domingo, 26 de abril de 2015

El Amor Brujo

Fuego y palabra, metáfora de la modernidad

El Amor Brujo es la obra más universal, brillante y arrebatadora de Manuel de Falla. Es por esta razón que un siglo después sigue siendo moderna tanto en las melodías y arreglos musicales como en su pasional argumento. Desde los primeros acordes, la obra arde con fuerza, funde esquemas y rompe tópicos. 

No es falaz decir que el maestro Falla creó nuevos y apasionados mundos para la música española basados en ritmos autóctonos. Una muestra evidente es “El Amor Brujo”. Todos los estudiosos de su obra se extrañan de que el músico gaditano compusiera esta obra en solo tres meses, cuando tardó veinte años para escribir su “Atlántida” y ni siquiera la terminó. 

“El Amor Brujo” se estrenó, para el lucimiento de la cantante y bailarina Pastora Imperio, el 15 de abril de 1915 en el Teatro Lara de Madrid, conocido popularmente como “La Bombonera”. Pastora dio vida por primera al mítico personaje de Candelas, una gitana atormentada por el espíritu de un antiguo pretendiente muerto que no le permite vivir su historia de amor con Carmelo.

"Pastora Imperio"
Retrato del dibujante español 
Rafael Sanchís Yago 1891-1979
Son las propias palabras del más grande de los músicos gaditanos las que describen la primera versión de El amor brujo. Gitanería en un acto y dos cuadros, un auténtico conjuro que ha sobrevivido en el tiempo y en el espacio, un amarre de amor eterno del que sea cumplido cien años de su estreno.
"El amor brujo es una serie de canciones y danzas, en las cuales se ha procurado conservar el carácter a un tiempo bravío y sensual de la raza gitana-andaluza con todas sus extrañas sonoridades y sus ritmos peculiarísimos". (Manuel de Falla.1915)

Su letra es obra de la escritora riojana María de la O Lejárraga, esposa del escenógrafo Gregorio Martínez Sierra y diputada socialista por Granada durante la II República en la candidatura de Fernando de los Ríos. Eran los tiempos en los que los militantes del PSOE eran socialistas.  Aquí podéis consultar el libreto
La obra original fue revisada varais veces hasta convertirla en un gran ballet y una conmovedora página sinfónica. Utilizando el material que había preparado entre 1914 y 1915, Manuel de Falla, que tan escrupuloso era, la revisó muy pronto, pensando en versiones cada vez más ambiciosas. Un gran ballet, por ejemplo, aparte de otras adaptaciones, entre ellas, primero para piano y otros instrumentos, y después para gran orquesta, con tres canciones cortas para mezzosoprano. Ese gran ballet no vio la luz hasta su estreno en París, en el Trianon Lyrique, el 22 de mayo de 1926, interpretado por Antonia Mercé, La Argentinita (Candelas), Vicente Escudero (Carmelo) y Georges Wague (Espectro), con la orquesta titular del teatro, dirigida por el propio Falla.
“El Amor brujo” es una hermosa historia de hechizos, brujería y espectro de amante celoso. Pocas partituras en la música española y universal pueden unir tal variedad de matices, hallazgos sonoros, plenitud y emociones. Recordemos, al menos, la letra que Lejárraga dedicó para la Canción del Fuego Fatuo como conmemoración del nacimiento de una obra desde hoy ya centenaria:

"Lo mismo que er fuego fatuo
lo mismito es er queré.
Le juyes y te persigue,
lo yamas y echa a corré.
Lo mismo que er fuego fatuo,
¡lo mismito es er queré!".


Es necesario resaltar que el “Amor Brujo” es la primera obra escénica de tema gitano que abriría las puertas a esa gran aventura de reivindicación del cante jondo que tendría su expresión más espectacular en el Concurso de Cante Jondo celebrado en Granada en 1922 y en la conferencia de Federico García Lorca en el Centro Artístico de la ciudad. 


Quiero hacer un paréntesis. Observad esta foto. Se trata del homenaje a Margarita Xirgu y a Federico García Lorca que tuvo lugar en Granada el 5 de mayo de 1929. Sentados de izquierda a derecha: Lorca, Margarita Xirgu, Manuel de Falla, la actriz Julia Pacheco y Federico García Rodríguez, padre del poeta.  Detrás de Falla, Fernando de los Ríos y Alfonso García Valdecasas. Detrás del poeta y de Margarita Xirgu, los amigos de Lorca Joaquín Amigo, Francisco Oriol Catena, Joaquín García Cabella, Manuel López Banús y Enrique Gómez Arboleya… y mi abuelo, Antonio Caballero Guitierrez, con 29 años recién cumplidos. Pero bueno, esa es otra historia.

Continuemos con “El Amor Brujo”. Tras su estreno en Madrid no faltaron, como es habitual, críticas poco generosas calificando la obra como "españolada" de poca monta. Aunque el público asistente al Teatro Lara ovacionó efusivamente y obligó a saludar tres veces al maestro Falla.  

Pese a tener ya cien años de existencia esta obra mantiene intacto todo su interés. Desde el punto de vista teatral, su historia de amor y muerte sigue funcionando en los escenarios del siglo XXI; musicalmente, sus sensuales melodías han pasado a formar parte del imaginario colectivo, hasta el punto de que son pocos los conocedores de la cultura española que no las tengan en su memoria. Y es precisamente por esa capacidad de integrarse en el canon occidental, sin perder vigencia, por lo que debemos conocer la obra tal y como la concibieron sus creadores, pero también bajo los nuevos significados de que les ha dotado la época actual.

Deleitaos con esta interpretación de la Danza ritual del Fuego, una pieza que ha dado la vuelta al mundo. Digo esto porque cuando se conoce y se quiere a la música vamos directo a la interpretación, cómo es ejecutada y por quién o quiénes. En este caso el gran músico es Daniel Barenboim y extrae todo de la obra. Con la solidez y el respaldo de un compositor así, un buen director brilla.


Como no podía ser de otra manera, “El Amor Brujo” es una de esas obras que traspasan al propio autor y cobran vida propia inspirando a otros creadores. Así, esta pieza se ha recreado en multitud de ocasiones (hemos visto Candelas como Esperanza Fernández, Marina Heredia, Rocío Jurado, Estrella Morente...) y desde otras disciplinas, entre otras el cine, con las versiones de Antonio Román (1949); Francisco Rovira Beleta (1967) y Carlos Saura (1986).

Y es la película El amor brujo de Saura en la que me quiero detener. Para mí Saura es de los pocos cineastas coherentes que hemos tenido en España, autor de una filmografía seria, rigurosa y de gran altura intelectual. Su versión de la obra de Falla así lo demuestra. Un film forzosamente claustrofóbico, repleto de obsesiones y fantasía en un decorado imaginario, ya que al principio Saura nos deja claro que estamos ante un decorado no ante una realidad, nos muestra una sociedad que está encerrada en sí misma. Una sociedad que no evoluciona, que vive marginada con su miseria y sus supersticiones.

Como toda obra de Saura es muy rica, contiene numerosas lecturas y gana cada vez más con un nuevo visionado. Un cine que vence el paso del tiempo, que se revaloriza cada día con su mirada profunda de la realidad que capta.

Un cine al que no se le ha valorado en su justa medida en un tiempo en que prevalece el frikismo y la superficialidad. Ajeno al “Imperio de la Trivialidad” del cine de las majors su figura emerge gigantesca.


Si os apetece escuchar la obra completa, aquí la tenéis en una buena interpretación de la London Symphony Orchestra  dirigida por José Miguel Évora y cantada por Lole Montoya

domingo, 12 de abril de 2015

Coleman Hawkins

El hombre que inventó el saxo tenor y enseñó a tocar baladas al mundo del jazz

Sería larguísimo hacer un perfil aproximado y fidedigno de Coleman Hawkins sin caer en la tediosa reiteración, y, aunque tengo tendencia a enrollarme, lo sé, esta noche quiero escapar de ello rauda y veloz. Espero conseguirlo. 


Saxo eterno, prodigio y padre del saxo tenor, pionero del solo, Hawkins representa, al igual que Charlie Parker, la transición entre el swing y el jazz. De vuelta a Estados Unidos en 1939, tras pasar una larga estancia en Europa, el saxofonista se percata de algo que le obsesionaba, ¡ya no era el mejor saxo!. Habían aparecido músicos de la talla de Lester Young, que le hacen sombra. Su carácter competitivo le lleva a grabar algo de tan alta dificultad técnica, que debería bastar para dejar clara su supremacía al tenor. El resultado, tres minutos maravillosos que cambiarían el devenir futuro del jazz. Un solo improvisado en base a la melodía original de Body and Soul, que quita el hipo y que no se recogía en ningún manual de uso del jazz.

Body and Soul era ya un éxito en todos los ámbitos, no olvidemos que llevaba nueve años en el candelero desde su aparición en 1930, y que para entonces existían multitud de grabaciones y cada sello tenía su propia versión a la venta. Sin embargo, originalidad, fantasía, lirismo son algunos de los calificativos que brotan espontáneamente al escuchar este corte.


Coleman podía ser avasallador o indeciblemente cálido. Su formidable dominio del saxo se basaba en una maravillosa gama de matices, unida a una gran fortaleza en los temas rápidos y un prodigioso lirismo en las piezas lentas, raramente logrado por otros saxofonistas. Imposible no conmoverse ante una balada suya.

Reconforta volver sobre una música que me sigue conmoviendo como el primer día. Las cosas buenas en la vida carecen de fecha de caducidad y la música de Coleman Hawkins es de lo mejor que le puede pasar a uno en este valle de lágrimas.

Por todo ello, os propongo inicar una campaña para que se cambie el nombre al saxofón que, como sabéis, proviene del apellido de su inventor Adolphe Sax,  ya que, la persona que de verdad dio sentido a este instrumento fue Coleman Hawkins, que exprimió al máximo sus posibilidades y sobre todo dotó de “alma” a un pedazo de metal. Mi propuesta es Hawkifón, aunque estoy abierta a otras posibilidades. :)

¿Sabéis una cosa? De joven, en aquella terraza del ático de Sant Andreu, una escuchaba el disco de Coleman Hawkins en la colección "Los Grandes del jazz" de Sarpe, contemplándolo desde la distancia. Hawk (o Bean) era un hombre mayor y su imagen era la propia de alguien de su edad y yo me estaba iniciando en este mundo del jazz. ¿Cómo podía yo identificarme con alguien así? Hasta que me atrapó. Hawkins tenía 56 años cuando grabó “The Hawk Relaxes” en el que el saxofonista exhibe el tono triste y melancólico que adorna su condición de excelso poeta. Para mí, su mejor disco. 56 años. Los mismos, casi, de una servidora en estos momentos. El tiempo ha congelado al jazzista en un momento crucial de su carrera mientras el mundo ha seguido su curso. El hombre mayor y lejano de entonces se ha convertido en alguien próximo a mi realidad actual.

He de aceptar la realidad: he envejecido. Su música, la de Hawkins, permanece.

Casi es media noche. Atreveos con él. Su hechizo os fascinará, os causará una profundísima emoción, una sensación única, inolvidable.... y si no lo conocéis, me encantaría descubríroslo.


Espero, Gelu, haberte ofrecido un balsámico y apacible final del día que te ayude a llevar estos momentos. Buenas noches. Bona nit. Καληνύχτα, مَساءُ الخَير Boas noites