No se estila, ya sé que no se
estila, que te pongas para cenar, jazmines en el ojal… A mi abuela le
encantaba María
Dolores Pradera. Cuando tarareaba Amarraditos
con los ojos cerrados creo que se transportaba a una época en la que ella era
una niña de casa bien, creciendo en un ambiente de elegancia y compostura. O a
su corta vida al lado de mi abuelo, un caballero (como su apellido) que según
la tata tenía sudor de santo. La elegancia de la cantante, su saber estar, la
disposición de sus gestos, su donaire, siempre me evocaron a mi abuela. Y su
dignidad, su sentido de la dignidad, el de ambas. Si me remonto a mis primeros
recuerdos musicales su nombre, junto al de Gardel o el de algunas zarzuelas, es de los primeros que me vienen a la cabeza.

La afición a cantar de María Dolores Fernández
Pradera, tercera de una familia de cuatro hijos encabezada por un empresario
asturiano, le viene desde niña. Nacida en Madrid en 1924 lleva grabada en la
piel los horrores de la Guerra Civil. Tenía edad para darse cuenta de que
aquello no era un juego. Las bombas destrozaban los edificios. En su casa de
entonces caían obuses continuamente. El recuerdo de una tarde que se fue al
cine con su hermano y que se quedaron más de veinticuatro horas bajo los
escombros a raíz de una bomba no se le borrará jamás de la mente, y
especialmente los bofetones que le pegó su madre tras la tragedia porque, de no
haber sido por los bomberos, no sabían cómo regresar a su casa.

Pero sería la música el campo donde encontraría el
éxito con mayúsculas, dedicándose en cuerpo y alma a grabar discos y hacer
giras desde principios de la década de los setenta. Gracias a una voz grave y
profunda, María Dolores Fernández Pradera, caló entre el público a través de
títulos como Fina estampa, La flor de la canela o Limeña, que la hicieron muy popular no
solo en España sino fuera de nuestras fronteras, siendo acogida en
Hispanoamérica bajo el apodo de la “gran señora de la canción”.
Buena parte
de su carrera estuvo acompañada de dos guitarristas, “Los Gemelos”. Fue a partir
de los primeros años 60. Los hermanos Santi y Julián López Hernández,
arquitecto uno, matemático el otro, habían pertenecido a una Tuna en su etapa
universitaria; luego, terminadas sus carreras, fueron contratados por Nati
Mistral, quien diría: "María Dolores Pradera me los
quitó". Y, en efecto, con ella estarían más de treinta años, hasta
que la muerte de Santiago, en 1993, deshizo tan fructífera colaboración.
Realmente la aportación de los dos instrumentistas a la voz de la cantante fue
muy importante, consiguiendo un sonido característico, un estilo en definitiva,
que ha marcado su carrera musical hasta nuestros días.
María Dolores canta con la cabeza y canta con el
corazón. Su voz suave, su perfecta dicción y su naturaleza intuitiva en una
variedad de estilos hacen de Pradera una maestra del bolero, de las rancheras, de
las coplas, de las baladas, de los fados… por lo que fue muy querida en toda
Latinoamérica. Su voz hizo famosos los trabajos de compositores como José
Alfredo Jiménez (México), Chabuca Granda (Perú) y
Miguel Matamoros
(Cuba).
Ha recreado un mundo con temas que en la mayoría de
las ocasiones no fueron escritos para ella, y que antes tuvieron otros
intérpretes, pero que andando el tiempo y andando la memoria y los
sentimientos, parece que no hubieran sido posibles sin su voz, ternura,
equilibrio, delicadeza. Quizá esos letristas, esos compositores, estaban
pensando, sin saberlo, en María Dolores Pradera cuando hacían esos monumentos
de creación popular. ¿O acaso Chabuca Granda no estaba pensando en la Pradera
cuando del puente a la alameda derraman a los olores coloniales e indianos de La flor de la canela? Para mí que Belisario
Pérez y Margarita
Durán pensaban en ella cuando en Amarraditos
creaban ese mundo de jazmines en el ojal, cocheros que esperan a la puerta de
la iglesia mayor y saludos tocando el ala de sombreros imposibles. Seguro que Mario Cavagnaro
pensaba en las manos de María Dolores para los amores imposibles de El rosario de mi madre, que lo nuestro
nos lo siguen enviado cualquier tarde, fina estampa de las barandillas del
puente, donde preguntamos de dónde son los cantantes cuya memoria nos queda en
un rincón del alma.
Hacia el final de sus productivos
años ayudó y guio a la siguiente generación de artistas españoles en su
lanzamiento, incluyendo a Joaquín Sabina, Rosana y Los Sabandeños. Ha
cantado a dúo con artistas como el propio Sabina, Caetano Veloso, José
Alfredo Jiménez, Chabuca Grande, Violeta Parra, Cachao, Joan Manuel Serrat,
Diego el Cigala y
muchos más. Quizás por todo ello en 2012 vio la luz un disco homenaje “Gracias
a vosotros”. Serrat, Sabina, Luis Eduardo Aute, Ana Belén, Víctor
Manuel y Miguel
Poveda son algunos de los artistas que intervinieron en el disco.
Puede que callada, pero María Dolores Pradera no es tímida. Es usuaria del sentido del humor, aunque cada día tenga menos buena prensa la ironía en nuestro mundo. Y de egocentrismo, nada porque no se tiene por persona interesante. Ella, dice, ha conocido a gente interesante de verdad, poetas, compositores, escritores…
Nunca ha sido
un juguete roto. La última vez que esta latina rubia se subió a un escenario
fue en el verano de 2013. Hasta entonces, María Dolores Pradera supo capturar
como pocas el alma de la canción popular, por encima de modas, estilos y
generaciones, creando una forma de expresión única. Como una diosa sin edad,
fuera del tiempo, uniendo generaciones en los sentimientos que no cambian.
Otras fuentes:
http://www.sevillamagazine.es/recordando-a-la-pradera/
http://www.abc.es/hemeroteca/maria+dolores+pradera
https://www.libertaddigital.com/cultura/musica/2014-10-26/maria-dolores-pradera-sus-primeras-canciones-1276531644/
https://www.libertaddigital.com/cultura/musica/2014-10-26/maria-dolores-pradera-sus-primeras-canciones-1276531644/