“Sin música, la vida
sería un error”
Nietzsche y la Música; sí. Aunque a alguno de vosotros le
pueda sorprender, no es posible pensar la Música sin Nietzsche. “Nietzsche
fue un músico. Ningún otro arte estuvo tan cerca de su corazón como la
música", escribió Thomas Mann. en su Preludio hablado a un homenaje musical a Nietzsche"Su
lenguaje, su lenguaje mismo, es música y manifiesta una finura de oído
interior, una maestría del sentido para la cadencia, para el tempo, para el
ritmo de la palabra aparentemente suelta, que carecía de ejemplos hasta
entonces en la prosa en alemán y, probablemente también, en la europea".
Sin duda es así; el filósofo
alemán comienza su vida pública, escribe sus primeras obras, dominado y
enfervorizado por la música: ella es el motor de “El
Nacimiento de la Tragedia” y de sus escritos preparatorios, y termina
su vida, también con la música, en el mismo borde de su demencia sin retorno en
1888 con “El
Caso Wagner” y “Nietzsche contra
Wagner”. En todo el tiempo intermedio, nos encontramos con la música
como destino en toda su obra, indicándonos cómo Nietzsche, quizás por encima de
todo, sea la frustración del músico, del gran compositor que nunca llegó a ser.
Este es el tema de esta noche.
Para Friedrich Wilhelm Nietzsche,
la música expresa, más que cualquier
otro arte, la realidad de la voluntad de poder. Ella es, aun trágica y
melancólica, el estimulante de la vida. El citadísimo pasaje de “El
crepúsculo de los ídolos” que inaugura este post encierra, ciertamente, una de las más elocuentes
profesiones de fe en el milagro de la música que, desde Orfeo, apacigua a las
fieras y no cesa de emocionarnos e interrogarnos.
Como dice sobre el pensador y músico alemán, el filósofo Gustavo
Varela: “Y es la música el arte que, como prisma de análisis, permite no sólo
apreciar la pobreza del pensamiento moderno, sino también leer la historia de
la filosofía como el desenvolvimiento de una palabra que petrifica. Para
Nietzsche, la música es lo obstruido por una forma de pensar, es decir, un
principio de liberación que queda sepultado por una filosofía del deber, del
cálculo y de una espiritualidad programada” (La filosofía y su doble)
Partitura autógrafa |
La historia de esta relación no
deja de ser paradójica, porque, al parecer, en un principio, Nietzsche, como
tantos otros en su momento, se había mostrado reticente a la música de Richard Wagner. Pero a
raíz de la audición del preludio de “Tristán
e Isolda” y la obertura de “Los
maestros cantores de Núremberg” queda literalmente deslumbrado y se
confiesa wagneriano de tiempo completo: “A su lado se siente uno como cerca de lo
divino”, llegó a declarar en los momentos de entusiasmo.
Porque Nietzsche juzga con el
estómago: para él, la estética no es más que fisiología aplicada, es decir, la
mala música intoxica y la buena música fortalece.
Si el Tristán le había
entusiasmado, las óperas siguientes de Wagner determinaron una progresiva
inversión de tendencia que se tornó en ruptura, primero, y en odio visceral más
tarde. A Wagner achacará finalmente los defectos de lo alemán: pesadez,
gesticulación hueca y altisonante y ampulosidad.
Y así se planteó la pregunta: ¿Qué
quiere pues, de la música mi cuerpo entero? Pues no es del alma... Creo que su
aligeramiento. Como si todas las funciones animales debieran ser aceleradas mediante
ritmos ligeros, audaces, turbulentos; como si el bronce y el plomo de la vida
debieran olvidar su pesantez gracias al oro, la ternura y la untuosidad de las
melodías. Mi melancolía quiere descansar en los escondites y los abismos de la
perfección: he aquí por qué necesito de la música¨. (Nietzsche contra Wagner)
Por ello acabó concluyendo que “Wagner
es una enfermedad. Contamina todo lo que toca”. Pero había un antídoto
y Nietzsche lo encontró en la Carmen de Bizet. La luz del
Mediterráneo contra las brumas del Norte, lo corpóreo contra lo razonable. La
música de Carmen, sus ritmos, sus melodías, encarnan la ligereza, la
sensualidad, la fisicidad, la inmediatez... Con Carmen, Bizet no sólo salva la
música, nos salva a todos.
Sin embargo, algo que el mundo de
la música parece ignorar es la faceta de compositor del Nietzsche. Sirva como ejemplo “El último oficio de Nietzsche”
de Thomas Abraham,
donde en el último capítulo que se llama, precisamente, “Músico”, ni siquiera
se menciona que haya compuesto nada. Sólo dice que soñaba con ser músico.
Son muchas las contradicciones
del Nietzsche compositor, en parte porque la mediocre calidad de sus partituras
no admite atenuantes. “Es lo más desagradable y antimusical que he visto en
mucho tiempo”, escribe Hans von Bülow a
propósito de su Manfred Meditation.
El mismo Nietzsche que predica el
desprecio a la música romántica denominándola enervante, blanda y afeminada,
practica en sus piezas un estilo de lo más convencional y burgués. El mismo que
postula la primacía absoluta del sonido sobre la palabra se dedica
fundamentalmente a escribir canciones. Parece ser que su verdadero valor estaba
en la improvisación. Dicen algunos testimonios de quienes le rodeaban que
cuando improvisaba al piano sus ideas musicales, rozaba la genialidad; pero
cuando plasmaba esas ideas y las fijaba en una partitura, realidad intemporal
que contiene una forma y un pensamiento que se desarrolla en el tiempo, no
superaba la mediocridad.
Para Cristóbal Halffter sin embargo, Nietzsche fue un gran conocedor del arte de la música y al mismo tiempo un músico por vocación y afición: un músico autodidacta pero un músico activo.
Y es que, en su juventud dudó largo tiempo antes de decidir dedicar sus principales esfuerzos a algo que no fuera estrictamente musical. Se sabe por testimonios de sus contemporáneos que se desenvolvía bastante bien en el piano, sin acceder, ni remotamente, a la categoría de virtuoso. Incluso el propio Wagner le dijo en una oportunidad: “Usted toca demasiado bien el piano para ser profesor de filología”
Nietzsche compuso un buen número
de obras entre las que me gustaría destacar una extraña obra orquestal escrita
en 1864 titulada "Eine
Sylvesternacht" y una réplica o continuación de la misma, diez años
más tarde que tituló "Nachklang
Einer Silvesternacht " ("Una noche de San Silvestre" y
"Ecos de una noche de San Silvestre") que demuestran su imaginación y
fantasía.
Por otra parte, hay mucha música
religiosa. Resulta curioso pensar que el autor de “El Anticristo”, sea la
misma persona que compuso el Miserere a
cinco voces.
Su última composición, la Oración a la Vida, es fruto de la
convivencia durante tres semanas con su alumna Lou Andreas Salomé.
El maestro se había enamorado perdidamente de la alumna que le regaló un poema
escrito por ella mucho tiempo antes y que él adaptó a otra pieza musical que ya
había compuesto: el Himno a la Vida
Los registros discográficos de
las composiciones de Nietzsche merecen ser recorridos. Sobre todo las canciones
entonadas por el legendario barítono berlinés Dietrich
Fischer-Dieskau, experto en el repertorio liederístico.
También se consiguen en el mercado,
no sin esfuerzo, dos CD grabados en Canadá que incluyen composiciones para
piano, para piano y voz (femenina y masculina), para piano y coro, y para violín
y piano. El nivel de estos trabajos es alto y permite disfrutar sin obstáculos
de la ternura y juvenil alegría de las piezas nietzscheanas.
En definitiva, su música,
delicada y más bien jovial, ceñida al gusto y los patrones armónicos de la
época y ajena a cualquier intención de ruptura, no sólo es prewagneriana sino
prenietzscheana. Y aunque logra páginas decorosas e incluso sugestivas, ajustadas
a su precepto de que “la música debe ser serena y profunda como
una tarde de octubre” no permiten presentir al intelectual iconoclasta,
al hombre atormentado que escribía con sangre.
En la música halló Nietzsche el
escenario donde montar el coro, a veces consonante y, otras, disonante, de sus
contradicciones: diálogos, guerrillas verbales, silencios. Al final se volvió loco, inmóvil y taciturno. Las palabras lo habían abandonado pero no la música, ni su
madre. Sonreía al escucharla y podía aún descifrarla en el piano.
Buenas
noches. Bona nit. Καληνύχτα. مَساءُ الخَير . Gabon. Boas noites.
Lo que no imaginábamos de la genialidad, la mediocridad, la improvisación, el don de la palabra y el pensamiento, aquí, servido en bandeja de oro, música y Nieetzsche a un tiempo.
ResponderEliminarEres única, Victoria.
Gracias por aleccionarnos tanto y tan bien.
besos
Hay tanto que aprender y tan poco tiempo, Pilar... Gracias a ti, siempre. Un besazo.
EliminarMuchas gracias por compartir tú saber que he disfrutado profundamente.
ResponderEliminarGracias a ti por pasarte por aquí. La verdad es que es un tema que se sale de la norma de las entredas dedicadas a la música pero me pareció un tema apasionante.
EliminarGracias de nuevo, Benjamín. Un abrazo.