Un firme compromiso con su pueblo y con los niños.
Vivimos
rodeados de verdaderos tesoros musicales que, a menudo, pasan desapercibidos.
En este pequeño templo dedicado a aquella música que me gusta, impacta o me
emociona, he tenido la oportunidad de compartir más de uno de esos tesoros. El
de esta noche lo guardé cuando lo escuché por primera vez con la intención, como siempre, de investigar para conocerlo mejor, pero me olvidé de él. Aunque el
amor por la música es un romance eterno que siempre te deja queriendo más, se
quedó ahí, esperando el momento. Ha sido la necesidad de escuchar una voz que me
ayudara a evadirme de un mundo en el que el ser humano se deshumaniza por
segundos y nadie quiere hacer nada por devolvernos la humanidad, la que me ha
llevado de nuevo hasta la cantante armenia Mariam Matossian. Un tesoro, sin duda.
Esto fue lo primero que conocí de ella hace ya 15 años: Hars Em Knoom, una canción tradicional armenia que habla de una novia que agradece a su madre todo el cuidado, la guía y el amor que le ha brindado.
Esta mujer, nacida y criada en Vancouver, se ha dedicado a recoger el repertorio tradicional armenio para darlo a conocer a todo el mundo. En 1998 se convirtió en el primer miembro de su familia en viajar a Armenia desde que su abuela, una sobreviviente del olvidado genocidio armenio, había sido deportada. Un lugar en el que se sentía como en casa a pesar de que nunca lo había visitado antes. Su nombre, Mariam, es el de su abuela, a la que no conoció, y que le encantaba cantar. En la familia de Matossian, la tradición del canto se transmite de la bisabuela a la abuela, de la abuela a la madre y de madre a hija en una cadena interminable de pasión, fe e inspiración. Como miembro más joven de este linaje, se enteró de estas canciones a una edad temprana. El canto fue rápidamente para ella tan natural como respirar. Su voz, maravillosa. Su compromiso con su pueblo, indiscutible.
En sus dos
viajes a sus orígenes, Mariam trabajó como voluntaria en Ereván, la capital de Armenia, para un periódico inglés, con niños y
adultos. "... Mi sueño siempre ha sido compartir la historia de mi cultura con el mayor
número de personas que la quieran escuchar.
La historia de mis abuelos, en especial las cuentas de su fe, resistencia y
esperanza a pesar de los muchos obstáculos que soportaron, y la situación de
los niños de la calle en Armenia - a aquellos niños que me enseñaron algunas de
las canciones- me han inspirado. Anhelo compartir estas historias con
otras personas. Y cuando paso a través de la música, estas historias a los
demás, espero que la gente se enriquezca tanto como yo".
(Del perfil
de su blog)
A pesar de las espectativas creadas cuando empezó su carrera musical en 2004, solo ha grabado dos discos: “Far From Home” (Lejos de casa) y “In the Light” (En la luz). En su poderoso álbum debut, combina los sonidos únicos del duduk, el oud, la mandolina, la guitarra y los ritmos hipnóticos del djembé, el dumbec y el udu con su fascinante voz para llevar a cada oyente a un viaje encantador a Armenia. Escuchad esta maravilla.
“Lejos de casa” es una colección de 10 canciones folklóricas armenias repartidas en 13 pistas (la canción que acabáis de escuchar, Groong / The Crane, la interpreta tres veces de manera diferente) cantada en un estilo inocente muy claro, medido y, en última instancia, dulce que captura al oyente desde su primera respiración. Este tema forma parte de la banda sonora del conmovedor documental “Genocidi in Me”, que aborda el impacto del Genocidio Armenio de 1915 en la vida de la joven cineasta Araz Artinian, quien, como tantos, ha tenido que cargar con este legado desde su infancia.
En sus trabajos hay básicamente dos tipos de canciones: los cantos de alegría, que por lo general celebran la belleza de la tierra, y canciones que son tristes o inquietantes. Canciones sobre el dolor de estar separado de la patria, letras que describen la patria como madre o como amante. Es el caso de Mayrikis: He dejado mi tierra natal / Soy un pobre extraño, no tengo hogar.
Antes de pasar a su segundo y último disco, escuchad esta preciosa canción de cuna, Oror. A veces, la voz de Matossian es tan ligera como el aire.
En resumen, este
disco es un viaje musical emocional a través de un paisaje vocal revelador que
te acompaña, incluso, después de cada canción. No importa si no entiendes la
letra; no es necesario.
El otro álbum, “En la luz”, fue lanzado en 2007. En él se nos vuelve a mostrar la hipnótica voz pura de Mariam y sus conmovedoras y atractivas interpretaciones. Este álbum también incluye composiciones originales con letra y música de Matossian, como Nor Yerk (Canción Nueva) o la inquietante Narineh que trata sobre la sobrina de un amigo que desapareció en Irak y que dedica a todas las víctimas de la guerras.
Con canciones como Patsvaz Vart (Rosa Floreciente) y el acompañamiento de su banda, Matossian añade una dimensión completamente nueva a las canciones folclóricas de su primer álbum.
Aunque su discografía
sea tan escasa y no hay publicada mucha información sobre ella, Matossian ha seguido actuando en solitario o con su banda. Al
menos así lo muestran sus perfiles en
redes: la última publicación de Facebook es
de 2021. Debido a sus creencias
profundamente cristianas, Mariam se dedicó unos años por completo a sus
hijos y a su familia. En esta entrevista
de 2014 aseguraba que volvería a grabar. Han pasado 11 años.
Si bien canta canciones folclóricas armenias, es difícil pensar en Mariam Matossian como una simple cantante de folk armenio. La mayoría de su público ni siquiera lo es. Su música es inclusiva y también la usa como un medio para educar a la gente sobre el genocidio de su pueblo y transmitir un mensaje de amor y de esperanza. “Quiero usarla para decir: 'Miren la belleza que surgió de eventos tan horribles'. No terminó ahí, la historia continuó”, dice. “Eso es universal”. Me hubiera encantado saber qué piensa del genocidio palestino que estamos viviendo en directo (y aún así muchos lo niegan) y de la indiferencia del mundo. Seguramente no es casual que su música, su voz y su mensaje sean los protagonistas de esta noche.
Ya veis; eso que llamamos "voz de terciopelo" existe. La voz de Mariam Matossian es una buena muestra. Y ella combina esa voz con su música para tocarnos el alma sin que nos demos cuenta. Escuchadla; escuchadla para que el alma pueda descansar y encontrar paz en su dolor. Ojalá, escuchándola, se descongelen nuestros corazones. Porque yo al menos, hay días que tengo el corazón helado.
Genocidio que se niega, genocidio que se repite. (Y se ha repetido)
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Entre 1915 y 1923 fuerom masacrados más de un millón de armenios (ANRed) |
Más de ciento diez años después de cometido el Genocidio Armenio perpetrado por el Imperio Otomano y el estado de Turquía entre 1915 y 1923 en el que aproximadamente un millón de armenios fueron masacrados, en lo que luego pasó a la historia como el “Primer Genocidio del siglo XX”, las sofisticadas prácticas negacionistas del Estado responsable continúan con hasta el presente. “Maten a cada mujer, niño y hombre armenio sin ninguna contemplación” (Talaat Pasha líder político del Comité de Unión y Progreso o “Jóvenes turcos”) Sin embargo, la actitud de la “comunidad internacional” a los largo de estos años, ha sido muy diferente comparada con el genocidio palestino.
El 20 de abril de 1965, Uruguay se convirtió en el primer país en reconocer el Genocidio Armenio. El 7 de noviembre de 1989, la Unión para el Judaísmo Reformista, el mayor movimiento judío en los EE.UU, aprobó una resolución para el reconocimiento del genocidio armenio. En enero de 2001, Francia reconoce públicamente que lo ocurrido en 2015 fue un genocidio. En 2012 promulgó una ley para penalizar a quien lo negara. El 3 de marzo de 2015, el Partido Popular Europeo (PPE) adoptó una resolución reconociendo y condenando el genocidio armenio y rindiendo homenaje a las víctimas en el centenario. Unos días antes, el Papa Francisco dijo que el genocidio armenio fue "el primer genocidio del siglo XX". La palabra no la volvió a utilizar, debido a la fuerte reacción turca, hasta junio de 2016, cuando el pontífice reafirmó y consolidó su postura y condenó enérgicamente la persistente negación del mismo. El 15 de abril de ese año, el Parlamento Europeo respaldó una moción que califica de genocidio la masacre. A su vez, el Consejo Central de Judíos de Alemania pidió al gobierno alemán ese reconocimiento. "Hace cien años, el gobierno del Imperio Otomano ordenó la deportación de un millón de armenios. Fueron asesinados directamente o murieron de hambre y deshidratación en el desierto”, dijo el presidente del Consejo Central, Josef Schuster, al periódico Der Tagesspiegel, agregando: “Estos terribles hechos deberían llamarse como fueron: un genocidio”. Schuster dijo que el genocidio armenio sirvió más tarde a Adolf Hitler y sus nazis como modelo para el Holocausto. Seis meses después, el Consejo Judío para los Asuntos Públicos publicó una resolución en la que pedía al gobierno de los EE. UU. que reconociera las masacres turcas de armenios como un genocidio. En 2021 lo reconoció Joe Biden. Hace escasamente 15 días, por primera vez, Netanyahu, ante el deterioro de su relaciones con Erdoğan hizo lo propio en una entrevista (¿se puede ser más cínico?). Hasta el momento, 35 países y muchísimas regiones, provincias, municipios y comisiones parlamentarias han reconocido el genocidio armenio. Hoy, el negacionismo es una justificación que continúa deshumanizando a las víctimas al responsabilizarlas de su propia destrucción. ¿Y el genocidio palestino? No hace falta decir mucho más.
¿Qué hacer frente a un hecho tan aberrante como un genocidio, que estamos viendo cada día en directo, cuando sus perpetradores y buena parte de la comunidad internacional se empecinan en negarlo? Desesperarnos de impotencia, tristeza y rabia. Cuidaos mucho. Y cuidad la Cultura para que ella cuide de nosotros que buena falta nos hace.
Buenas noches.
Bona nit. Boas noites. Bones
nueches. Arratsalde on Надобраніч. طاب مساؤك. לילה טוב