jueves, 20 de junio de 2013

La luna: música y poesía

"La luna es una extraña perla suspendida misteriosamente sobre el mundo" (Francisco Tario)

Érase una vez un hombre que un día encontró la Luna  y decidió quedarse con ella para toda la vida.

El hombre observaba el cielo desde el ático de su casa cuando vio que la Luna se había caído y quedado atrapada en la copa de un pino. Al principio, ella se escondía del sol en un túnel oscuro y húmedo, y frecuentemente se asustaba por los trenes que pasaban. Entonces, sucedió que la Luna visitó la casa del hombre. Éste la envolvió en una manta gruesa, le regaló manzanas de otoño y bebió té con ella. Cuando finalmente la Luna se recuperó, el hombre decidió ponerla en un bote y llevársela a través de un oscuro río a un banco de altura, donde crecen pinos de luna, para regresarla a su lugar de origen, pero no lo consiguió. Cruzando la frontera entre los dos mundos a través de un estrecho puente, sumergido en un sueño y cuidando de su compañera celestial, el hombre se convirtió en un ser mitológico, transformando su mundo real en un cuento de hadas. La Luna era feliz porque había encontrado a alguien que la cuidara. Éstas son las imágenes de tan bella historia.


La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía.
Un pedazo de luna en el bolsillo
es el mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama,
para ser rico sin que nadie lo sepa
y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir

Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada

y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna
a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte
y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas
(La Luna. Jaime Sabines)

Desde niña me han dicho que soy un poco lunática. La Luna siempre me ha fascinado; a mí y, seguramente,  a toda la Humanidad, a través de los tiempos. Sin embargo, ¿sabéis una cosa? Mallarmé, un poeta de un talento especial y poco comprendido por el público de su época, se declaró enemigo de la luna. ¡Y buscaba, decía, los medios para destruirla! La Luna, lo cansaba, lo obsesionaba, lo exasperaba, con su cara llorosa, su aspecto de viuda inconsolable, su triste faz anémica y su luz amarilla, siempre igual. La odiaba cuando leía a los poetas, los poetastros, los poetillas, los poetuchos, los buenos jóvenes que le abrían su corazón hasta el delirio. El viejo astro, plácido y triste, agujereado a versos como un viejo queso, no le inspiraba más que un piadoso rencor.


Pero si algunos, diciéndose poetas, están en trance de arruinarnos la Luna, otros, los poetas verdaderos, han hecho de ella un emblema. Siempre hay fragmentos de luna en el corazón del poeta y en quienes cantan sus versos.


Corría el año 1972 cuando el grupo Aguaviva publicó La Casa de San Jamás. La Casa de San Jamás estaba en un país “en el que el cuento se hacía historia, la conversación, poesía y la leyenda, ley”. En “La canción de la que no quiere mentir” se oía a Gloria Fuertes recitar:

Sé que a veces mentimos
para no hacer un muerto,
para no hacer un hijo
o evitar una guerra.


Quizá fue un tiempo en el que no sobraba decir verdades como puños; pero podía costar la vida o la cárcel. Tal vez por eso se hablaba de imposibles y se enmascaraban con alegorías o símbolos la esperanza y los deseos de una vida más plena. Tal vez por eso, unos años después de que el hombre la pisara, los Aguaviva imaginaron “La canción del niño que quería ir a la Luna”:

Quiero plantar un árbol en la Luna, madre,
Porque la hermosa Luna es sorda y fría.
Quiero tejer un nido de gorriones, madre,
En la Luna que es gris y que no alienta.
Quiero estrechar la mano al selenita, madre,
Aunque sea de piedra y de silencio.
Quiero apoyar con fuerza mis labios en la Luna, madre,
Como si fuera un tibio cutis de muchacha.

Quiero plantar un árbol en la Luna, madre.
Quiero tejer un nido de gorriones, madre.
Quiero estrechar la mano al selenita, madre.
Quiero apoyar mis labios en la Luna, madre.

Quiero que, cuando lleguen
Los sabios hombres a la Luna, madre,
Aprendan de una vez
Lo que es un árbol, un gorrión,
La mano de un amigo
Y un rostro al que se ama,
Porque los sabios hombres, madre,
Casi lo han olvidado.

Quiero plantar un árbol en la Luna, madre.
Quiero tejer un nido de gorriones, madre.
Quiero estrechar la mano al selenita, madre.
Quiero apoyar mis labios en la Luna, madre.



Pero recuperemos a Leonid Tishkov, nuestro hombre que encontró la Luna. Este artista comenzó en 2003 su proyecto “PrivateMoon” como una instalación de arte en homenaje al pintor surrealista RenéMagritte. El proyecto ha pasado ya por 15 países y, en la mayoría de ellos, Leonid ha colaborado con otros fotógrafos para crear y registrar sus instalaciones. La Luna de Tishkov es un objeto hecho de acrílico iluminado con luces LED por dentro.

Mientras, el resto de los mortales vivimos cautivados por su imagen cuando se eleva detrás de los árboles, cuando vierte su luz temblorosa sobre un río que fluye, cuando cae a través de las ramas sobre el asfalto de los paseos, cuando sube solitaria en el cielo negro y vacío, cuando desciende hacia el mar, iluminando su superficie ondulada y líquida con una inmensa estela de claridad o dejando un rastro de sombra de luna.

Si me sumerjo en la poesía, cualquier poesía de todos los tiempos, es difícil no acabar sobrecogida por todos los encantadores versos que la Luna inspira a los grandes soñadores.

Votre ame est un paysage choisi
Que vont charmant masques et bergamasques
Jouant du luth et dansant et quasi
Tristes sous leurs déguisements fantasques
Tout en chantant sur le mode Mineur.
L’amour vainqueur et la vie opportune
Ils n’ont pas l’air de croire a leur bonheur 
Et leur chanson se mele au clair de la lune,
Au calme clair de lune triste et beau,
Qui fait rever les oiseaux dans les arbres
Et sangloter d’extase les jets d’eau,
Les grands jets d’eau sveltes parmi les marbres.
(Clair de Lune. Paul Verlaine)


Por eso persigo a la Luna y a sus poetas cuando antes de ir a dormir no tengo tiempo para mecerme en mi música noctámbula; quiero nombrarlos, confesar sus versos bañados de luna. Tantos son los poetas que desangraron un poema en torno a ella... Estoy segura de que no hay ni uno solo que no la nombre alguna vez, (incluso Mallarmé) que no componga un verso con el influjo de su presencia. No hay un solo poeta que se precie de serlo, que no sienta su magnetismo hechicero. La Luna siempre alumbra el corazón de los poetas con sus fragmentos de luz.

Cuando sale la luna
se pierden las campanas
y aparecen las sendas
impenetrables.
Cuando sale la luna,
el mar cubre la tierra
y el corazón se siente
isla en el infinito.
Nadie come naranjas
bajo la luna llena.
Es preciso comer
fruta verde y helada.
Cuando sale la luna
de cien rostros iguales,
la moneda de plata
solloza en el bolsillo.

(La luna asoma. Federico García Lorca)

 

Las fotos que se ven a continuación también son, ante todo, poesía. Son fotos normales, cotidianas, algunas de mala calidad, pero ahí está la luna. 


Ya hemos visto que pocas cosas tienen tanta carga poética como la luna. Así que, ya que los hombres caminamos sobre ella y la admiramos y la estudiaron por años, ¿por qué no iba a poder Laurent Laveder jugar con ella?


Jugando con la luna” (Moon Games) es una serie compuesta por diversas fotografías que, utilizando las fases de la luna, muestran personas interactuando con ella. Utilizando un gran nivel de originalidad, logra conseguir imágenes divertidas y únicas, en donde el artista hace parecer que la luna está realmente al alcance de las manos de hombres y mujeres.




Dicen que sin Poesía la Luna sólo es luna. Yo añado que sin Luna a la poesía la faltaría algo. Aunque los tiempos cambien estarán ellas, siempre, Luna y Poesía y Música, para mantener viva la magia.  O al menos eso quiero creer yo...




(Gràcies a Xavier  Perarnau, el miner que em va portar el "carbó", el pastor que em va triar la "llana". l'amic que va recopilar un munt de temes que ens parlen de la Lluna )

22 de junio de 2013


Hoy, mi amiga Gelu, con la que comparto tantas cosas, me ha propuesto este maravilloso tema de la gran Chavela Vargas: Luz de luna.



Yo quiero luz de luna para mi noche triste,
para soñar, divina, la ilusión que me trajiste...

jueves, 6 de junio de 2013

El blues del desierto: Tinariwen, Tamikrest y Ibrahim Djo Experience

“Para el nómada, el pensamiento solo existe caminando o cantando. Y todo lo que es nómada debe ser cantado o caminado para ser real”. (Mahmoudan Hawad)

Cargo al hombro mi espada.
Las lanzas atraviesan.
Los bravos caen.
Las madres lloran.
(antiguo canto de guerra tuareg)

La vida en el desierto siempre ha sido un sofisticado juego de supervivencia. El margen de error es tan fino como la interminable línea que aquí separa el cielo de la tierra. Y sin embargo, la vida se afirma desafiante. Las llanuras sin vida, rajadas, rotas y yermas en las que el sol y el viento sólo tienen arena y rocas como compañía, miran con recelo al extranjero. Quedarse solo o perder el grupo en este páramo significa casi con seguridad la muerte.  
Estamos en la “tierra vacía”,  el Teneré, como la llaman los tuareg, habitantes de este territorio que proceden de las originarias tribus bereberes. Una tribu que no es ni árabe ni negra que ha echado raíces durante siglos. Y llaman con orgullo al desierto su casa. No conocen fronteras ni las leyes de los extranjeros, sólo el viento, las estrellas y su propia política de tribu, de comercio y de gestión del agua.

Los tuareg poseen una cultura musical fascinante. Abiertos a los instrumentos y ritmos modernos, su música se convierte en medio de supervivencia para afrontar los conflictos económicos, sociales o políticos  y tiene la capacidad de trasladarnos a los paisajes infinitos del desierto y hacernos partícipes de sus aspiraciones sueños y forma de vida. Sus canciones hablan de lo esencial en la vida de este pueblo: el amor, la paz, la lucha contra el hambre y contra la sequía.

La larga etapa de la colonización europea, las distintas invasiones extranjeras y las nuevas fronteras fruto de la descolonización que trocearos su territorio supusieron el colapso final de sus ancestrales formas de vida, arrasando la cultura ambulante de estos nómadas, más que el viento. Las rebeliones se respondían con brutal represión y masacres. Tampoco ellos han sido ángeles. Entre los tuaregs existió la esclavitud como forma fundamental de su estructura política. Y algunos lucharon a favor de Gadafi porque éste fue el único que les dio cobijo cuando huían. Curiosamente, en estos campos tuvieron por primera vez acceso a la música de Hendrix, de Marley, al blues y a instrumentos occidentales, guitarras y bajos eléctricos, que desde entonces constituirán nuevos elementos en la música tradicional de todo su pueblo. Con ellos las nuevas generaciones tuareg creaban su propia música contestataria.


La posibilidad de grabar sus cantos en los campos libios convirtieron a los diversos grupos musicales de los tuareg en el único medio de comunicación en un mundo arenoso, sin periódicos, ni radio, ni televisión. Sus cassettes pasaron de mano a mano, se copiaron, se compartieron en las renegadas caravanas de camellos, y su música viajó por todo rincón del Sahara y fue prohibida en Malí, Argelia y Níger.

En Libia, a principios de los 80, nació el grupo Tinariwen, unos jóvenes ávidos de música y de libertad que vivían en campos de refugiados. Su música viajó rápida como la arena en el Sáhara como un rumor. Cassettes de mala calidad servían para difundir su sonido, orgulloso y dolorido, que bebía de las fuentes del pasado pero las renovaba con guitarras eléctricas que hacían su música más cortante. Como su mensaje que hablaba con la pasión, el coraje y el realismo de unos jóvenes que querían vivir a su aire y no eternamente oprimidos. Algunos habían visto morir a sus padres y abuelos y matar el ganado en anteriores revueltas. Todo lo que hacen guarda una estrecha relación con el blues africano de Ali Farka Touré, aunque más al límite, más significativo y profundo.


Sigamos hacia el oeste, hasta el desierto de Malí para descubrir que también está lleno de talento. La historia de Tamikrest es la de unos músicos jóvenes, decididos a vivir la música y la poesía más allá de las dunas. En el idioma "tamikrest" significa el nodo, el futuro de la coalición. Su música mezcla la música africana tradicional con influencias de rock occidentales, accesible a los habitantes de un mundo más grande que la inmensidad del desierto sahariano.

Este grupo es el relevo natural de Tinariwen. "En lo que a mí respecta, es Tinariwen quien creó el camino", declara Ousmane Ag Mossa, líder del grupo. Su objetivo también es el de defender y reivindicar la causa de su gente, la del noreste de Mali, su cultura y la poesía con música, a través de sus guitarras y no con armas. Algo, lo del uso de las armas, que a mediados de los 90 y también cuando nació el grupo muchos jóvenes de la zona no tenían otro remedio que llevar a cabo. Sus letras tratan de la desesperada situación de los jóvenes de su pueblo sin futuro y del amor a su hogar en el Sahara. 
“¿Cuál es la parte más débil de cualquier nación o pueblo? Es la ignorancia. Estamos atrapados en nuestra ignorancia. Veo el mundo cambiante, las carreras por delante, y lo que nos deja atrás. Y la única cosa que nos está frenando es nuestra ignorancia. Como artistas, es nuestro deber hacer que nuestros problemas sean conocidos en el mundo, cantar canciones sobre la vida nómada, sobre nuestras tradiciones y cultura. Pero, sobre todo, canciones revolucionarias, sobre lo que vemos, sobre lo que el gobierno está haciendo a nuestro pueblo" Ahí está Tamikrest, el nudo, la coalición, el futuro.


Para acabar este paseo por la música del desierto os quiero presentar a Ibrahim Djo Experience Esta banda es el resultado de un encuentro en 2005 en un pequeño pueblo maliense llamada Aguel'Hoc, entre músicos franceses Pablo (guitarra) y Nicolás (batería) e Ibrahim Djo, un guitarrista tuareg.  Durante cinco años, la banda viajó entre Francia y Mali. Esos viajes se llenaron de música, de compartir trabajo y ensayos, y también de largas discusiones, mientras bebían té, acerca de sus visiones del mundo, de sus formas de vida y su música.

Este encuentro es tan musical como es humano y se convierte en una experiencia, un oficio y una aventura. La Guitarra de Ibrahim Djo se inspira en Tinariwen, Ali Farka Touré y Jimi Hendrix. Los otros miembros de la banda provienen de diferentes mundos musicales y llevar sus propias influencias. Con este primer álbum, la experiencia Ibrahim Djo ofrece un viaje entre diferentes estilos, desde la música tradicional tuareg al blues, del rock al pop y jazz.


Hoy hemos viajado por el desierto, tras su música, sus huellas y la alargada sombra en la arena de los tuaregs.

Acabemos por donde empezamos. Conocer la poesía del poeta nómada saharaui Mahmouda es desde luego una buena forma de introducirnos en su cultura y entender el trasfondo de esta etnia. Merece la pena ver el siguiente vídeo y dejarse llevar por la retórica de los versos y la fuerza de las estridentes onomatopeyas de Hawad. El poeta lee un fragmento de su extenso poema “Bebedores de brasas”, explosivo canto que describe el desgarramiento y la dura condición de los pueblos que habitan y luchan en el desierto por una nueva existencia. Texto es leído en el IX Festival Internacional de Poesía de Medellín (1999), que convoca y organiza anualmente la revista Prometeo. No os lo perdáis.