La música celta, tal y
como dice el gaitero Carlos
Núñez, es el "flamenco atlántico", con raíces en varios países. Una música que se ha
convertido en una patria común unida por el mar, con un lenguaje universal. Toda
la simbología celta se basa en imágenes en movimiento, como la esvástica, la
espiral o la rueda trilobulada. Símbolos abiertos que reflejan un mundo en el
cual la razón se combina con otras potencias del espíritu como son la
intuición, el sueño y las creencias mágicas y místicas. La misma estructura de
su lengua, el gaélico,
presenta enormes diferencias gramaticales y sintácticas con las románicas y,
por supuesto, con las sajonas.
Esta noche he querido dedicar mi
atención a uno de mis intérpretes preferidos de música celta: Alan Stivell
Este músico francés, de Bretaña, ha sido el “alma
máter” del resurgimiento de la música celta bretona llevando a cabo un
exhaustivo trabajo de recuperación de la música tradicional aunque con su
inconfundible sello innovador. Para ello utiliza para sus trabajos diversas
lenguas célticas a lo que se añaden el
francés y el inglés. Su nombre artístico Stivell viene a significar en idioma
bretón “manantial que brota con fuerza”;
deriva de una de las etimologías de su nombre kozh stivelloù, las antiguas fuentes.
En sus primeros trabajos
introdujo gran variedad de instrumentos más propios del rock como guitarras
eléctricas y batería combinándolos con los propios de la tradición celta, como
el “telenn
gentañ”, el arpa celta medieval, (que había sido reconstruida por su padre
partiendo de antiguos grabados) un instrumento olvidado desde que Francia quitó
a los bretones su independencia. También recuperó otros como la bombarda
o la gaita.
(El arpa más antigua de las Islas
Británicas que ha sobrevivido hasta nuestros días es la conocida arpa de Brian
Boru construida en un taller de Escocia a finales del siglo XIV. Es una
preciosa pieza que se conserva en un lugar muy apropiado: la magnífica Gran
Sala de la Biblioteca del Trinity College de Dublín)
La utilización de dichos instrumentos
la realizó, además, siguiendo las pautas marcadas por los antiguos bardos
celtas, medio cronistas medio hechiceros, que servían como transmisores de
información entre las distintas comunidades bretonas. Sin embargo, este aspecto
no es el único, sino que aparece constantemente combinado en el trabajo de
Stivell con los bailes (jig y reel) tradicionales
de la tierra.
Para no perder la costumbre, los puristas tradicionalistas se pusieron las manos a la cabeza pero Stivell supo transmitir a través de sus composiciones, conciertos, charlas, artículos, su gran pasión por este legado histórico y cultural.
Hasta aquí encontramos simplemente una labor de recuperación folklórica cuyo mayor mérito habría de consistir en permanecer totalmente ajena a la influencia del canto gregoriano, que ya desde hace algunos siglos tiene su centro en la abadía de Solesmes. Este solo hecho posee una significación excepcional en un país como Bretaña, asiento desde el siglo XVII del catolicismo más oscurantista de toda Francia.
Su visión de la vida o, por mejor dicho, la lucha por recuperar sus orígenes de manera no arqueológica, es lo que ha llevado a Stivell a la concreción de un trabajo musical que considero objetivamente tan valioso como el de Dylan en los años sesenta.
Hasta aquí encontramos simplemente una labor de recuperación folklórica cuyo mayor mérito habría de consistir en permanecer totalmente ajena a la influencia del canto gregoriano, que ya desde hace algunos siglos tiene su centro en la abadía de Solesmes. Este solo hecho posee una significación excepcional en un país como Bretaña, asiento desde el siglo XVII del catolicismo más oscurantista de toda Francia.
Su visión de la vida o, por mejor dicho, la lucha por recuperar sus orígenes de manera no arqueológica, es lo que ha llevado a Stivell a la concreción de un trabajo musical que considero objetivamente tan valioso como el de Dylan en los años sesenta.
Además de esta primera toma de
postura, volcándose hacia sus raíces, Alan Stivell trata en sus textos tanto
los problemas que tradicionalmente arrastra Bretaña como los que se presentan
en la sociedad actual. Esta puesta al día, sin embargo, tampoco se limita
exclusivamente a los textos, sino que introduce formas con las cuales cualquier
juventud, sea o no celta, se identifica. El rock, o mejor dicho, su
instrumentación electrónica y su percusión, se funden con el jazz y los ritmos
y melodías atávicos, para dar como resultado una música perfectamente original.
El mismo Stivell lo justifica explicando que el revivir de la cultura celta (y,
por ende, de cualquier cultura oficialmente sometida) se produce en un contexto
determinado que es imposible ignorar.
Su música está abierta a todo el
mundo, desde esa concepción de la Celtia
como conjunto cultural e ideológico. Su obra ha pasado a ser universal por su
notoriedad, pero también por su modernidad y por sus influencias variadas y
eclécticas. Desde sus inicios no ha cesado de dar conciertos en directo por
todo el mundo, así como de proponer una discografía original y abundante.
Sus temas, propugnan la
solidaridad entre los pueblos, la justicia social y la igualdad entre los
hombres y las distintas civilizaciones. Utópico, idealista, soñador, Alan
Stivell considera su música una herramienta al servicio del hermanamiento entre
las gentes…un bardo de nuestros días, de esos que desafortunadamente quedan
pocos.
Si esta noche la crisis no os deja dormir, os recomiendo este concierto que Alan Stivell dio en el Olympia de París el
22 de julio de 2012.Os reconciliará con el mundo real.
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