La voz de un pueblo amordazado.
El pueblo kurdo reúne alrededor
de 25 millones de personas que viven a caballo entre Turquía, Siria, Irán y
Iraq fundamentalmente, lo que les convierte en el pueblo sin estado con más
personas del mundo. Hay kurdos de origen musulmán pero también los hay judíos y
cristianos; un pueblo con infinidad de dialectos por lo que acaba siendo un pueblo de enorme complejidad y de relaciones difíciles en su interno y con el
exterior. A un pueblo tan diverso, seguramente, la única forma de cohesionarlo
es a través de la cultura y, fundamentalmente, de la música.
No hace mucho que en Turquía los
kurdos y otras minorías étnicas tenían prohibido hablar, cantar en su idioma,
mostrar su cultura, propagarla y transmitirla. Con el fin de uniformar una
sociedad evidentemente multiétnica, la discriminación y la persecución por
parte de las autoridades turcas, estaban a la orden del día. Muchos kurdos han
olvidado su idioma debido a la prohibición que reinaba.
Afortunadamente, las cosas en
Turquía, ese país de dos caras, la musulmana y la occidental, han cambiado
mucho ya que lleva años trabajando para formar parte de la UE. Eso ha supuesto
un cambio constante de política y un nuevo camino hacia la libertad de los
kurdos. Ahora, incluso tienen un canal de televisión. Aun así, las
conversaciones avanzan a ritmo “maestoso” y de los 35 capítulos de la
negociación tan sólo se ha cerrado uno (¡UNO!) por no cumplir las exigencias de
los criterios de Copenhague, lo que ha provocado una y otra vez la frustración
y el descontento del Gobierno y de la opinión pública del país. A las
deficiencias evidentes de insuficiencia democrática, falta de independencia
judicial y violación de ciertos derechos y libertades fundamentales, la persistencia
del régimen en la discriminación a los ciudadanos turcos de origen kurdo es un aspecto que
no parecen dispuestos a superar. Estos obstáculos podrían ser superados si el
Gobierno turco tuviera voluntad política para ello, pero el principal escollo
radica en la creciente islamización de la sociedad y del Gobierno turcos.
En ese contexto, la cantante Aynur irrumpe en el
escenario musical de su país y se convierte en la cara moderna de la antigua
música kurda, estableciendo una verdadera complicidad entre ambas. Su música
tiene influencias árabes, mesopotámicas e incluso judías. Sus canciones son los
lamentos y la epopeya de un pueblo maltratado y perseguido.
Aynur nació en 1975 al sureste de
la península de Anatolia. "Las mujeres siempre estaban cantando. Se
enseñaban canciones que conocían de sus padres o abuelos. Y transmitían la
cultura de forma oral a través de leyendas, poemas o canciones" ha
explicado más de una vez. Por ello, era todavía una niña cuando ya la música
formaba parte de su vida. Era muy habitual crecer escuchando casi a escondidas música
y canciones, los grandes poemas y melodías del pasado.
En esas historias que se han
transmitido a lo largo de los siglos a través de la palabra, está el punto
fundamental de inspiración de Aynur Dogan, a lo que une otras músicas como la
de John Coltrane o Tracy Chapman. Son
canciones en las que la mujer tiene un papel preponderante, protagonista de
historias muchas de ellas de amores que no se culminan, tal vez como la propia
trayectoria de su pueblo. “Me sale así porque canto lo que vivo y lo
que soy”.”, reconocía en el periódico norteamericano San Francisco Chronicle. Para ella, los
principales problemas de la mujer son “la falta de derecho al trabajo, la
libertad y la educación". Por eso, se siente privilegiada: “Cuando ves la dramática situación
de muchas mujeres en distintas culturas, aprecio lo afortunada que soy por
poder ser yo misma”. Por suerte, la situación en Turquía ha mejorado,
aunque la religión sigue siendo un muro en muchas sociedades, ya que “relega a
la mujer a un segundo plano”. No entiende la vida sin libertad y subraya que el
hombre sigue teniendo más poder de decisión. “Se involucran en la lucha por la
igualdad de sexos como un acto de humanismo”.
En 2006, un juez de la ciudad de
Diyarbakir ordenó el secuestro de su disco, “Keçe Kurdan” (Chica kurda), por
considerar que la canción que le daba título incitaba a las mujeres a echarse
al monte y fomentaba el separatismo: "Alzaos, chicas, haced oír vuestras
voces en el mundo. / Os esperan cosas difíciles en las alturas. / Y es que las
mujeres ahora avanzan, estudian". "Es una canción feminista, y yo
estaba llamando a las jóvenes a unirse para rebelarse contra el
feudalismo"
En julio de 2011, fue abucheada
por una parte del público durante un concierto al aire libre en el Festival de Jazz de Estambul porque
cantó una canción kurda. Parte del público cantó el Himno Nacional turco en
protesta, mientras que otros apoyaron a la cantante.
Estaréis conmigo que, lo quiera o
no, ayudar a mantener viva la tradición musical kurda para las siguientes
generaciones, tiene una carga política indudable por lo que supune de desafío
al orden establecido. A pesar de todo, la cantante no quiere que su música
juegue un papel político. (¡A saber qué entenderá ella por política!) En las entrevistas qeu he leído siempre explica que no quiere hacer política con su música, que lo que quiere es hacer llegar a
una audiencia internacional un mensaje de paz y de amor, “Derrumba fronteras y construye
maravillas, dice; un amor que en ocasiones es desesperado y teñido de
tristeza y añoranza. “Es una sociedad que ha tenido difícil vivir
sus amores”. Por ello, lo que más le interesa es que sus canciones
hablen de amor, de la emoción, de la alegría y la amargura de la vida. Con
pocos instrumentos tradicionales y su potente voz, Aynur transmite a los
espectadores y oyentes todos los sentimientos presentes en las letras y música
de su pueblo. Casi sin esfuerzo, sabe
combinar perfectamente sus raíces con instrumentaciones que mezclan la
tradición y la modernidad.
La música de Aynur parece un
retrato del Kurdistán.
Cruda y árida como las montañas; vital y jubilosa como los bailes tradicionales
kurdos. Ella atribuye la riqueza de su música a la extraordinaria diversidad de
minorías que existen en Anatolia y la influencia que ejercen unas sobre otras. Mestizaje
de lenguas que se extiende a la música en la que conviven los instrumentos
tradicionales con guitarras eléctricas y sintetizadores, para una música que
habla de emociones. Y es que como dice Aynur: “tenemos que empezar a sentirnos
como humanos para poder ser humanos”. Su música puede ser un buen punto
de comienzo para recorrer ese intrincado camino.
"Mi deseo es franquear las puertas que estoy luchando por abrir y,
una vez atravesadas, seguir avanzando hasta abrir muchas otras que quedan
todavía. El camino que mi corazón me muestra, el que he decidido recorrer, es
el que conduce hacia mí misma. Es un camino muy largo y seguiré por él mientras
tenga ánimos y fuerzas...”
Es cierto que nuestros oídos no
están muy habituados a músicas como la de esta mujer, pero tampoco tardan en
hacerse a ella y captar sus secretos. Entonces, la fascinación viene por sí
sola.
En estos tiempos de aumento de la locura xenófoba y de nacionalismos excluyentes quiero que este espacio vuelva a ser un homenaje a la diversidad y el mestizaje.
(No puedo dejar de preguntarme por qué en España hay tantas personas y personajes solidarios con la lucha de estos pueblos y no entienden la del pueblo catalán).
(No puedo dejar de preguntarme por qué en España hay tantas personas y personajes solidarios con la lucha de estos pueblos y no entienden la del pueblo catalán).
Victoria: ponerse en tu blog, sea cuando fuere, es postrarse de hinojos ante el buen decir, el bien escuchar, el aprender que cada día nos queda una lección por aprender, guiados de tu mano generosa.
ResponderEliminaruna maravilla Aynur.
Abrazos
¡Hay tanto de exhorcismo, Pilar! Mucho... muchísimo.
EliminarGracias. Un beso fuerte,