domingo, 23 de marzo de 2014

Treme

Todo sigue igual

Me la encontré así, de sopetón, por casualidad, en la SER, en medio de una conversación entre Javier Pino y no sé quién, un sábado por la mañana. Creo; creo que fue así. El invitado habló de ésta como la mejor serie de TV que había visto jamás. Y entonces llegaron a mis oídos dos nombres David Simon y The Wire y la palabra mágica: MÚSICA. Esa carta de presentación fue la puerta a esta serie en la que algunos dicen que no pasa nada. Nada excepto la vida, que no es poco.


"Treme" es una serie sobre gente normal en un momento y un lugar extraordinarios. Tiene la velocidad de la vida normal y eso es una moneda muy tramposa para gastar en televisión. No hay gángsters, no hay zombis. Por ello, por intención, estética y discurso funciona como antítesis de la “fast-food” televisiva. Habla de la Nueva Orleáns, NOLA, después del Katrina, de la criminal negligencia de quienes tenían que haber velado por su seguridad y la de sus ciudadanos. “No es un desastre natural, es un desastre humano” grita John Godman ante las cámaras de TV en la primera temporada. "Treme" nos habla de los desplazados de aquella tragedia que pronto dejó de interesar a los políticos. Del despilfarro, del esquilme, de las corruptelas aprovechando su reconstrucción para enriquecerse mientras, orgullosos ciudadanos, de rodillas entre las ruinas, rehacen su existencia. Las cámaras, el interés de los medios de comunicación hace tiempo que abandonaron en Nueva Orleans. La dejaron a su suerte. Igual que los políticos. Sin embargo, Simon se quedó. Esa es la base de esta serie que tiene una narrativa casi microscópica, costumbrista, pegada a la tierra.

Pero hay otro motivo para verla, el mismo motivo por el que una serie de TV ( yo que no veo nunca la tele) aparece en un blog como el nuestro: LA MÚSICA.


La Música. Y no puede ser de otra forma. NOLA es la ciudad de Louis Armstrong, de Sidney Bechet; la ciudad de los Congo Square. Y la serie tiene una selección musical exquisita. Desde el comienzo hasta el final es un fantástico recorrido por los sonidos que forman Nueva Orleáns, bajo la piedra angular del jazz, aunque en sus capítulos también se escucha mucho, funk, folk, honky-tonk y hasta rock. Es una fiesta del ritmo, una orgía. Es una gozada para los oídos. La premisa es difundir el maravilloso legado afroamericano de la música de Estados Unidos. Sólo con la canción de apertura se justifica este primer punto. Es la hipnótica Treme del gran John Boutté. Pero hay muchísimo más. Mientras se cuentan sus historias entrelazadas, suenan composiciones de Dr. John, Lee Dorsey. En un plano más jazz suenan Louis Amstrong, Sonny Rollins, Coleman Hawkins o Allen Toussaint. En un ámbito más rock se ponen canciones de Little Richard, Emmylou Harris, Randy Newman o Steve Earle. ¿Os parecen pocos motivos? Escuchar estas canciones con el paisaje de Nueva Orleáns en la pantalla es sentir que tienes alas. Dan ganas de comprarse cincuenta discos. Y sí, también dan ganas de irse a vivir Nueva Orleáns. Al menos una temporada. Que hablemos del jazz, y que naciera del vientre del blues y entre los nietos de los esclavos, y que semejante herencia brille en una serie que busca morder tu estómago sin concesiones ni peajes, refuerza la sensación de hallarnos ante un milagro.

Podéis escuchar una amplia selección de las canciones de Treme en esta lista de Spotify


Otro de sus grandes atractivos es los cameos. Los creadores de la serie han sido hábiles y han jugado con un buen puñado de músicos para hacerlos aparecer en los capítulos con una gran naturalidad, a medida que se desarrolla la trama. Aunque solo hubiera aquí una intención notarial, mediante el despliegue de actuaciones rodadas en directo y el interminable manantial de talentos, legendarios y anónimos, que desfilan por los capítulos, hablaríamos de un documento único. Sin embargo, lejos de abandonarse a la lógica felicidad de saberse rodeados por semejantes fieras, los creadores de la serie se las ingenian para que cada concierto, cada canción, tenga sentido. No son artefactos lujosos y superfluos, pintureras postales, ornamentales souvenirs, sino cápsulas plenas de emoción que caminan dentro de los guiones, no contra o sobre, enriqueciéndolos.


Los grandes nombres que en la serie aparecen no son apariciones forzadas. Al contrario, podrían haberse producido algunos hechos tal y como suceden en la serie. Es el caso de Elvis Costello que se le ve en un bar empapándose de jazz para luego inspirarse en su nuevo trabajo. De hecho, Costello y el pianista Allen Toussaint aparecen juntos grabando ese disco fantástico que fue The River in Reverse (2006). También se ve a Dr. John o a Steve Earle y su hijo Justin haciendo ambos de cantantes. También el trompetista Kermit Ruffins que hace de sí mismo como un ciudadano de NOLA, feliz con sus barbacoas en casa y sus noches de jazz de garito. Otros que aparecen son Cassandra WilsonSoul Rebels Brass Band, o Troy Trombone Shorty Andrews.


Sé que me falta hablar de los indios y el Mardi Gras, de los funerales de Nueva Orleáns, con su banda de jazz. Pero, como me diría Jesús, me está quedando largo. Ambas cosas se merecen un post entero. Hay un par videos, sin embargo, que creo que no os debéis perder. El del funeral del hermano de una de las protagonistas (si es que los hay) y el de una pieza fusión de la música de Nueva Orleans y la tradición criolla.


El hecho de que "Treme" haya finalizado de la forma en la que lo ha hecho: con una cuarta temporada de cinco capítulos y un desenlace (magnífico, dicen, yo no lo he visto todavía) emitido el 29 de diciembre, funciona casi como una metáfora de la peleona existencia de una serie extraordinaria que merece pasar a la historia de la televisión. Que ha vivido de prestado casi la mitad de su vida en la pequeña pantalla.

Lo más triste y real de la serie es que en todas las luchas de los personajes para cambiar su entorno nadie consigue ni una sola victoria. Así se despide "Treme", sin que nada haya cambiado nada en Nueva Orleáns. Las vidas avanzan, la indignación sube y baja pero son los mismos los que ganan siempre la partida. Vivimos en una situación en la que solo nos queda gritar, vestirnos como un indian red y salir a la calle.

Esto es lo que hace de "Treme" una serie distinta, que detrás de tanta injusticia social nos deja agarrarnos al sentido de comunidad de unos personajes que luchan, que sobreviven a su manera y que encuentran a través de la música ( y la gastronomía) la manera de ser felices a su manera.

domingo, 2 de marzo de 2014

Adios Paco de Lucía. Adios maestro

"Que no se entere la guitarra de que quien le sacaba el alma ha desplegado sus alas. Pobres nosotros, pobre guitarra. Adiós Paco de Lucía. Adiós a un genio. Adiós a un maestro". Pablo Carbonell despedía al maestro Lucía en Twitter como nadie.


       He tardado, lo sé, en hacer el rendido homenaje a Paco de Lucía, este genio que llevó su arte y la guitarra española a todo el mundo. Pero no he tenido hasta hoy ni un respiro porque las cuerdas de Esperanza, mi guitarra, no han dejado de llorar desde que la noticia invadió la preparación del Carnaval de mi clase. Mis alumnos, pobres, no comprendían por qué la muerte de ese señor la había dejado tan triste, muda. Una muerte que ha dado la vuelta al mundo, que nos deja sin la emoción que arranca de las seis cuerdas de su guitarra.

      Muda estará para siempre la guitarra de Paco. No sabe ella que las manos del genio no la volverán a tocar. Pero para que no se agriete, para que las cuerdas no salten, lo mejor es que nadie le diga que el maestro ha muerto. Su guitarra se ha quedado viuda, tanto como su familia. Que nadie la toque ahora va a ser un drama, para ella y para el mundo. Por eso no sonó ni una cuerda de guitarra en su funeral.

      “Que la muerte te pille viviendo”, era uno de sus lemas. Y así murió, agotando la vida hasta el último suspiro, como no podía ser de otra forma en un genio. Por ello famosos y anónimos, políticos y reyes, músicos y obreros no han dejado de alzar su lamento y están de luto profundo.

      El hijo de Lucía Gómez, La Portuguesa, amigo de la infancia de Camarón, publicó en 1976 su larga duración “Almoraima”, del que toca para el público británico esta versión de la primera pieza del disco, que lleva por título el mismo nombre. Como curiosidad vale la pena destacar que la BBC emitió una actuación del artista que hoy es de las más recordadas por los amantes de su música y se equivocó en el título de la canción, al indicar en el rótulo que el tema era Entre dos aguas, la rumba que lo aupó a lo más alto de las listas de éxitos con la conjura propia de las casualidades. La composición fue la última en entrar en el repertorio de aquel disco que acabaría invadiendo centenares de miles de hogares aquellos años en los que España nos sacudíamos el polvo negro de la dictadura.


“Yo soy un purista dentro de mi aureola de revolucionario, vanguardista o creador. Lo que no tengo es la obediencia que siguen los puristas, pero sí el respeto que merece la esencia, lo antiguo, lo válido. La memoria”, expresó a la agencia AP en el 2004.

          Paco de Lucía era un artista lleno de talento que supo fusionar su música con otros géneros ajenos al flamenco como el jazz, el rock y otras variantes musicales. Un hecho que, si bien siempre levantó las suspicacias entre los más ortodoxos, impuso una visión global de su perspectiva transformadora convirtiéndole en un revolucionario de la guitarra, sin renunciar nunca a la tradición y raigambre flamenca. Además de cruzar flamenco con jazz, De Lucía hizo lo propio con el blues, la música hindú, la salsa, la bossa nova o la música árabe. También contribuyó a difuminar la frontera entre la música culta y la popular.

       Sus colaboraciones inmortales son infinitas. Intentar resumir, sintetizar, compartir una pequeña muestra de su maestría es sencillamente imposible. Una de ellas se registró en el disco Friday Night in San Francisco (1981), junto a los guitarristas John McLaughlin y Al Di Meola . Una colaboración que duraría años y años.


¿Cómo hablar de colaboraciones sin nombrar a su gran amigo  Chick Corea?

“La marcha de Paco deja un agujero enorme en la vida musical de este mundo que sus amigos que han sido inspirados por él deben llenar con más creatividad. Paco me inspiró en la construcción de mi propio mundo musical tanto como Miles Davis, John Coltrane, Bartok y Mozart. Dedicaré todo mi creación musical de este año de 2014 a Paco y el gran legado de la música inspirado que nos ha dejado” escribió en su página de Facebook el pianista.

         Resulta que el verano pasado se volvieron a reunir para poner el broche de oro a la 37º edición del magnífico Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz. Fue el mejor concierto del año, según la prestigiosa publicación francesa Jazzmagazine Jazzman cuya crónica se tituló: “Olé! Paco y Chick de concert à Vitoria”. Fue un concierto magistral, lleno de improvisaciones (pura jam session), de talento en estado puro entre dos grandes músicos que se conocían al dedillo. Al acabar el concierto en el Pabellón de Mendizorroza y ante un público entregado que había colgado el cartel de ‘No hay entradas’, Paco le dio un sentido abrazo y un beso en la mejilla al maestro Corea. Seguramente, el último abrazo.


       De Lucía vivía desde hace años en Palma de Mallorca, donde decía haber encontrado la felicidad, tras su paso por lugares como la Península del Yucatán o Toledo, donde se dejaba ver (poco), con una mezcla irresistible de bonhomía y reclusión.  Puede parecer curioso (aunque yo creo que es lógico) pero los que lo trataron en Mallorca lo recuerdan con una cierta alergia hacia la guitarra, que dejó de tocar durante un tiempo, con ganas de compartir ratos con gentes sencillas, alejado de los cenáculos artísticos e intelectuales y dedicado a sus dos hijos de corta edad.

         Allí deja un disco póstumo de copla sin editar, grabado en su estudio de Establiments, y muchas amistades profundas como la de Tomeu Penya, quien le pagó "con melones" su colaboración en uno de sus cedés.

        Mi parte nostálgica (que es enorme) ha encontrado esta página con cinco videos de aparaciones en TV que valen mucho la pena. Paco de Lucía: cinco apariciones imprescindibles en TVE (vídeos)


        Podía haber dicho mucho más... o mucho menos... (¿quién soy yo?) sobre este guitarrista de tantísima calidad y destreza, de espectaculares punteos y habilidad para la pulsación sonora y los arpegios, que creó estructuras melódicas y rítmicas capaces de conceder un dominio superior en el arte de la guitarra entendida como un instrumento de concierto, con vida propia. Solo he compartido lo que siento por él. A él le debemos su popularización, su exportación a un mundo que supo reconocer el virtuosismo y personal estilo definido en el vigoroso don armónico que poseía. La inspiración se ha apagado y ha dejado en silencio esa emoción que, a través de su guitarra, este algecireño forjó un mito imposible de superar.

“Tu herencia es tu música y tu gran labor ha sido convertir al flamenco en un lenguaje global" (John McLaughlin, en su funeral)