Todas las pasiones del fado
Hace unos días tuvimos la triste noticia de la muerte de mi tía Catalina, “la portuguesa”, la hermana pequeña de mi abuela. Una mujer menuda, vital, con una gran personalidad y un corazón de oro, de esas personas que dejan un agujero imposible de llenar. Esta tarde hablaba con mi prima Sandra y entre lágrimas me decía “no la olvidéis; ella os quería mucho”. Imposible olvidarla. El recuerdo de su cariño, su amabilidad y su fuerza de espíritu nos acompañarán siempre. Dejo su nombre en esta ventana para fijarlo en el tiempo y la memoria. Este post va para ti, tía.
Se depois de eu
morrer, quiserem escrever a minha biografia,
Não há nada mais
simples
Tem só duas datas: a
da minha nascença e a da minha morte.
Entre uma e outra
cousa todos os dias são meus.
Sou fácil de definir.
Vi como um danado.
Amei as cousas sem
sentimentalidade nenhuma.
Nunca tive um desejo
que não pudesse realizar, porque nunca ceguei.
Mesmo ouvir nunca foi
para mim senão um acompanhamento de ver.
Compreendi que as
cousas são reais e todas diferentes umas das outras;
Compreendi isto com
os olhos, nunca com o pensamento.
Compreender isto com
o pensamento seria achá-las todas iguais.
Um dia deu-me o sono
como a qualquer criança.
Fechei os olhos e
dormi.
Além disso, fui o
único poeta da Natureza.
(Alberto Caeiro, in "Poemas
Inconjuntos"
Heterónimo de Fernando Pessoa)
Cristina Branco forma
parte, con Dulce Pontes,
Mísia y Mariza, del grupo de nuevas
fadistas que han acercado el fado a todo tipo de públicos, que supo desempolvar
el género y aportarle nuevas posibilidades expresivas, más allá de las eternas
nostalgias y fatalismos del alma portuguesa. La fuerza de su nombre contrasta con la dulzura de su voz.
El destino se cruzó en su vida con
un golpe de suerte. “Todo comenzó con una broma, una noche de
canciones entre amigos”, le gusta recordar. Nada en la vida de la tímida Cristina Branco
indicaba que su destino sería el fado. Aprendió a canturrear con su abuelo
materno, pero Cristina se sentía más cerca de Billie Holliday, Ella Fitzgerald, Janis Joplin y Joni Mitchell que de Amália Rodrigues.
Tras la huída de su abuelo durante la dictadura, Cristina fue educada en la
aldea de Almerim, en la zona rural de Ribatejo, al norte de Lisboa, lejos de
las casas tradicionales de fado del Barrio Alto de la capital lusitana. Antes de entrar en el escenario por primera vez, en Amsterdam (1996 Zaal100), Cristina nunca se había imaginado intérprete. El periodismo era el “arte” que buscaba. Y, al
igual que los jóvenes portugueses de su generación, nacidos con la Revolución de los Claveles, ella prefería el jazz, el blues o la bossa nova a aquel canto tradicional.
“Después de la revolución del 74, era muy complicado decir que te gustaba el
fado". El disco de Amália “Rara y Inédita” que le regala su abuelo acabaría
por cambiar su vida para siempre, un disco de composiciones de poesía más
contemporánea que resultó decisivo. Tal vez por eso, las palabras poéticas gobiernan todos sus discos. “A partir de ahí vi que el fado podía ir
más lejos”
Cristina Branco ve el fado de una
forma independiente, única y, a menudo, llena de alegría. Así comenzó a fijar
su carrera, donde el respeto por la tradición va de la mano con el deseo de
innovar. Su música, a veces con tintes tristes y fatalistas, sabe también ser
alegre y luminosa. Es en esta justa armonía donde se esconde toda la sutilidad
de su aproximación al fado. Creó un estilo raro y, sin duda, sin precedentes, un
estilo muy particular: un grupo tradicional (voz, guitarra portuguesa, viola y
bajo), una voz a la vez leve, cálida y sentida. Y una mezcla de fados
tradicionales, temas propios y canciones populares, siempre con cuidado de
escoger las letras de los mejores poetas portugueses. Su arte es también
escénico. Con una presencia sobria y sensual que invade el auditorio, su voz
toma literalmente posesión de la sala y basta con verla, al final de los
conciertos, dejar el micrófono y acercarse al borde del escenario para interpretar
los últimos versos de una canción, para comprender el estrecho vínculo que ha
sellado con el público.
El arte de Cristina Branco es
inseparable de Custodio
Castelo, su principal compositor y acompañante a la guitarra portuguesa. La
complicidad entre ambos es indiscutible. Su sentido de la melodía, la fineza de
los lazos que teje entre el texto y la música, su aprehensión intuitiva del
timbre de voz de Cristina, dan lugar a fados particularmente expresivos, a
atmósferas contrastadas y apasionadas, o a la célebre saudade, esa tristeza
fatalista heredada del pasado marinero del país, que sabe alternar con
episodios llenos de alegría o de sutil ligereza, creando una atmósfera única e
inédita.
Pero la voz de Cristina Branco es
nómada. Apenas siente que las cosas están demasiado cómodas, sale en busca de
un nuevo lugar de descanso: una nueva piel, y la piel nueva contiene nuevos
valores, nuevos significados musicales, nuevos retos. Lo que la convierte en
una muy interesante y versátil cantante. Por ello su interés musical presenta
otras atracciones como lo son el Tango y la Chanson francesas Entre sus canciones en español
destaca una bella versión de Alfonsina y el Mar
Buenas noches. Bona nit. Καληνύχτα. مَساءُ الخَير
. Gabon. Boas noites. Bonne
nuit.