Adiós al profeta del jazz
de vanguardia en tierras extranjeras
Lo juro. La he visto esta mañana, no tengo ninguna duda. Viajábamos
juntos en el mismo vagón de tren. La sentí cerca. No la he perdido de vista. No
ha reparado en mi presencia. Esos ojos, esa mirada. Era ella. Descendí del
vagón en la primera parada. Curioseó mi miedo. Se reía. Han pasado seis horas y
todavía tengo el pánico en el cuerpo. Sigo deambulando por el andén. No sé
dónde estoy. Quieto, parado, en ninguna parte. La diferencia entre la suerte y
la muerte es sólo una letra. Os lo prometo. Era ella.
Hoy no tocaba hablar
de jazz. Hoy quería dedicarle este post a una mujer irlandesa que me encanta (No;
no os voy a decir su nombre. Ya llegará…) Hace relativamente poco que le
dediqué ya uno a un saxofonista increíble, Sonny
Stitt, alguien que cuando cruje la tristeza sus notas le dan forma (¿sólo tristeza?
Se respira demasiado desaliento en el/mi/nuestro mundo, quizás) Pero al poner esta mañana la radio, eterna compañía matutina y nocturna, la muerte de Gato Barbieri me ha dado
los buenos días. ¡Qué mala (s) muerte!
Barbieri fue
el segundo músico argentino en tener un impacto significativo sobre el jazz. El
primero fue Lalo Schifrin,
en cuya banda Barbieri tocó cuando era un adolescente. Su historia ha sido la
de una odisea en zig-zag entre su país y América del Norte: Comenzó a tocar ritmos
latinos tradicionales en sus primeros años, dando la espalda a su herencia en
los años 60. En 1962, junto a su esposa de aquel entonces, Michele (que
falleció en 1996), el Gato pasó unos meses en Brasil y luego partieron a
Europa. Allí, tuvo un encuentro trascendental con el trompetista de free jazz, Don Cherry sumergiéndose en
el movimiento de jazz de vanguardia.
"Esa
unión fue importantísima para mí. Nos conocimos porque él había ido a tocar con
Sonny Rollins. Pero tuvieron un cruce, Sonny le dijo «no me molestes mientras
estoy tocando», y se separaron. Entonces, conseguí una audición con Don en
París, me escuchó tocar y le gustó. «OK, empezás mañana», me dijo. Con él toqué
tres años y aprendí muchísimo, en el sentido de que no hay que hablar mucho,
para tocar tenés que usar tu corazón y tu cabeza. Hay músicos que hablan
muchísimo y no pasa nada. Y Don, en cambio, nunca tuvo necesidad de decir nada.
Él no sabía escribir música, así que yo le copié todos sus temas. De todas
maneras, era un genio." Juntos, grabaron tres discos
indispensables: Toghetherness (1965), Complete Communion (1966) y Symphony for
Improvisers (1966).
En los años 70
vuelve a las influencias de América del Sur, pasando por el pop y la fusión. Cuando
su enfoque y su tono comenzaron a suavizarse un poco que interpretó baladas
como Cuando
Vuelva A Tu Lado y Europa de Carlos
Santana-
No obstante,
independientemente del idioma en el que trabajara, la sangre caliente de Barbieri
ha hecho de él uno de los solistas de saxo tenor más abiertamente emocionales
de la historia de la música.
El año pasado,
Barbieri recibió un premio por su trayectoria, el Grammy Latino, por una carrera que
cubre "prácticamente todo el panorama del jazz." El reconocimiento de la Academia
Latina de la Grabación acreditó a Leandro "Gato" Barbieri como el creador de "un estilo
musical rebelde pero muy accesible, que combina el jazz contemporáneo con
géneros latinoamericanos y los elementos del instrumental pop que
incorpora."
El saxofonista
ya había ganado un Grammy a la mejor composición instrumental en 1973 por su
música para El último
tango en París, el polémico para la época drama erótico protagonizado por Marlon Brando y Maria Schneider que le
valió dos nominaciones a los Oscar. Cuando el
director Bernardo
Bertolucci necesario música atractiva para el último tango, pensó en Barbieri que era conocido por el sonido
distintivo, sensual, enorme de su saxo tenor "Fue como una unión entre la
película y la música", dijo Barbieri sobre la banda
sonora que lo convirtió en una estrella internacional, en una entrevista de
1997 con The Associated Press . "Bernardo me dijo: No quiero que la
música sea demasiada Hollywood o demasiada europea, que es más intelectual. Quiero algo intermedio”
Para el Gato, el
tango tenía un atractivo especial, porque está estrechamente ligada a su alma
argentina. "Siempre en el tango es una tragedia: Ella lo deja, ella lo mata.
Es como una ópera pero se llama tango". "Las letras y las melodías
son muy bonitas. Es muy sensual." dijo Barbieri en 1997, interesante
opinión teniendo en cuenta que la mitad de los argentinos, incluido él, tenía
raíces en Italia.
Las últimas
tres décadas no fueron muy prolijas. Una pérdida de rumbo en los ochenta, en
medio de cambios en el mercado musical y adicciones. La muerte en 1995 de su
esposa Michelle, una presencia fundamental en su vida y en su carrera, lo sumió
en una depresión, uno de los factores que desembocaron en un triple bypass.
Volvió a grabar en 1997, “Pero qué pasa”, “che corazón” (1999) y “The Shadow Of
The Cat” (2002) son una versión desdibujada de sus trabajos más comerciales de
finales de los setenta.
"La música era un misterio para Gato,
y cada vez que tocó fue una experiencia nueva para él, y él quería que fuera de
esa manera para su audiencia", dijo su mujer durante los últimos 20 años, Laura, al
anunciar su muerte en un hospital de New York a causa de una neumonía."Fue
honrado por todos los años que tuvo la oportunidad de llevar su música por todo
el mundo." Grabó más de 35 discos en una carrera que abarcó cinco
décadas y sonidos mezclados de las grandes bandas de jazz libre de América del
Sur y estilos caribeños.
Con su eterno
sombrero de fieltro Gato Barbieri estaba a caballo entre la vieja y la nueva
escuela con un sonido tan preternaturalmente visceral, tan emocionalmente puro
que simplemente trasciende ritmo y tiempo. Sé que lo que he escogido para
honrarle deja de lado la parte más “salvaje” de Gato Barbieri, el que yo conocí
en el soleado ático de Sant Andreu junto a Miles Davis y John Coltrane. Era un
alma libre; ello y su herencia latina tenían una mayor carga de alegría que la
que yo dejo aquí. Pero el mundo en el que vivo no me gusta. Y, estoy convencida,
a él tampoco.
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