¿En qué reino, en qué siglo, bajo
qué silenciosa
conjunción de los astros, en qué secreto día
que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa
y singular idea de inventar la alegría?
Con otoños de oro la inventaron. El vino
fluye rojo a lo largo de las generaciones
como el río del tiempo y en el arduo camino
nos prodiga su música, su fuego y sus leones.
En la noche del júbilo o en la jornada adversa
exalta la alegría o mitiga el espanto
y el ditirambo nuevo que este día le canto
otrora lo cantaron el árabe y el persa.
Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia
como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.
(
Jorge Luis Borges)
Un vino en los labios es un beso. No hay vino vano porque no hay beso
malo. Hay buenos y mejores. Aunque el vino a veces tiene una lectura siniestra,
(el vino es lo que embriaga, marea, te hace perder el control), a mi me gusta
pensar en el vino como un camino a la lucidez, un camino que bien tomado nos puede llevar, como dijo
Aldous Huxley, a las puertas de la percepción.
El filósofo húngaro
Béla Hamvas, con una vida
triste y miserable como víctima de la dictadura comunista, ha podido sonreír,
disfrutar el placer del buen vino a la sombra de un nogal en las
laderas de los volcanes extintos que custodian las orillas del legendario lago Balaton silenciosamente.
Su última obra
filosófica concebida en la alegría iluminada, “La Filosofía del Vino”, sobrevivió a su autor y a las dictaduras comunistas y sobrevivirá a todas las dictaduras futuras
porque trata de los más humanos estratos del ser humano. Panfleto contra los puritanos de todo pelaje
(tanto ateos como pietistas) "La Filosofía del Vino" es también un entusiasta
canto a la vida, en el que podemos descubrir la relación entre beber y vivir
bien. Un texto lleno de humor que nos enseña que
"la ebriedad no es otra cosa que la forma superior de sobriedad,
la vida iluminada".
Vino y poesía casan muy bien. Grandes poetas han nombrado el néctar de
Baco.
Neruda le llama
sangre
de topacio,
desordenado terciopelo,
cántico del fruto;
Juan Alcaide llama
"caracolas sin mar, mas con marea"
a las tinajas donde se guarda el vino;
Baudelaire,
vegetal
ambrosía...
Alberto Cortez,
el cantautor de las cosas simples (como
Serrat) escribió una pieza justamente
así titulada “El vino” apenas conocida entre nosotros, de entre las muchas que
décadas atrás popularizara.
Mientras,
su coterráneo, el destacado poeta y folclorista Armando Tejada
Gómez, concibió el hermoso poema “El vino triste”, al que compuso una
preciosa melodía el cubano Amaury Pérez.
Ya tenemos juntos al vino, la poesía y la música...
El
vino encierra un sugestivo y complejo mundo de aromas, gustos, y sensaciones
táctiles. Pero también un universo sonoro. Porque el vino es música líquida.
Como en ésta, es el reino de la armonía. Existe en el tiempo, mientras se
degusta o mientras se escucha. La riqueza aromática de un gran vino solo puede
compararse a la riqueza tímbrica y armónica de un conjunto musical (dúo,
terceto, cuarteto, cámara, sinfónica).
El vino, como la música, tiene una línea
horizontal, melódica, que se corresponde con sus aromas, y una línea vertical,
armónica, que se manifiesta en la experiencia palatal. El vino, según discurre
lentamente por nuestra boca va expresando su melodía en un juego
plurisensoriral que emociona al tiempo que nos transforma.
Compositores
de todos los géneros, líneas y tendencias han libado en el célebre líquido para
emitir sus mensajes románticos, desgarradores o anclados en la esperanza, pero
sobre todo aquellos que tienen en el despecho y la pena del profundo (des)amor
sus armas expresivas dominantes.
Sin intentar en absoluto agotar una lista de seguro interminable,
recordemos que prácticamente todos los grandes artistas han sucumbido a la
tentación de grabar una canción sobre el vino, desde los Rolling Stones, Woody
Guthrie, Paul Anka y Jerry Lee Lewis, a The Who, The Band o Elton John.
Pero yo quiero empezar por
Libiamo ne'lieti calici (Brindis), el dúo más famoso
de "La
Traviata"
de Verdi, uno de los fragmentos operísticos más
conocidos mundialmente.
Al famoso brindis
de la Traviata sumo este de "Marina",
la zarzuela de dos actos de Arrieta versionada en ópera de 3 actos, con varias
interpretaciones de A beber … . Por
su calidad técnica he escogido éste video de la
interpretación de Roberto
Alagna en el Centro de Bellas Artes de San Juan de Puerto Rico en 2004. (Siempre
que lo escucho me acuerdo de mi padre)
Vamos a hacer una pirueta en el aire...
Con alma de blues y corazón de rock and roll, se presentaban los legendarios Derek and The Dominos
de Eric Clapton, en ese
santuario del rock llamado Fillmore East de Nueva York, aquellas célebres
noches del 23 y 24 de Octubre de 1970. Sin embargo, este disco se lanza luego
de la disolución de la banda y en un momento muy difícil en la vida personal de
Clapton en la que estaba luchando contra la adicción a las drogas y el alcohol. En Bottle of red wine la referencia al vino está en todos lados, tanto en el titulo de la canción
como en el coro que se repite incesantemente.
Sigamos con
Red Wine de
Woody Guthrie , uno de
los más grandes poetas y compositores más importantes del siglo XX, del disco
"Baladas de Sacco y Vanzetti" que incluye algunas de sus mejores
canciones. Grabado entre 1946 y 1947, Guthrie elabora un documento histórico
verdaderamente fascinante que sirve como una especie de prototipo para un álbum
conceptual.
No
podemos pasar por alto esta noche el séptimo arte, que también le ha dedicado infinidad de
obras a los efectos del vino. "Days ofWine and Roses"es un notable drama, sincero en su planteamiento, que
muestra como un matrimonio destruye sus vidas por el alcoholismo. Aunque
patética y depresiva, su principal mérito es la actuación maravillosa del
dueto:
Jack Lemmon-
Lee Remick, como la citada
pareja. Quizás una de las mejores muestras del efecto devastador de la bebida,
brindados por el cine. Y con una canción inolvidable (de título homónimo) de un
inspirado
Henry Mancini,
y de lo mejor del director
Blake Edwards, responsable de un veintena de buenos
filmes.
Se hace tarde. Y la lista que tengo de temas dedicados al vino es larguísima,
más de 100. No olvidemos, por ejemplo, que el marco ideal de las canciones tangueras y
milongueras es el bar, donde una de las bebidas que más se consume es
precisamente el vino; mientras esa suprema (y sublime) expresión del alma
latinoamericana como es el bolero emerge de las vitrolas situadas en esos
populares sitios donde la gente toma y conversa, y a veces también, cuando los niveles etílicos
ascienden, se pelea. Pero, más allá de esos géneros, la canción popular de cualquier tipo, desde
la balada a la copla o el flamenco, del pop al rock, de la salsa al merengue
han acudido al vino como metáfora de un sentir.
Quizás otra noche hubiera elegido otros temas; quien sabe. Para
acabar he estado dudando de cual elegir; pero al final me he decidido por uno
de los 17 cortometrajes incluidos en el álbum de
Joan Manuel Serrat
“Hijo de la luz y de la sombra”, homenaje a
Miguel Hernández
en el centenario de su nacimiento. Cada uno de estos cortos, ha sido dirigido
por algunos de los realizadores de cine más destacados del país.
Isabel Coixet pone
imágenes a la canción
Tus cartas son un
vino. Se cierra el círculo: vino, poesía, música... y cine.
El brindis del bohemio,
No escupáis a los beodos que perecen
aturdiendo en el vino sus dolores;
si odiáis a la embriaguez, odiad las flores
que ebrias de sol en la mañana crecen.
Los ojos de las vírgenes ofrecen
la sublime embriaguez de los amores,
y los besos son báquicos licores
al caer en los labios, estremecen.
Embriagada de luz, Ofelia vaga
en las sombras de un campo desolado;
el sacerdote en el altar se embriaga
con la sangre de Dios crucificado,
y el poeta mirando de hito en hito
la gran pupila azul del infinito.
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Viñas de Anguix, el pueblo de Jesús, en la Ribera del Duero. |