sueño. También pensar en una historia tonta: si eres una oveja y tienes insomnio, ni siquiera puedes contar ovejas. Sería un sinsentido. Da igual que seas una oveja blanca o una oveja negra. No hay distinción.

Las horas fluyen y el tic-tac sigue prisionero en su esfera. Tal vez la sombra del lobo se esconda  detrás de las manecillas.  Florecieron las palabras, eso fue lo que ocurrió. He podido escuchar tu respiración entrecortada,  he acariciado el contorno de tu cara en la almohada. Entonces me he despertado y no estabas a mi lado. Luego he visto los armarios vacíos y una grieta en el comedor que supuraba tu ausencia. Las palabras germinaron con espinas. Por ejemplo la palabra miedo. También el verbo llorar.


Sonny Stitt es uno de esos grandes saxofonistas que quedan en el semi-olvido por haber sido coetáneos de los inconmensurables Coltrane, Rollins, Gordon, Webster. Un bopper total, parkeriano hasta la médula, con un calor, un fraseo de lo más coherente, sin virtuosismos baratos; para mí uno de esos músicos de jazz que mejoran con el tiempo.

De joven tocó con los más grandes del bebop, Gillespie, Parker incluidos. Su música está imbricada en el sonido que los jóvenes de la calle 52 inventaron en los años cuarenta y fue fiel mientras vivió a esa forma de música.
El bebop es ese jazz que surgió en los cuarenta, con Parker, Gillespie y Bud Powell, entre otros. Si en aquellos momentos la música de avanzada era un producto de blancos, el bop fue producto exclusivo de negros. El bop tiene una complejidad armónica y rítmica que compite con, y derrota a, cualquier otra música. Desde el punto de vista melódico, los temas no se reconocen fácilmente pues están construidos por frases cortas, disonantes, apresuradísimas.

Sin embargo, a lo largo de su carrera Stitt combina bebop, blues y swing en un sonido que corría riesgos, es cierto, cuyo objetivo era que el jazz llegara a la gente como algo maravilloso. Esa inquebrantable devoción al progreso en el jazz y sus constantes giras le valió del crítico Dan Morgenstern el apodo de “lobo solitario”.

Sonny Stitt gravó más que cualquier otro instrumentalista jazz. La discografía a su nombre cuenta con cerca de ciento cincuenta álbumes espléndidos. Fue tanta la frecuencia con la que gravó que a menudo no podía recordar sus sesiones un año más tarde. 

Aunque eclipsado en su época por la extraordinaria atención que se centró en Charlie Parker, Stitt fue muy admirado por los aficionados y músicos. Es cierto que en su articulación, fraseo y técnica hay evidentes similitudes con las que usa Parker en el saxofón alto. Pero es injusto considerar a Sonny un mero imitador. Sobre la base de las innovaciones de Parker, Stitt las adaptó a los saxofones barítonos y tenores. Al hacer esto, amplió su propio conocimiento armónico, y esta gama de colores ampliada de timbres y recursos armónicos en última instancia, le permitió establecer una voz instrumental que era enteramente suya.

Stitt fue especialmente eficaz con los blues y con las baladas. Tengo que reconocer que es lo que más me engancha de él. Para mí ha sido casi un lujo, una sorpresa cautivadora que convierte la noche más triste y anodina en un ejercicio de liberación, de dejarse llevar por la magia de los sonidos. Es de lo más bueno que he escuchado

The Nearness of You (1955)
Sonny Stitt Quintet


Body and Soul (1956)


A Blues Offering (1959
Sonny Stitt Quartet 


Algo un poco diferente. A Minor Sax (1958) y  C Jam Blues (1964)


Dos piedras preciosas: Yesterdays y Angels Eyes (Sonny Stitt- Hank Jones Trío)


Empieza a llover. Por fin. Buenas noches. Bona nit. Καληνύχτα. مَساءُ الخَير . Gabon. Boas noites. Bonne nuit.