lunes, 12 de febrero de 2018

Born to be blue

De cuando Chet Baker aprendió a llorar de verdad

Grandes músicos han visto truncada su carrera debido al consumo de heroína. Janis Joplin, Jim Morrison o Jimmi Hendrix son algunos ejemplos de artistas que murieron demasiado jóvenes por culpa de una adicción fatal que ha estado unida irremediablemente al mundo del espectáculo. Chet Baker no fue diferente.



En la década de 1950, Chet Baker fue uno de los trompetistas más famosos del mundo, reconocido como pionero de la escena de jazz de la costa oeste y un ícono de la melancolía. Pero en la década de 1960, su carrera y su vida personal estaban en ruinas tras años de profunda adicción a la heroína, mientras paseaba su creatividad en garitos de poca monta, intentando rescatar los aplausos que un día le dedicaron sus enfervorecidas fans. Como Charlie Parker, Billie Holliday, Bill Evans o Miles Davis, Baker se destrozó con las drogas hasta caer en lo más profundo de un pozo sin fondo. Decía que le ayudaban a tocar mejor. Colocarse le hacía feliz y aseguraba que no era culpa de nadie. Él asumía de esta manera sus propias consecuencias.

El viernes pasado Jesús y yo vimos “Born to be blue”. Para quienes penséis que las películas biográficas musicales están obsoletas, os sugiero que le echéis un vistazo. Es una película desafiante y nada tradicional que ofrece una mirada impresionista de la problemática vida de Chet Baker, interpretado por Ethan Hawke en otra excelente actuación como solista. El director Robert Budreau quiso rendir homenaje en “Born to be blue” a la figura de este músico cuyo atractivo le valió el apodo de “James Dean del jazz”. La sensualidad con la que tocaba la trompeta, su mirada inquieta y su forma seductora de cantar, saboreando cada palabra como si quisiera atraparla en el tiempo, están presentes a través de la extraordinaria actuación de Hawke, que compone un personaje vulnerable de mirada melancólica y asume un rol que le lleva a adentrase en el mundo de autodestrucción personal por el que deambuló Baker y que contrasta con la belleza de su música. Siempre sincera, siempre eterna.
Co-protagonizada por la absolutamente hermosa Carmen Ejogo como un compuesto de varias mujeres con las que Baker se cruzó, la película es realmente y verdaderamente el espectáculo del actor, que nos muestra un trágico retrato de un hombre incapaz de controlar sus demonios internos.

En 1966, Baker fue contratado para interpretarse a sí mismo en una producción de Hollywood que habría detallado sus primeros años y los comienzos de su adicción a la heroína, por lo que Budreau hábilmente utiliza este evento como una forma de presentar su película, rebotando en el tiempo, y mostrando a Baker en varios estados de armonía mental y física y de  desesperación. Lo más inquietante es que “Born to Be Blue” resalta el período extremadamente difícil en la vida de Baker cuando a causa de una deuda por drogas, unos matones de San Francisco le parten la mandíbula y los dientes delanteros. Esto, para un trompetista, significa perder la capacidad para soplar.
Con prótesis o sin ellas, todos sus años de aprendizaje se perdieron con aquella brutal paliza. Esta película habla de autodestrucción y de sordidez, pero también de volver a empezar.
Su intensa rivalidad con Miles Davis también nos ofrece en algunas escenas jugosas; este era un mundo de vanguardia y extremadamente competitivo en el que se encontraban estos músicos, y cada artista buscaba su lugar y su papel en la historia. Toda la película casi lleva el tufillo de un sueño, una especie de remembranza de drogas que se mueve de maneras extrañas.

En lugar de optar por un enunciado narrativo único el director opta por una construcción compleja para mostrar a un hombre y su vida turbulenta pero increíblemente exitosa e influyente. Pocas mitologías tan enfermas de sí misma, tan autodestructivas y amenazantes como la del músico de Oklahoma. Pocas mitologías, en definitiva, tan absurdas, tan vacías, tan extrañas. Una mitología sin mitos. Puro vértigo. "Decidí hacer esta película, -razona Hawke- porque de alguna manera en Baker la leyenda y la música son lo mismo. Acercarse a su vida o a lo que sabemos de ella es una manera de tocar su música". La declaración, a su manera, ofrece la clave tanto de la propia cinta como de la manera correcta de leer la existencia torturada del hombre que mejor cantó My funny Valentine. Y ahí el acierto de una producción que huye del rigor del drama biográfico como de la peste. No se trata de recorrer las simas de un hombre enganchado al fantasma de su autodestrucción, sino de acariciar, aunque sea un instante, el sentido mismo del caos. Suena poético y, en realidad, duele más.


La partitura de jazz de la película fue compuesta por el pianista David Braid, mientras que el audio de las distintas actuaciones de trompeta fue realizado por Kevin Turcotte. Hawke había tomado lecciones de trompeta de Ben Promane, y solicitó un video de la grabación de Turcotte, para imitar el disfrute durante el rodaje. El filme fue muy aplaudido tras su paso por el festival de Toronto en 2015, pero en España no llegó a estrenarse en el cine.

Chet hizo del canto lacónico de su trompeta y de su voz un himno. Supo utilizar sus limitaciones técnicas en beneficio propio. Esto le obligaba a jugar con el tempo lento, con notas largas y dispersas, a cantar canciones bellas y lastimeras, elementos que lo convirtieron en baluarte del West Coast, al tiempo que le proporcionaron un aura de misticismo. Esto, unido a su look juvenil le otorgó una imagen de romántico perdedor que lo aupó a la fama, incluso entre aquellos (especialmente mujeres) a quienes no interesaba el jazz. Tuvo que esforzarse poco (técnica y personalmente) para alcanzar esta fama y sólo cuando las cosas se le torcieron tuvo que darlo todo, esfuerzo y sufrimiento, para volver.



Todo se le dio muy fácil en la música. Creo que ese fue uno de los problemas” (Dick Bock, fundador de Pacific Jazz Records, interpretado en la película por Callum Rennie)


Buenas noches. Bona nit. Καληνύχτα. مَساءُ الخَير . Gabon. 굿나잇. Boas noites. 晚安 グッドナイト    Buonanotte. לילה טוב.  Oíche mhaith. Wengi alus.

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