Concierto para Cello y
Orquesta: El drama entre la vida y la muerte
Por ejemplo, garabatear en un folio dos más
dos igual a cuatro. Parece sencillo. Después abrir la ventana del patio
interior, auscultar la felicidad de los vecinos, hacer una bola con el papel,
lanzarla y ver cómo se precipita al vacío. Esconderse en el armario, detrás de
las cortinas y debajo de la cama. Por ejemplo, vivir en un mundo de ciegos.
Chillar sola. Engañarse, creer que la vida es tan fácil como la suma de dos
números enteros. Decir buenos días en el ascensor. Intentar sonreír. Poner un
vaso para atenuar goteras. Tener un hijo, escribir un libro, plantar un árbol.
También abrir el frigorífico y no encontrar comida. Por ejemplo, pensar en el
ruido que hace una llave cuando penetra en la cerradura. Oír el deambular de
unos pasos que se acercan. Cerrar los ojos y dejar de respirar. Odiar hasta la
extenuación. Cada día. Cada noche. Tener que levantarse todas las mañanas
impregnada de mansedumbre. Sucia. Por ejemplo, vivir en un mundo de sordos.
Arañarse. Desertar, huir. Lejos. Muy lejos.
No me mires así.
Telefoneó mi hermano para decirme que mi padre había muerto. Para siempre.
Luego apagué la luz e intenté conciliar el sueño.
Edward Elgar es
reconocido, quizás, como uno de los más importantes compositores ingleses. Durante
su vida, desde la fama de sus célebres “Variaciones Enigma”
en 1899, fue un ícono de la música inglesa, habiendo recibido casi todos los
honores existentes. “Los árboles cantan mi música, o será que yo canto la música de los
árboles”, anotó en la primera página de su “Segunda Sinfonía”.
Y es que Elgar siempre se inspiraba en la naturaleza, de ahí sus composiciones
vitales, alegres, positivas.
Sin embargo,
el Concierto
para Cello y Orquesta es una obra aparte, compuesta por un hombre solitario,
viviendo en un momento de crisis personal en el cual sus criterios artísticos
habían sido alterados irreversiblemente. Una importante intervención quirúrgica,
los problemas de salud de su mujer, que siempre fue el amor de su vida y ser
testigo del desastre de la Primera Guerra
Mundial, le abocaron a una hipersensibilidad hacia la muerte. La obra fue
estrenada el 27 de octubre de 1919, seis meses después falleció Alice, su mujer,
y con ella también falleció la creatividad de Elgar. Después del
estreno, el concierto prácticamente había pasado al olvido. Lo fue hasta la década
de 1960 en que una joven violonchelista británica de nombre Jacqueline du Pré lo
incluyó en su repertorio, colocándolo en su merecido lugar en la historia.
En este
primer movimiento del Concierto, Elgar recrea la imagen de una obra escrita con
el dolor del drama entre la vida y la muerte.
Como colofón
de esta historia está la de la intérprete de esta noche, Jaqueline Du Pré,
el ángel de la eterna sonrisa. Algunos músicos resisten el paso del tiempo. Sus
dones y talentos para hacer música continúan mucho tiempo después de que hayan
cesado en el ejercicio, gracias a grabaciones sonoras y visuales y a los
recuerdos de aquellos cuyas vidas han tocado a través de encuentros personales
y conciertos. Jacqueline du Pré es uno de esos músicos. ¿Qué había en su musicalidad
que la hacía única? ¿Estuvo ella, tal vez, en el lugar correcto en el momento
adecuado? La década de 1960 significó una revolución social y cultural en el
que una forma más liberal, más amplia de pensamiento se convirtió en la norma.
Du Pré, con su estilo extrovertido de tocar, encaja en este nuevo ideal. Como Daniel Barenboim dice
de ella, "Jaqueline era tan libre, emocional y sin preocupaciones que tal vez
ella representaba lo que muchas personas en Inglaterra deseaban ser, pero no
acababan de lograrlo”
Con total
justicia, cellista ocupa un privilegiado lugar en el mundo de los mitos
musicales. Aunque su carrera y su vida fueron truncadas por la esclerosis
múltiple, que acabó con su vida a los 42 años, sus discos han continuado
triunfando por encima de su desaparición, creando así una muy merecida leyenda.
El año
pasado se cumplió medio siglo de su grabación con Sir John Barbirolli y
la Orquesta
Sinfónica de Londres de la obra que esta noche nos ocupa. A lo largo del
tiempo, el Concierto para Cello de Elgar tuvo geniales interpretaciones, pero
quizás ninguna de la calidad y fuerza como la que grabó en 1965 la cellista
inglesa Jacqueline Du Pre.
A la hora de interpretar el Concierto, el
sentido de la nostalgia y anhelo presente en la obra puede adquirir una nueva
dimensión cuando se considera que la enfermedad debilitante que acabó con su
vida estaba a la vuelta de la esquina. Pero tal vez hay un peligro en la
visualización de los logros musicales de du Pré a través del prisma de la
tragedia. Como dice el mismo Barenboim "La gente trata de valorar su
importancia musical en relación con su enfermedad, pero estoy absolutamente
seguro de que hubiera preferido ser conocida por su música”
En vano llevo mucho tiempo tratando de encontrar una pista, un motivo, una razón, para explicar por qué Jaqueline du Pré tenía, y sin duda sigue teniendo, tal influencia sobre músicos y amantes de la música por igual.
Pero hay cosas que no se pueden explicar, que sólo son.
Cincuenta
años después, la grabación que selló la reputación de du Pré como pionera del “Concierto
para Chelo y Orquesta” de Elgar sigue siendo tan visceral y sincera como
siempre. "Se trata de una actuación totalmente comprometida",
escribió el crítico británico Trevor Harvey en su revisión. "Y
aunque cada frase es la perfección, la interpretación es fuerte en su
concepción global de cada movimiento."
Buenas
noches. Bona nit. Καληνύχτα.
مَساءُ
الخَير . Gabon. Boas noites. Bonne nuit.
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