lunes, 8 de diciembre de 2014

El mar, música y poesía

“Et deixo, amor, la mar com a penyora (Carme Riera)


Me gusta el mar. Acudo a su bramido,
al ámbito olvidado por la altura,
acepto la condena de su hondura,
el aire horizontal, el sol hundido.
Me gusta el mar de gesto indefinido.

El mar es resonancia
y no cantar: palabra.

El mar se enamoró de ella que lo amaba desde siempre. Por eso, una tarde se atrevió a seducirla. Y ella se dejó seducir.


Aprovecho que me han dejado sola en este frío domingo para alejarme un rato del mundo real. Desde mi rincón, a través de la puerta del jardín, contemplo un cielo oscuro y amenazador que recuerda que el otoño sigue su curso mientras el frío va imponiendo su ley. El viento transporta recuerdos y me hace evocar esos momentos que nos marcaron.

Frente al mar

Oh Mar, enorme mar, corazón fiero
De ritmo desigual, corazón malo,
Yo soy más blanda que ese pobre palo
Que se pudre en tus ondas prisionero.

Oh mar, dame tu cólera tremenda,
Yo me pasé la vida perdonando,
Porque entendía, mar, yo me fui dando:
"Piedad, piedad para el que más ofenda".

Vulgaridad, vulgaridad me acosa.
Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.
Hazme tener tu cólera sin nombre:
Ya me fatiga esta misión de rosa.

¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,
Me falta el aire y donde falta quedo,
Quisiera no entender, pero no puedo:
Es la vulgaridad que me envenena.

Me empobrecí porque entender abruma,
Me empobrecí porque entender sofoca,
¡Bendecida la fuerza de la roca!
Yo tengo el corazón como la espuma.

Mar, yo soñaba ser como tú eres,
Allá en las tardes que la vida mía
Bajo las horas cálidas se abría...
Ah, yo soñaba ser como tú eres.

Mírame aquí, pequeña, miserable,
Todo dolor me vence, todo sueño;
Mar, dame, dame el inefable empeño
De tornarme soberbia, inalcanzable.

Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza,
¡Aire de mar!... ¡Oh tempestad, oh enojo!
Desdichada de mí, soy un abrojo,
Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza.

Y el alma mía es como el mar, es eso,
Ah, la ciudad la pudre y equivoca
Pequeña vida que dolor provoca,
¡Que pueda libertarme de su peso!

Vuele mi empeño, mi esperanza vuele...
La vida mía debió ser horrible,
Debió ser una arteria incontenible
Y apenas es cicatriz que siempre duele
(Alfonsina Storni. Irremediablemente)


Antes, cuando volvía a casa de tirar la basura por la cuesta del silencio, cerré los ojos. Y apreté los puños. Quería escuchar una vez más el mar rompiéndose bajo mis pies, igual que se rompía aquellos atardeceres en que yo escribía y salía a descifrar la luna grabando en plata su nombre sobre las aguas.


Subía y miraba el cielo en busca de las estrellas. Una, la única que logro apreciar, pierde su brillo de forma definitiva.  En la oscuridad del cielo, su rastro se aleja tristemente. De nuevo, sólo la niebla envuelve el verde bosque cubriéndolo de un manto blanco y siniestro. Un escalofrío atraviesó mi cuerpo... Algún viejo fantasma del pasado hace su travesía a ninguna parte. He querido componer un poema y no he podido. Abro los ojos y el futuro me acecha; quien sabe qué sorpresas me depara.

 Solitario, mudo, ceñidas
las sienes de hojas otoñales.
En la boca reseca el gusto
de la sal de todos los mares.

La sal que dejaron las olas
de los días al derrumbarse.

Una noche después de un largo día le dice la luna al cielo: voy a navegar por el mar de estrellas que forman tu cuerpo.


El mar sin tiempo y sin espacio nos acaricia con sus olas comprensivas.
Su soledad es tan inmensa que se confunde con sus aguas infinitas.
Nadie lo habita, ni lo surca; nadie lo llama, ni lo escucha, ni lo mira.
Vive desnudo como el alma, con su profunda inmensidad por compañía.
No hay bienvenidas en sus puertos; ni en sus obscuros malecones despedidas.
Tanto las playas que desea como las playas que abandona están vacías.

Mudas están sus caracolas, y ya no alumbran sus estrellas submarinas.
De los veleros que lo amaron apenas hay reminiscencias imprecisas.
La tierra ignora nuestras dudas y el firmamento nuestras largas agonías.
Sólo este mar que nos comprende puede medir la soledad de nuestras vidas.
El mar inunda nuestros ojos con la ternura temblorosa de sus aguas.
Y nos contempla largamente con la dulzura elemental de su mirada.
El poderoso sentimiento del mar sin fin tiene un momento forma humana.
Y entre las aguas invasoras nuestra emoción es más profunda y más amarga.
Para el dolor alternativo de las mareas nuestro ser es una playa.

De nuestras venas son las olas que se suceden en las costas más lejanas.
Algo más grande que nosotros está despierto en nuestra voz abandonada.
Una pasión de carne y hueso tiembla en el pulso de las olas solitarias.

Manos de viento nos golpean el corazón y nos oprimen la garganta.
Sólo este mar que nos contempla sabe medir la soledad de nuestras lágrimas.
El mar escucha sin descanso la silenciosa confesión de los recuerdos.
Una emoción incontenible, pero sin voz, sube del fondo de su pecho.
Donde las aguas son profundas como la muerte y el amor, hay un velero.
Bajo las olas pensativas el gran navío de la infancia está durmiendo.
En el abismo es su dulzura como un violín abandonado en un desierto.

Fotografía de mi amiga Gelu
Nido en el bosque tenebroso, llanto infantil en un camino solo y negro.
Su cuerpo mudo y solitario vive la vida de las flores y los ciegos.
Por lo callado y por lo solo parece un alma ensimismada en vez de un cuerpo.

Para su amor interminable todos los puertos de la tierra son pequeños.

Sólo este mar que nos escucha puede medir la soledad de nuestros sueños.
El mar pregunta por nosotros en el lenguaje de sus olas más obscuras.
(De tan sombrías, ni siquiera tienen la gracia luminosa de la espuma.)
Profundos son sus ojos negros, pero su voz es todavía más profunda.
Es necesario haber sufrido sin compasión para saber lo que murmura.
Las olas vienen de muy lejos a descansar en nuestro ser, una por una.
Vienen sin restos de naufragios y bajo cielos sin estrellas y sin luna.
No vieron islas encantadas, ni blancas velas, ni gaviotas vagabundas.
Desierto igual es imposible fuera del ser por quien suspiran y preguntan.
Sobre las olas desoladas el firmamento está distante como nunca.
Sólo este mar que nos invoca puede medir la soledad de nuestra angustia.
El mar sin rumbo y sin amparo busca refugio silencioso en nuestra frente.
Y el movimiento de las olas infatigables se apacigua lentamente.
Sobre las aguas angustiosas una quietud espiritual dicta sus leyes.
La eternidad las tranquiliza con la virtud maravillosa de su aceite.
En las tinieblas infinitas un gran misterio abre las alas para siempre.
Y en el abismo solitario todas las formas del olvido están presentes.
En vez de voces hay silencio, y aterradora soledad en vez de seres.
Donde hubo pájaros hay viento, y oscuridad y oscuridad donde hubo peces.
Nuestro dolor y el de las aguas están unidos en la paz de las rompientes.

Sólo este mar que nos conoce puede medir la soledad de nuestra mente. 
(Francisco Luis Bernárdez)


Allí donde la tempestad declina y el agua se torna calma será el encuentro... Y de esa azul profundidad brotarán quimeras, se oirán melodías…


Mar distante
Si no es el mar, sí es su imagen,
su estampa, vuelta, en el cielo.
Si no es el mar, sí es su voz
delgada,
a través del ancho mundo,
en altavoz, por los aires.
Si no es el mar, sí es su nombre
es un idioma sin labios,
sin pueblo,
sin más palabra que ésta:
mar.
Si no es el mar, sí es su idea
de fuego, insondable, limpia;
y yo,
ardiendo, ahogándome en ella.


El Mar

NECESITO del mar porque me enseña:
no sé si aprendo música o conciencia:
no sé si es ola sola o ser profundo
o sólo ronca voz o deslumbrante
suposición de peces y navios.
El hecho es que hasta cuando estoy dormido
de algún modo magnético circulo
en la universidad del oleaje.
No son sólo las conchas trituradas
como si algún planeta tembloroso
participara paulatina muerte,
no, del fragmento reconstruyo el día,
de una racha de sal la estalactita
y de una cucharada el dios inmenso.

Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire,
incesante viento, agua y arena.

Parece poco para el hombre joven
que aquí llegó a vivir con sus incendios,
y sin embargo el pulso que subía
y bajaba a su abismo,
el frío del azul que crepitaba,
el desmoronamiento de la estrella,
el tierno desplegarse de la ola
despilfarrando nieve con la espuma,
el poder quieto, allí, determinado
como un trono de piedra en lo profundo,
substituyó el recinto en que crecían
tristeza terca, amontonando olvido,
y cambió bruscamente mi existencia:
di mi adhesión al puro movimiento.


Meditación
[...]
Yo te veo en el mar: en la ola verde,
azul, o sonrosada que camina,
que con orla de aljófares se pierde,
mientras otra más alta se avecina.

También cuando lo tienes en bonanza,
para el pequeño alción que a sus cristales
fía su hermosa prole y su esperanza,
mientras atas furiosos vendavales.

Y en el cetáceo enorme que entre hielos,
que muros de cristal pueden decirse,
alza dos ríos de agua hasta los cielos,
y agita el mar del norte al rebullirse;

que herido del arpón, iras alienta,
con su sangre las aguas enrojece,
y las pone agitadas en tormenta...
¡Tanto puede su mole que padece!

Tú le diste los mares por presea
donde tenga por lecho las bahías
el boreal y antártico pasea;
por abismos de espuma tú le guías.
[...]


Elegía del niño marinero
Marinerito delgado,
Luis Gonzaga de la mar,
qué fresco era tu pescado,
acabado de pescar!

Te fuiste, marinerito,
en una noche lunada,
tan alegre, tan bonito,
cantando, a la mar salada!

Qué humilde estaba la mar!
¡El cómo la gobernaba!
Tan dulce era su cantar,
que el aire se enajenaba.

Cinco delfines remeros
su barca le cortejaban.
Dos ángeles marineros,
invisibles, la guiaban.

Tendió las redes, ¡qué pena!,
por sobre la mar helada.
Y pescó la luna llena,
sola, en su red plateada.

¡Qué negra quedó la mar!
¡La noche qué desolada!
Derribado su cantar,
la barca fue derribada.

Flotadora va en el viento
la sonrisa amortajada
de su rostro. ¡Qué lamento
el de la noche cerrada!

¡ Ay mi niño marinero,
tan morenito y galán,
tan guapo y tan pinturero,
más puro y bueno que el pan!

¿Qué harás, pescador de oro,
allá en los valles salados
del mar? ¿Hallaste el tesoro
secreto de los pescados?

¡Deja, niño, el salinar
del fondo, y súbeme el cielo
de los peces, y, en tu anzuelo,
mi hortelanita del mar!


Hay momentos de pasar día tras día
lugares de nunca llegar.
Hay lugares de estar tranquila,
lugares de no ser nadie
y huir,
ser una pierna en el aire
y perderse en ningún lugar.
Hay lugares de sí,
momentos de dudar,
de esperar el momento;
hay lugares de no,
que hoy no,
que no volveré
ni un día más.
Hay momentos de volver
y no encontrarse con nada
de agobiarse,
momentos sin rumbo,
Hay lugares de presentimiento,
de miedo hueco
siempre es el miedo
un lobo que aúlla cerca.
Hay momentos de partir,
quedarse a solas,
lugares sin mí,
que siempre serán sin mí
Hay lugares que no querré llegar,
momentos dolorosos
sin entender nada.
Hay momentos de contar
los pasos hasta el vacío
caída libre.
Hay momentos donde nada
lleva a ningún sitio,
mecer en la ausencia,
momentos de pies en alto,
cabeza suelta y nada;
momentos de nada
de más allá: nada.
Pero hay momentos incomparables,
que llegan sin esperarlos
el mar en el alma,
la arena quieta
momentos de sólo respirar
tomar el aire
creerse alguien.
Sonreír.
Hay momentos... palabras,
palabras bálsamo,
sonrisas bálsamo,
miradas bálsamo,
complicidades, certezas.


Yo me sé pasajera de tu barco sin rumbo. Tú te sabes huracán de mi calma y mi noche.


Me retiro ya. Volveré para hallar una sonrisa en la gota sutil que se rezuma de las porosas piedras, en la bruma, en el sol, en el cielo y en la brisa. Alzaré una nueva vela contra el viento. ¡Hay tantos mares que surcar! Cada naufragio exige un nuevo intento. El mar tiene infinitas rutas.

Lunes, 8 de diciembre.

Xavier Perarnau, siempre tan certero, me propone ésta maravilla que no puede faltar en este homenaje al mar. Gracias, Xavier.

2 comentarios:

  1. Querida Victoria, querida amiga: Eres un monstruo, que capacidad para entrar en el mundo interior de cada uno, y despertar nuestra emotividad, nuestro ser sensible. El mar y poesía. Música y la Mar, el Mar, Música y Poesía. Bellísima recopilación de buena música y mejor poesía, variada, diferente y la mar como fondo, o en primer plano, el mar, la mar como fuente de inspiración, como motivo de emociones y sensibilidades. El mar calma y adormece o enardece y te agita, según su estado y tu sentir anímico del momento, te hipnotiza como el fuego, está vivo y siempre es diferente, calmado, o bravío, devastador o balsámico, lo cierto es que no se puede vivir sin el, por eso, perfecta la combinación que haces en este grandísimo trabajo, porque tampoco se puede vivir sin poesía o sin música, que son, como el aire que respiramos. Por eso, yo que soy de tierra adentro, cada cuatro meses, máximo, necesito irme, una escapada rápida, para ver la mar, la anhelo, la echo en falta y tengo que salir y reencontrarme, sentir su brisa salada, su aire de marisma, su vastedad horizontal, su agitación, su dulzura en su salinidad, el mar....la mar.... Gracias por esta genial idea de combinar tanta belleza y tanto arte, Beethoven y Jimi Hendrix, Debussy y Mercedes Sosa, Bob Seger y Otis Redding, Rosana, nada que ver y todos en lo mismo, música, arte, poesía, Neruda, José Hierro, Alberti, Salinas, Arolas, Alfonsina Storni, todo un elenco de poesía y su música pareja, todos y la mar. Bellísimo trabajo, Victoria, me has puesto, como siempre, la piel de gallina, oyendo tu música y leyendo tu poesía que nos transmites tan generosamente, mi corazón está en un puño y es, por eso lo digo al principio, tu capacidad para sensibilizar a los que te seguimos, con tu enorme generosidad y tu especial don para hacer las cosas. Eres grande, Victoria. Muchas, muchas gracias. Un abrazo de oso enorme y la mejor de mis sonrisas.

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    1. Me sonrojas, querido Miguel! :)
      ¿Sabes? Una de mis mayores frustraciones ha sido no poder vivir cerca junto al mar. Cuando dejamos Barcelona intentamos conseguir una vivienda en alguna población costera. Imposible. Imposible por dos cosas. Por lo desorbitado de sus precios y por el turismo que había invadido todo. Por eso decidimos trasladarnos al "pre-litoral" . Lo tengo cerca pero no es lo mismo.
      Una de las cosas que me provocaba cierto rubor al escribir este post era mezclar mis poemas con los de tan grandes nombres. Pero no pude resistirme a dejar ver un poco de mí (algo nada habitual).
      Me emociona tanto llegar a tu corazón tan nítidamente. Compartimos mucho, querido amigo. Mucho.
      Cuando vaya a verte a Madrid te llevaré un trocito de mar solo para ti. Un abrazo (ese que sabes que te daré cuando te vea) :) <3

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