El
cielo en la tierra (con
permiso de Carlos Pérez Cruz)
El cielo como sinónimo de máxima
espiritual, de logro místico con los pies en el suelo. Así, la música del saxofonista
noruego Jan Garbarek
produce una enorme paz interior. Y como el exterior que nos rodea no se corresponde
con lo que escucho acudo mentalmente a ese cielo (profano) prometido.
Su música busca
las raíces profundas de la tierra. Un elfo de la noche que revela todos sus
hechizos humanos, generalmente ocultos. Fuego bajo el hielo. Música lejana, emociones cristalinas,
notas que ruedan como pompas de jabón, que responden, observan, lloran y finalmente
encajan en la aurora azul, color blanco, nieve eterna. La música que se
extiende, gira sobre sí misma con temas simples, repetitivos, inmemorial. Los
espacios se cierran, el tiempo se oculta en la belleza del sonido. A veces los sonidos de su saxofón son gritos
de las gaviotas que descansan sobre los países que no existen. Y una luz
eterna, lleva su música como un soplo.
Garbarek es una leyenda, el saxofonista más inspirado del jazz europeo, y un improvisador con innumerables recursos melódicos. Una se siente extraña hablando de Garbarek en términos de jazz porque este músico ha roto ya muchas fronteras pasando a ser MÚSICA sin más. “ El único elemento del jazz que sigo, es la improvisación ” ha repetido hasta la saciedad. Jamás ha sabido conformarse y sus intuiciones recorren un espacio cada vez más abstracto, buscando siempre el matiz lírico que le sitúe por encima de la música de jazz. Por ello, Jan Garbarek no es un músico virtuoso, como tantos, es un pintor de colores musicales que utiliza el saxo a modo de pinceles.
Garbarek es una leyenda, el saxofonista más inspirado del jazz europeo, y un improvisador con innumerables recursos melódicos. Una se siente extraña hablando de Garbarek en términos de jazz porque este músico ha roto ya muchas fronteras pasando a ser MÚSICA sin más. “ El único elemento del jazz que sigo, es la improvisación ” ha repetido hasta la saciedad. Jamás ha sabido conformarse y sus intuiciones recorren un espacio cada vez más abstracto, buscando siempre el matiz lírico que le sitúe por encima de la música de jazz. Por ello, Jan Garbarek no es un músico virtuoso, como tantos, es un pintor de colores musicales que utiliza el saxo a modo de pinceles.
Hay en sus solos un regusto inequívocamente variado que encuentra en las músicas tradicionales de diversos lugares del planeta una fecunda fuente de inspiración. Sin embargo, de sus declaraciones, se intuye que el recuerdo de sus maestros, George Russell y Don Cherry- también está presente siempre. "Al primero le debo que me diese la oportunidad de formar parte de su grupo cuando solo tenía 17 años de edad. Al segundo que me alentase a adentrarme en la música popular escandinava y, más tarde, en otras culturas más alejadas geográficamente. Su forma de fagocitar cualquier expresión tradicional y utilizarla, más tarde, en su propio marco, fue, quizás, el mayor hallazgo que me transmitió", declaró al diario ABC
A lo largo de su discografía, en la que se reúnen una treintena de títulos,
destaca poderosamente el sonido que Garbarek es capaz de sacar de su saxo,
tenor o soprano, para dar vida a unas notas que quedan flotando en el aire con
limpieza, y seguridad, mientras que la solidez de su timbre le sirve para dar a
su música un aire melódico, triste, capaz de poner la piel de gallina al oyente
más insensible. El tono de su música es austero, huye de la complacencia
melódica para convertirse en un instrumento capaz de evocar paisajes, vistas,
sentimientos, y una complejidad oculta debajo de una sencillez capaz de
hacernos llegar momentos de enorme ternura. Digamos que nos dibuja paisajes
sencillos y, al mismo tiempo, tan inmensamente complejos como inmensas son los
paisajes noruegos ocultos bajo la nieve de los largos inviernos nórdicos.
En 1969 grabó su primer álbum titulado “Esoteric circle” y en 1970 el sello grabador de discos ECM le llama para grabar su segundo disco.
Ciertamente podríamos decir que el sonido de Garbarek es el distintivo de
la discográfica ECM que ha publicado casi todas sus grabaciones; allí tuvo la
oportunidad de tocar junto a los célebres músicos Chick Corea y Don Cherry.
Fue ese trompetista el que le animó a explorar el potencial de la música
folclórica del lejano norte en el que tenía sus orígenes para incorporarle a los
conceptos de la improvisación propios del jazz. En esa línea, Jan Garbarek publicó
en 1972 el disco que tituló "Triptykon" en el que por vez primera, toma los
elementos propios del folclore de su país para darle un aire completamente
nuevo gracias a los esquemas procedentes del jazz. Era la primera vez que adaptaba una canción del
folklore noruego, que a partir de entonces se convirtió en una de sus fuentes
de inspiración. En sus discos con las cantantes noruegas Agnes Buen Garnas y Mari Boine ha dado a conocer
al mundo aspectos inéditos de la música popular de su país.
Interesantes estas imágenes inéditas de este trío tocando un popurrí de
canciones de éste su único LP juntos con Jan Garbarek al saxofón, Arild Andersen en el
bajo y Edward Vesala
en la batería
Pero no fue hasta que se
asoció con el cuarteto de Keith
Jarrett que se hizo famoso, resultando de ello clásicos temas como My song.
A partir de ahí el camino que emprendió Garbarek, le ha llevado a explorar
el potencial musical de los países que conforman el Oriente Medio, la India,
las canciones medievales noruegas o el canto gregoriano, con tal éxito que ha
conseguido colar sus discos en las listas de jazz, clásica, e incluso de rock y
pop, lo que habla de una versatilidad ciertamente extraordinaria. En este
punto, destacan con luz propia las colaboraciones que ha tenido con músicos
como el indio Ravi
Shankar; el virtuoso del laúd, el tunecino Anouar
Brahem; el bajista checo, Miroslav Vitous
También a principios de los 90' entra en contacto con el coro británico The Hilliard Ensemble, con el que grabaría dos discos imprescindibles como son Officium, (1994) , en el que se inclina hacia la el canto gregoriano y uno de los álbumes más y mejor vendidos de la ECM, alcanzando gran éxito en varios países de Europa. y "Mnemosyne" (1999).
Diecisiete años después de reunirse para grabar el referencial "Officium" (y con "Mnemosyne" de por medio) vuelven con "Officium Novum" y con repertorio del armenio Komitas Vardapet como epicentro de un trabajo que, a su vez, tiene la firma de Garbarek, anónimos como el del siglo XVI recogido en el "Cancionero de palacio" español, una composición del estonio Arvo Pärt y otras a su vez relacionadas con la música ortodoxa.
Los silencios, que tanto amo, son otro elemento que vendría a definir su estilo, contribuyen a redondear una música de una suave intensidad, con textura de terciopelo, y un punto contemplativo. En resumen, una música desprovista de todo lo superficial, en la que la emoción y el sentimiento son los elementos que priman.
(Jan Garbarek tiene por fin su espacio en este blog. Es tal mi insistencia en profundizar en aquellas maravillas descubiertas recientemente o desconocidas para mí que a menudo me olvido de rendir la debida atención a los grandes de la música)
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar*y , pues, Victoria, lo dicho: *no está en soñar sino en no abandonar los sueños. Mucho después, despertar de vida*!
ResponderEliminarmuchas gracias por esta joya
besos
Nunca pierdo la esperanza, Pilar. Y dicen que la esperanza es el sueño del hombre despierto. Un beso fuerte.
EliminarGracias Victoria por acercarme a esta música... tengo poca cultura musical y es de agradecer que nos abran esta puerta... Besos
ResponderEliminarMe alegra que la hayas abierto. Y espero que nunca la cierres. :) Un beso fuerte
EliminarHola, alguien sabe en qué disco está su obra inspirada en una tribu de indios americanos? Gracias
ResponderEliminarEs posible que te refieras al disco Rites de 1998. Un abrazo.
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