A Charlotte Gainsbourg, la hija del loco-genio-punk de la “chanson” Sergei Gainsbourg y de la bellísima actriz Jane Birkin, se le otorga el honor de haber sido la protagonista de uno de los debuts más escabrosos y polémicos que conozco. Tenía tan sólo 14 años cuando su padre y ella interpretaron el tema “Lemon Incest”. El juego de palabras, la ambigüedad y el equívoco escandalizaron no sólo a la bien pensante burguesía francesa sino a la progresía del país vecino. “El amor que nunca haremos es el más hermoso” provocó mucha controversia, aunque, a decir verdad, para Charlotte nunca fue mucho problema sumarse a las provocaciones de su padre y mucho menos vivir a su enorme sombra.
A los hijos de famosos con dinero nadie les protege de esa enfermedad que les hace creerse dueños del mundo. Eso le podía haber pasado a Charlotte, que nació dos años después de que papá y mamá hubieran tenido gran éxito con la canción “Je t’aime, moi non plus”, en 1969. Pero la regla dice que los hijos de padres escandalosos suelen oponerse a ese “linaje” de perfil bajo. Quizás por ello lleva 16 años casada con el actor y director francés Yvan Attal, padre de sus dos niños, y ha acabado siendo una actriz y cantante intensa y honesta después de haberse encontrado siempre teniendo que elegir. Elegir entre ser inglesa de adopción o francesa de nacimiento; entre encandilar a un público francés rendido a los pies de su padre o hacerse un sitio en los hits de Gran Bretaña, entre ser cantante o actriz, hacer películas de culto o producciones de les “majors”.
Pero la vida de glamour de esta artista no le sirvió de nada ante un derrame cerebral provocado por un accidente de esquí acuático. Los hospitales son lugares de paréntesis en los que la vida se para y te enfrenta a tu propia fragilidad. Y eso le pasó a Charlotte que después de la operación tuvo que empezar a vivir de nuevo. Hasta hoy.
En “L’un part, l’autre reste”, tema principal de la película del mismo nombre, su voz-susurro penetra hasta nuestro interior; una voz frágil, tenue, siempre a punto de romperse, utilizada con mucha inteligencia.
Hay quien se pregunta cómo una voz tan limitada puede haber encontrado un público tan fiel. Quizás porque somos muchos los que llegamos a estas horas de la noche necesitando un poco de ternura.
Porque, como dice Silvio Rodríguez “entre el espanto y la ternura la vida canta” Y la noche, susurra.
No la conocia, me encanta. No coozco la pelicula tampoco pero me imagino la musica sonando entre imagenes de un paseo por un parque en otño, dia frio quizás lluvioso, el suelo cubierto de un manto de hojas secas y caminando cabizbajo pensando en mis cosas. mola ;))
ResponderEliminarÍntima y cálida...Una pequeña voz con talento.Ángeles
ResponderEliminarDespues de tantos problemas...Victoria me vuelves a leer el pensamiento y aparece este remanso de paz.Graciasss
ResponderEliminarUna cosa quiero resaltar. Mi mujer colgando canción francesa!!!! Ella que ¿odia?, todo lo que huela a gabacho... (Menos mal que mi hija me entiende y aprecia el cine francés)...
ResponderEliminarLos antecedentes familiares y su propia vida es lo más interesante de esta artista. Yo solo he oido el cd del 2009, "IRM". La verdad me parece un tostón. Pero has sabido seleccionar una pieza encantadora. La niña parecía tonta pero no lo es, no señor. Buen olfato.
Un besote, Ángeles y Fuen!!! Este fin de semana será muy largo para mí. Espero poder saludaros en algún momento. Gracias por compartir estos merecidos momentos de paz. Creo que nunca los había necesitado tanto.
ResponderEliminarDe IRM no hubiera compartido nada, Jesús. A mí también me parece un tostón.
ResponderEliminarHe buscado una canción francesa, a pesar de que no les tengo en gran consideración, por la dulzura y sonoridad de su acento. Y a Charlotte, por su voz.
Las voces son protagonistas constantes de mi música nocturna.
Tienes razón. A veces me descubro a la caza y captura de "ese" tema que me abre su puerta y me cautiva.
Sobre mi relación con los gabachos, ya sabes que mantengo una relación de amor odio. Edith Piaf, Truffaut, Louis Malle, Costa-Gavras, Aznavour... tienen verdaderas joyas que me encantan, pero Amelie no tuvo la misma suerte.
Supongo que hay mucho elementos historicos y familiares que lo justifican.