viernes, 25 de agosto de 2023

Nació un niño rubio, una bola de luz

 “Cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre”. Gabriel García Márquez.

Un día como hoy de 1990 "nació un niño rubio, una bola de luz". Aunque lo de rubio llegó más tarde, Izan fue eso, una inmensa bola de luz en nuestras jóvenes e inexpertas vidas. Una emoción nueva, única, intensa e irrepetible. Su llegada revolucionó nuestras vidas y nuestros sentimientos. Supuso la alegría más impactante y, a la vez, la responsabilidad más grande. ¡Y un montón de dudas! A las 4:12 de la tarde decidió por fin (¡por fin!), después de pensárselo muuuucho, ver qué pasaba fuera de ese espacio líquido y caliente en el que llevaba nueve meses. Ya estaba entre mis brazos; eso quería decir que sería nuestro hijo SIEMPRE. Un sentimiento de amor nuevo e indescriptible en un camino de no retorno.

Ese verso sigue definiendo perfectamente lo que sentí. Es verdad que la letra de la canción, el poema “El nacimiento” de Nazim Hikmet, rezuma el dolor, la negrura y la tristeza de un mundo hostil en el que a veces te planteas si es justo traer niños pero para nosotros su venida al mundo fue pura luz. Cuando mi hijo nació forma parte de “Apocalipsis”, un trabajo de enorme delicadeza del grupo Aguaviva , el grupo más intelectual y más comprometido políticamente en los finales del franquismo. Un disco compuesto por una selección de poemas de diversos autores, recitados, casi siempre, por José Antonio Muñoz y cantados por el resto del grupo. Una joya.

Cuatro años después nació Ainhoa, una niña que, como dice Tontxu en su canción Aplausosque a ella tanto le gusta,"tuvo la suerte de nacer con las estrellas a favor, en una casa humilde donde nada le faltó”. Si algo no les faltó fue amor. Amor sobre las rodillas.¿Sabéis? Ainhoa existió mucho antes de haber nacido. A las pocas semanas, días diría yo, de empezar a salir juntos, su padre me dijo: “si tenemos una hija se llamará Ainhoa”. Tenía 18 años recién cumplidos. El 3 de junio de 1994 vio su deseo hecho realidad y pudo tener entre sus brazos a "su" Ainhoa. Un sueño cumplido. Además, después de nacer Izan siempre decía que quería una niña porque son más tranquilas. Hasta que nació ella, claro. Pero esa es otra historia. 

Forman una pareja muy, muy especial. Con ocho años veían juntos la serie Sexo en New York, para escándalo de las mentes bienpensantes con alma inquisitorial. Con diez, la ópera "Madame Butterfly" (ahí empezó su aficción al género). Con catorce, su padre tuvo que camelarse al guarda de la puerta de una disco para que dejaran entrar al concierto a "una menor" con él (¡¡¡pero si soy su padre!!!). A los veintidos, ya habían ido juntos a cinco conciertos de Zahara.  Han pasado veintinueve años, pero cada vez que suena esta canción le brillan los ojos y se le quiebra la voz.  Si no supiera de quién es, diría que habla de ellos.


En esta familia la música ha sido, es y será una presencia constante. Jesús tiene una teoría que hasta ahora ha podido demostrar empiricamente: todo en esta vida tiene una canción. 

Así que, nada más venir Izan al mundo, empezó su iniciación en la melomanía. Era tan pequeño que cabía en el antebrazo de su padre. Lo cogía con cuidado, lo acomodaba entre la mano y el codo y se movía así con él por la casa, ponía música, cantaba, bailaba con él…, daba igual la hora. Como nació en agosto, ambos estábamos en casa, yo de baja maternal, él de vacaciones. Nadie, pues, tenía que madrugar para ir a trabajar. Era enternecedor y, a la vez, un poco de locos, escuchar música a toda pastilla a las 4 de la madrugada, mientras mamaba o le dábamos el biberón. A esa hora, casi siempre se escuchaba esta canción. 


A Ainhoa no le gustaba dormir. La vida es demasiado emocionante para pasarla durmiendo. Después de una noche en la que no descansaba más de unas seis o siete horas, se sentaba en la cuna como quien tiene un resorte, abría sus ojos de chinita y con una enorme sonrisa gritaba: "¡Hoooolaaaa!" Y si nadie se apresuraba a aparecer, repetía "¿Hoooolaaaa?" Tampoco dormía la siesta para desesperación de su padre que trabajaba de noche y no encontraba el momento de descansar.

Esta dulce y tierna canción que Alejandro Sanz dedicó a su hija Manuela, también ha sido parte de nuestra banda sonora emocional. "Crece todo lo que quieras, que jamás dejarás de ser mi niña", le dedicó Sanz un día a su niña en su cumpleaños. Pues eso (no hace falta decir más).

Lo cierto es que innumerables músicos han compuesto grandes temas para plasmar tanta emoción a través de su música, de Madonna a John Lennon, pasando por Queen, de Antonio Flores a Ana Belén pasando por Presuntos Implicados, son muchos los que han querido expresar lo que se siente ante uno de los más grandes y bonitos desafíos, lleno de momentos difíciles, claro está, pero también de momentos maravillosos. Uno de ellos ha sido Stevie Wonder que quiso inmortalizar lo feliz que se sentía con el nacimiento de su hija Aisha con esta canción, que también nos acompañó aquel verano de 1990. En ella, la luz que nos trajo nuestro hijo se funde con la luz del sol.

A pesar de ser una de las canciones más populares del álbum “Songs in the Key of Life” (un trabajo perfecto cuya grabación duró más que el embarazo de su mujer), que estuvo catorce semanas en el primer puesto de las listas de popularidad y fue ganadora de dos premios Grammy, no fue publicada como sencillo dado que, al durar más de seis minutos, era demasiado larga para un 45 rpm, y Wonder no quiso editarlo. Siempre se ha considerado que el llanto del bebé que abre la canción es la propia Aisha, pero en realidad es otro bebé. Pero hacia el final del tema sí que escuchamos una grabación real del propio Steve Wonder bañando a su hija en casa, mientras ella se ríe y su padre le pide que salga de la bañera. 

Voy a acabar esta pequeña banda sonora emocional con un clásico. Un día de 1981, el gran Joan Manuel Serrat escribió Esos locos bajitos, una inolvidable canción, una de sus tantas composiciones que han sido capaces de tocarnos el corazón. El original título está inspirado por el humorista Gila, que llamaba a los niños “locos bajitos” y al que el cantautor le dedicaba la canción cuando la interpretaba en sus conciertos.

Con la misma dosis de ternura que de realidad, Serrat compone una canción tierna, llena de mensajes a favor de los niños y en contra de esa tendencia que tenemos los adultos de coartar su espontaneidad, dirigir sus vidas, proyectarles nuestras frustraciones.

A fin de cuentas, Esos locos bajitos acaba siendo un bello, descarado y pedagógico canto dirigido a los padres. El propio Serrat lo decía en sus recitales, cuando presentaba la canción: “no hay más que vivir con ellos y sentir cada uno de estos sueños que los adultos, con las tijeras raras, les van cortando”.  No tengo la menor duda de que es así, pero vinistéis al mundo sin un libro de instrucciones bajo el brazo. Como tantos padres, aprendimos sobre la marcha y no siempre con buena nota. 

Su entrañable letra es poesía pura. Difícilmente se pueden decir tantas cosas en tan poco espacio ni despertar tantos sentimientos con una sola canción. O quizás, sí... 

Hoy Izan cumple treinta y tres años; en junio Ainhoa cumplió veintinueve. Sois, sin duda, lo mejor que hemos hecho en la vida. Si cuando nacisteis hubiéramos pensado cómo querríamos que fueseis, ese sueño es hoy una realidad. Somos padres afortunados.

Cuidaos mucho. Y cuidad la Cultura para que ella cuide de nosotros. ¡Y no a la invasión rusa! ¡Libertad y Paz para Ucrania!

Buenas noches. Bona nit. Καληνύχτα. مَساءُ الخَير. Gabon. 굿나잇. Boas noites. 晚安 Bonne nuit グッドナイト    Buonanotte. לילה טוב.  Oíche mhaith. Wengi alus. Bones nueches. اچھا شام Noson dda. Good night. Спокойной ночи. Guten Abend. শুভ রাত্রি. Laku noć. Bon lannwit. Fie. God nat. Usiku mwema. Oimore. Sula bulungi. Добрий вечір