domingo, 22 de marzo de 2015

Kenny Wheeler

Entre la melancolía y el caos

La trompeta es todo dolor, leí un día, más aún si mezclas trompeta y jazz. Con el jazz el músico está improvisando, está creando de manera simultánea y está creando con toda la espontaneidad, con toda la libertad que la imaginación te puede ofrecer. 

Nada te frena, nada te inhibe de expresar tus sentimientos de manera completamente sincera y libre. Dizzy Gillespie reconocía que “algunos días te levantas, pones la trompeta en tus labios y suena bastante bien, y entonces es un triunfo, otros lo intentas y lo intentas y nada funciona, y entonces es la trompeta la que gana. Esto sigue así hasta que te mueres, y entonces es la trompeta la que vence”. La trompeta te vence, te arrastra, te cambia por dentro opina el trompetista cubano Arturo Sandoval , quizás como en este corto.


Esta noche quiero hablaros de Kenny Wheeler, una figura importante en el jazz moderno y la improvisación contemporánea desaparecido hace medio año. Un trompetista virtuoso de rara distinción, que disfrutó de una larga y exitosa carrera construyendo una reputación internacional. Además de trompetista, fue fliscornista, compositor y arreglista, una de las voces más personales e idiosincrásicas que ha dado el jazz en su historia. Logró todo esto sin dejar de ser casi dolorosamente modesto y retraído. 

Porque Kenny era uno de esos genios discretos, humildes, hasta demasiado, mientras otros músicos con muchos menos méritos generan un ruido mediático mucho menos merecido. Como el crítico Richard Williams comentó recientemente: "Pocos músicos importantes han hecho más ruido con menos alboroto". Un modesto gigante, un osado improvisador y el creador de hermosas piezas alejadas del camino tradicional.


El estilo maduro de Wheeler se caracteriza por dos rasgos contrastantes: por un lado, un lirismo suave y bastante tentador y por el otro el impulso de perturbar el ambiente tranquilo que él ha creado, un sonido al servicio de unos temas inolvidables con un poso de belleza triste, de melancolía como escribía antes, de un caos controlado que lo que consigue es remarcar la parte sentimental de los temas.

"Todo lo que hago tiene un toque de melancolía y un toque de caos", dijo en una entrevista con la BBC. “Lo que sé hacer mejor es escribir canciones tristes y, a continuación, dejar que músicos maravillosos las destruyan. No quiero que quienes las tocan traten de interpretar lo que ellos piensan que yo estoy sintiendo” Su paleta armónica y su sonido singularmente reconocible vivirán en la memoria de todos los que le escuchamos y en el extraordinario legado de grabaciones y composiciones. 

Wheeler tuvo una mezcla de ideas visionarias y esfuerzos tambaleantes para negociar los márgenes artísticos y económicos característicos del mundo del jazz. Quizás no fue una coincidencia que su primera aventura de componer con grandes nombres fuera el álbum “Windmill Tilter” de 1968, con un Don Quijote, el legendario perdedor. Al final de su vida, su delicada situación personal y financiera había movilizado la solidaridad del mundo del jazz, que entre otras cosas organizó diversos conciertos benéficos en su Canadá natal.

Wheeler llegó a Londres desde Toronto en 1952, estudió con Richard Rodney Bennett, quedó fascinado con las armonías del compositor clásico Paul Hindemith, y empezó a tocar la trompeta al estilo bebop en la década de 1960 con estrellas del jazz incluyendo al fallecido Joe Harriott y Tubby Hayes, y de libre improvisación con el pionero Spontaneous Music Ensemble. En 1968, John Dankworth  invitó Wheeler a componer una suite para su orquesta de las estrellas, en ese momento, incluyendo tales como el guitarrista John McLaughlin y el bajista Dave Holland. Es una pieza típica de principios del Wheeler llena de melancolía: Sweet Dulcinea blue.


Tremendo autocrítico, Wheeler odiaba la escucha de su propio trabajo, dudaba siempre de su talento y la fama que “Windmill Tilter” le había ofrecido. Siete años tuvieron que pasar antes de aceptar otro reto. Fue cuando la fe de ECM Records y su jefe Manfred Eicher tuvieron en él que abrió la siguiente puerta, con “Gnu” poniéndose al frente de un maravilloso trío estadounidense Keith Jarrett (piano), Dave Holland (contrabajo) y Jack DeJohnette (batería).


Wheeler hizo una serie de álbumes excelentes para ECM en los años 1970 y 80, incluyendo “Deer Wan” (con Jan Garbarek) y “Double, Double You” (con Michael Brecker), pero “Music for Large and Small Ensembles”, en 1990, fue su mayor triunfo, una fusión de la música norteamericana folk, jazz abstracto, y la expansión imaginativa de los recursos armónicos de una formación de jazz. Como iba a hacer a través de gran parte de su carrera, Wheeler utilizó la voz de su amiga y alter-ego Norma Winstone como instrumento adicional que ilumina. Aquí está la Apertura de “Sweet Time Suite” .
    

Su talento sobre todo para componer "canciones bonitas" y el reconocimiento de su oído melódico único, llevó a músicos de todas las tendencias y las edades en todo el planeta a querer interpretar su música. A continuación un muy famoso Kind Folk, del LP “Angel Song” de 1995 en una versión con el pianista Brian Dickinson.


Pero de todas las composiciones de Kenny Wheeler la más conocida es Everybody's Song But My Own el clásico que a sus acompañantes les gusta introducir como el "golpe de Kenny",  la canción que más se toca. Una típica melodía de Wheeler uniendo la alegría y la resignación flemática sin dejar de estar abierta a improvisaciones.


En diciembre del 2013 grabó, sin saber, lo que sería su último disco. En su obra póstuma, Wheeler incluye composiciones relativamente recientes, así como una versión renovada de “Old Time” (obra frecuente del repertorio del trío Azimuth) y “Nonetheless”, un tema presentado en el disco Angel Song. Songs for Quintet fue grabado en los estudios Abbey Road de Londres con cuatro de los músicos favoritos de Wheeler: Stan Sulzmann, John Parricelli, Chris Laurence y Martin France, quienes tocan magníficamente como unidad interactiva, ejecutan destacados solos, y proveen elegante apoyo al lírico fliscornio del líder. La sesión resultó ser la última ocasión en que Kenny tocó con otros músicos. Su salud no le permitió participar en la una gira de homenaje que el quinteto planeaba para poco después de producido el disco.  

Si la edad y la enfermedad quizá atenúan un poco la fuerza de su sonido,  su imaginación melódica y su capacidad de improvisación siguen presentes.

Songs for Quintet se grabó en Londres en diciembre de 2013, con producción de Manfred Eicher y Steve Lake. El álbum se editará el 14 de enero de 2015, coincidiendo con el que habría sido el cumpleaños número 85 de Kenny. Fue estrenado el 14 de enero, en el 85 cumpleaños del músico.

En este enlace podréis escuchar su último testamento musical

Kenny, como ya hemos dicho, siempre fue modesto y humilde respecto sus propios logros musicales, pero la verdad es que era un genio caminando entre nosotros.

Espero que hayáis disfrutado. Bona nit. Buenas noches. Καληνύχτα.

No hay comentarios:

Publicar un comentario