lunes, 25 de mayo de 2015

Murió Manuel Molina, el último "quejío"

Otro mito flamenco para la eternidad.

La muerte es grande. Nos hunde en un túnel de silencio del que sólo salimos con el tiempo, ese falso curandero. Heridos, nos preguntamos por qué algunos se van tras una larga agonía, otros como un relámpago inexorable mientras el resto, los vivos, nos quedamos aquí sintiendo el vacío de la orfandad que produce su ausencia.

Qué dolor que este blog se haya convertido en el obituario de aquellos que con su música nos han acompañado tantas veces. Qué tristeza llegar tarde para hablar de ellos en lugar de compartirlos con vosotros mientras aún nos regalaban su arte. Tarde mientras aún nos acompañaban; tarde cuando ya se han ido, por culpa de una vida que nos arrastra sin darnos un respiro para honrar a nuestros muertos. Ni a nuestros vivos.


El mundo flamenco despidió el martes pasado (¿veis cómo voy tarde?) a otro mito: Manuel Molina, la “mitad” del dúo Lole y Manuel que nos acompañó tantas veces a Jesús y a mí “cuando éramos jóvenes, felices e indocumentados”. 

El lamento por la muerte de ese innovador gitano de melena larga no se hizo esperar. Grandes artistas de la música lamentaron la pérdida de este gran cantaor y, como muchos repetían, buena persona, a través de las principales redes sociales: “Hasta siempre Manuel Molina, se va uno de mis grandes ídolos de Triana y del mundo, me guardo este abrazo en el alma”, publicaba el también cantaor Miguel Poveda junto a una fotografía de ambos. “Y se va otro maestro… Don Manuel Molina… Espero que las galaxias se desperecen en mis lamentos. Hasta siempre a Triana hecha persona”, escribía Alejandro Sanz vía Twitter.

Despedida gitana de Manuel Molina. Foto de Europa Press
A pesar de que Manuel cantaba en una de sus bulerías "que nadie vaya a llorar el día que yo muera", las guitarras flamencas llevaron un lazo negro y rompieron en un llanto del que era difícil callarlas, del que era imposible callarlas, como decía nuestro poeta universal Federico García Lorca en su poema "Empieza el llanto de la guitarra". Ahora su guitarra estará llorando por Manuel Molina, aunque no quisiera que nadie llorara, porque es mejor cantar aunque te embargue la tristeza.

Hace apenas una semana su hija, la cantante Alba Molina, con la que también formó pareja artística compartiendo escenario en multitud de ocasiones, preparó un concierto homenaje en el que estaba previsto que participara lo más granado del flamenco gitano, incluida su exesposa Lole, pero tuvo que suspenderse al agravarse el estado de salud del músico. “He perdido a la persona a la que acudo cuando estoy bien y cuando estoy mal” "No sólo he perdido a mi padre. He perdido a mi mejor amigo" dijo Alba en su despedida.

Compositor, cantaor, trovador de garganta rota, guitarrista e impulsor del flamenco fusión con ecos del rock pero, tal y como nos manifiesta eldiario.es, "sin apartarse del viejo tronco flamenco", improvisador de guitarra erguida y rebeldía, conoció a lo largo de su vida los dos lados del mundo del arte flamenco: el de la indiferencia e incluso el menosprecio, por un lado, y el del respeto y el éxito, por otro.

"El flamenco no le importaba a nadie. Ahoracomentaba a Efe en una reciente entrevistael flamenco de verdad vende discos porque hay gente auténtica que sabe hacerlo y gracias a Camarón, que fue capaz de hacer escuchar a la gente desde lo más sencillo, una bulería, a lo más complicado, las seguidillas".


Lole y Manuel, “Manué” para nosotros,… qué recuerdos, por favor.  Y es que, cualquier amante de la música que tenga mi edad estará conmigo en que a principios de los años setenta al flamenco se le abrieron puertas. Y los primeros en girar el picaporte fueron Lole y Manuel, una pareja artística que se formó en 1972. Dolores Montoya, racial, hija de La Negra, traía el flamenco de casta y, hasta que se emparejó, lo expresó bailando en tablaos de Sevilla. Manuel Molina llevaba embarcado en el mundo musical desde niño. A los doce años con Chiquetete y El Rubio formaron el trío Los gitanillos del Tardón. El siguiente escalón fue el grupo de rock Smash, al que daba el aporte flamenco. A destacar, El garrotín. Paralelamente, debutó en solitario con el single La mora.

El debut discográfico de Lole y Manuel se produjo en 1975 con un disco que puso título a lo que ocurría en la realidad sociopolítica española: “Nuevo día”. La imagen del dúo (hippy-flamenca), el contenido de sus canciones, sus devaneos con lo árabe, la investigación musical... encajaron a la perfección con la demanda del público en aquel entonces, lo que propició un notable éxito.

El flamenco de esta racial pareja no fue flamenco convencional y clásico. Fue, un flamenco digamos que vanguardista, tanto en el ritmo como en esas letras sensibles sobre mariposas, brisas y ramas frescas, rompiendo con su tradicional tristeza y amargura 

Su primer disco, “Nuevo día”, se produjo en 1975. El primer single, con el mismo título, fue todo un éxito. "La luz vence tinieblas / Por campiñas lejanas. / El aire huele a pan nuevo, / El pueblo se despereza. / Ha llegao la mañana.", decía una de las estrofas de Nuevo día, en clara alusión a un régimen que daba sus últimos estertores.


Las letras del disco sintonizaban con el espíritu y la situación política de entonces, y con otros grupos de nuevo flamenco de la época, como Triana, con los que también compartieron alguna canción, como Todo es de color.


“Nuevo día”, “Pasaje del agua”, “Lole y Manuel” y “Al alba con alegría” fueron los títulos grabados por la pareja hasta 1980. Luego, “Casta” (1984) y “Lole y Manuel cantan a Manuel de Falla” (1992)

A partir de entonces, en 1993, Lole y Manuel se separan y sus trabajos grabados y en directo serán esporádicos. "Yo quería que la Lole fuera mi voz. Siempre he sido un cantaor frustrado y lo que se me ocurría, lo que yo escribía, lo tenía que cantar alguien. Lole era la mejor para eso, y no quiero compararla con nadie", pero esa "comunión", afirmó Manuel, "se acabó y se acabó".

En solitario, Lole cantó en 1989 con la orquesta El Hilal, de Marruecos y Manuel Molina grabó posteriormente “Calle del beso”. Juntos sacaron en 1994 el disco “Alba Molina” y grabaron el directo “Una voz y una guitarra”. Desde entonces, sus caminos discurrieron definitivamente por separado. Lole ofrecía algún recital esporádicamente, como en la Bienal de Sevilla 2002 o en el Festival de Jerez 2004. Manuel Molina se enroló en 2003 como artista invitado en la compañía del bailaor Farruquito, haciendo de juglar en el espectáculo “Alma vieja”.

De todos los citados, mi álbum preferido es “Al Alba con Alegría”(1980) dedicado a Alba, su hija, acompañados por Imán, Califato Independiente, ya que supone otro de los muchos discos de la banda sonora de mi (nuestra) intensa vida. “Cabalgando”, todo un homenaje a los gitanos, a su vida nómada, desde los recuerdos de Lole sobre su familia.

La voz dulce, agitanada y serena de Lole arropada por la guitarra de Manuel se mezclaba con el sol que, a raudales, entraba por las ventanas de nuestro pequeño ático del barrio de Sant Andreu de Barcelona. Una época inolvidable de nuestras vidas.  Una canción bellísima para el recuerdo.

Otro tema de Lole y Manuel Tu mirá, la conocida bulería que enamoró al director más sangriento de Hollywood. Este tema, grabado en 1976, fue usado por Quentin Tarantino en la escena final de "Kill Bill: Vol. 2".



En 2011, creo, vio la luz un documental titulado “Manuel Molina, poema del cante jondo”, que repasa su trayectoria personal y profesional.


"A los poetas es a los únicos que se nos permite poder subir al cielo y coger la luna, traerla, y beberte el mar" contaba Manuel Molina en una entrevista a la revista Aire Flamenco, el 19 de diciembre del año 2003. En aquel diálogo también habló del tiempo: "es un buen amigo y un gran enemigo, porque se va y no vuelve". Pero el tiempo de Manuel Molina Jiménez es y será siempre eterno, para siempre, al compás único de su arte, esencia trianera.

Alba Molina besando la guitarra de su padre el día de su entierro. Fotografía de El País.

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