Su nombre significa
“esperanza” en árabe. El mismo sentimiento que la cantante que quiero
presentaros esta noche, Emel
Mathlouthi, supo transmitir a una juventud tunecina anhelante por
reconquistar la libertad perdida bajo el régimen de Ben Ali. Su canción Kelmti Horra (Mi palabra es libre),
interpretada de forma espontánea durante las protestas de la Revolución de los
Jazmines en 2011, dio la vuelta al mundo convirtiéndola en “la voz de la
primavera árabe”. "Somos hombres libres que no tienen miedo", dice. "Somos
los secretos que nunca mueren / y somos las voces de los que se resisten".
"La
canción nació en la playa en el festival de cine de Kelibia. Por algún tiempo
tuve en mente esos versos sin encontrar la melodía correcta. La magia sucedió
esa noche”.
Cuando empezó
la revolución tunecina, desencadenada por la autoinmolación del vendedor
callejero tunecino Mohamed
Bouazizi a fines de diciembre de 2010, Emel vivía en París, donde se había
mudado hacía dos años, para poder cultivar, expresar y compartir su arte con
los demás porque su música había sido prohibida por el gobierno tunecino. “En
Túnez no había espacio para poder realizar todo eso (…) Cuando ocurrió la
revolución, una de mis canciones explotó y trajo luz a todo el trabajo que
estaba haciendo”. Fue una verdadera suerte que eso fuera así ya que el
poder creativo de su obra está acorde con el poder ideológico.
Habiendo
crecido en Túnez durante el régimen autoritario de Zine El-Abidine
Ben Ali, Emel comenzó a escribir canciones de protesta allá por el 2004. “Empecé a escribir canciones a los 10 años, pero
entendí el gran poder que tienen para sacudirse de la apatía escuchando a Björk y Joan Baez".
Escuchando su
álbum debut, "Kelmti Horra" (2012), y su último lanzamiento,
"Ensen" (2017), parecería que en el centro de la musicalidad de Mathlouthi
se encuentra un profundo rechazo a los límites culturales o conceptuales, y,
como respuesta, el deseo de intentar su disolución. Su trabajo resulta, por lo
tanto, un hipnótico y cautivador remolino de diferentes instrumentos, ritmos,
culturas, tiempos, influencias e incluso idiomas.
Es el caso,
por ejemplo, de la canción Nací en
Palestina (en inglés, "I born in Palestine"), cuyas letras son en
español y en árabe. Aunque Mathlouthi añadió las letras árabes en su versión de
la canción, e imaginó a Palestina como la fuente geográfica de su protesta,
ella basó su interpretación en una canción llamada Nací en Alamo (en inglés,
"I born in Alamo"), presentada en la película "Vengo" (2000).
En esta
canción trata de describir el sufrimiento de un hipotético ciudadano palestino
que su voz (traduciendo del español) grita: "No tengo lugar, no tengo
país, no tengo patria". Con mis dedos hago fuego, y con mi corazón canto,
las cuerdas de mi corazón lloran”. Cuando el ciudadano palestino canta
en árabe, repite los mismos versos cantados previamente en español, pero estos
culminan con las palabras "mi historia no puede borrarse".
No estamos
obligados, como nuestros hermanos y hermanas palestinos, a entrar en la línea
de fuego para defender nuestros derechos, pero estamos obligados a mostrar
solidaridad y a crear presión para que lo que hace Israel se tenga en
cuenta. #Gaza #stopthekilling#stoparmingisrael
escribió en su cuenta
de Facebook ante la reciente masacre de Gaza.
Siete años
después de aquella revolución, las composiciones de la artista, principalmente en árabe y con influencias
que van de la canción protesta al heavy metal pasando por el trip-hop, escapan
a cualquier intento de clasificación. Mezcla de ritmos electrónicos y de
instrumentos tradicionales tunecinos, la música de Mathlouthi es libre y su
afán por experimentar y reinventarse es constante.
Sus vibrantes letras se escuchan hoy en los escenarios de medio mundo, pero la cantante lamenta no tener
más visibilidad en su país, donde solo ha actuado una vez en los últimos seis
años. “Prefiero guardar una relación intacta con Túnez. A veces estoy
enfadada y a veces no. Quedan muchas cosas por hacer” afirmó a su paso
por Madrid el pasado
abril.
Un ejemplo
claro de todo lo que queda por hacer es lo que pasa cada año después de la
revolución con la llegada del Ramadán, algo que suscita un profundo debate sobre los
límites de la libertad de conciencia defendidos en su Constitución. Esta
semana, un grupo de ONG, entre ellas la galardonada Liga Tunecina de losDerechos Humanos, han dirigido una carta abierta al presidente de la República,
Beji Caïd Essebsi, para reclamar que el Estado respete la libertad religiosa
durante el mes sagrado islámico, que prescribe el ayuno durante las horas de
luz diurna. Las organizaciones exigen que este año las autoridades no obliguen
al cierre de cafés y restaurantes, ni arresten aquellas personas que coman o
fumen en público. El año pasado, un total de cinco personas fueron condenadas a
un mes de prisión por romper el ayuno en espacios públicos.
Hace un par de
días, El País
publicaba la lucha de la juventud tunecina por su libertad real y por el
cambio. Cuatro años después de haber aprobado una nueva Constitución
democrática, Túnez se halla inmersa aún en un proceso de renegociación de sus
normas sociales. La Carta Magna garantiza la libertad de conciencia en el
artículo 6, algo que choca con diversas leyes y circulares previas, así como
con algunas costumbres. Entre ellas, la que obliga a los comercios de restauración
que quieran abrir sus puertas durante Ramadán a que lo hagan con disimulo. Así,
la mayoría cubren sus cristales con cartones o periódicos. El hecho de que,
siete años después de la caída de la dictadura de Ben Alí, todavía no se haya
constituido el Tribunal Constitucional por falta de consenso entre los partidos
dificulta la depuración de las normas anticonstitucionales. Pero volvamos a la voz de la esperanza...
"La
voz de Emel Mathlouthi siente como si el corazón de un ave fuera incendiado por
el punto más profundo del océano, un fuego que nadie puede extinguir espera el
punto más alto del cielo. Pero el pájaro no quiere que su corazón deje de
arder, por lo que el viento puede seguir recogiendo sus cenizas doradas y
espolvorearlas sobre los labios grises, secos y hambrientos de la belleza
" (Anónimo)
La voz Emel Mathhlouthi tiene
el aroma del jazmín, dulce y palpitante como la primavera árabe, canciones en boca de miles de jóvenes tunecinos que reclamaban derechos
básicos de todo ser humano, el trabajo, la libertad, la dignidad, convirtieron en
himnos. Primavera entumecida, ahora muy lejos. "Pero no todo está perdido. Hasta
ese sueño que había tenido una visión de la luz de una realidad diferente
existe y resiste, dará escalofríos a cualquier nueva dictadura" garantiza
Emel.
Definiéndose a
sí misma como una "revolucionaria", también defiende enérgicamente
los derechos de las mujeres en el mundo árabe y, en 2014, participó en el
documental de Ayat Najafi ,
No Land's Song,
que protesta por la condición de cantantes y artistas en el Irán de Ahmadinejad.
En su cuenta de Facebbok
he podido leer este mensaje después de una actuación para chavales en El Cairo:
La
actuación más increíble en mi vida ocurrió ayer en este barrio. Queremos hacer
mucho más para que las personas vivan en condiciones iguales pero mientras
tanto la cultura debe ser llevada a todos y en todas partes. Hasta que lleguemos
allí, vamos a seguir luchando.
#Cairo #Egypt #childhood #innocence #ensentour #getoutofyourlife#sharingisfighting #redbullfeelshare3
Su trabajo
musical y su larga lucha política fueron recompensados con una nominación en
2015 por Popmatters y
una actuación individual en la ceremonia del Premio Nobel de la Paz en 2015. "Fue
más allá de lo que podría haber esperado", dijo en una entrevista
telefónica desde la ciudad de Nueva York.
Siempre fiel a
su relación entre su búsqueda musical y su compromiso político y social,
Mathlouthi lanzó su segundo álbum, “Ensen”, el año pasado, representando la
culminación de su viaje artístico. Cantado casi en su totalidad en árabe, el
álbum utiliza la combinación única de ritmos norteafricanos y ritmos eléctricos
modernos que siempre ha sido característica de su trabajo. Experimentad la
intensidad poderosa de su voz y descubrid las profundidades de su trabajo
musical.
Los latidos
atronadores y las texturas incendiarias electrónicas abundan. Sus movimientos
en el escenario pueden ser siniestros, a veces hace piruetas, a veces acechando
amenazadoramente alrededor de sus compañeros de banda, como si se rompiera a
cada paso cual bailarín moderno.
Todavía
tenemos que sentir el dolor de los demás. Esa es la base de que no vayamos
hacia la deshumanización. Ese es mi gran punto. Entonces eso es político. Odio
la palabra político hoy más que nunca porque es muy sucio. El arte tiene que
encontrar una nueva definición para luchar, para asociarse. Creo que mi arte
siempre se va a preocupar. Me siento más cómoda agregando [ese término] a mi
arte que agregar el término político”.
Fuentes
http://www.cafebabel.es/cultura/articulo/emel-mathlouthi-la-rebelde-de-jazmin.html
https://pitchfork.com/features/rising/9949-why-the-world-needs-emel-mathlouthis-anthems-against-the-dictatorship-machine/
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