La música de cine se llama Morricone
Que la
banda sonora es una parte esencial
de la atmósfera de un film estuvo claro desde los primeros pasos de
la cinematografía, cuando el cine mudo no era exactamente mudo y las latas de las cintas iban acompañadas de
una lista de partituras.
Desde entonces, la música en el cine se ha convertido en un “actor” más: Establece un tono y funciona como guía de lo que debemos sentir en cada momento. Nos manipula, es cierto. Pero también nos ayuda a saber qué puede ocurrir. La banda sonora de una película puede provocar desasosiego en el espectador con la intención de hacerle sentirse tan desconcertado como un protagonista. También es capaz de elevar en grandilocuencia y dramatismo cualquier escena en cualquier tipo de historias. O puede acabar resultando la única arma para sobresaltar al espectador en una mala película de terror.
Desde entonces, la música en el cine se ha convertido en un “actor” más: Establece un tono y funciona como guía de lo que debemos sentir en cada momento. Nos manipula, es cierto. Pero también nos ayuda a saber qué puede ocurrir. La banda sonora de una película puede provocar desasosiego en el espectador con la intención de hacerle sentirse tan desconcertado como un protagonista. También es capaz de elevar en grandilocuencia y dramatismo cualquier escena en cualquier tipo de historias. O puede acabar resultando la única arma para sobresaltar al espectador en una mala película de terror.
Pero la banda
sonora no sólo funciona como conductora de emociones. Su relevancia como
herramienta narrativa dentro de las películas se aprecia de nuevo desde los
comienzos del cine, donde no sólo subrayaban las emociones que los actores
trataban de comunicar con sus exageradas muecas, sino que se empleaban para llamar
la atención del espectador y poner énfasis sobre ciertos elementos esenciales
de la historia. La música en
el cine es, pues, una explicación paralela, a veces opuesta, que bien
complementa o bien mejora (nunca debe empeorar) lo que se explica en guion y en
imágenes. Y como la música siempre gana, porque nunca es cuestionada, aquello
que explique el compositor es aquello que el espectador recibe.
Grandes compositores hay muchos, pero parece que siempre que tropiezo con una banda sonora que me gusta está detrás Ennio Morricone. Siento debilidad por él, lo confieso. Por todo Morricone; porque hay muchos Morricones en Morricone, lo que da fe de su polivalencia y el inmenso interés de su obra: está el vinculado al cine social izquierdista, el de su inquebrantable lealtad a un buen puñado de directores. Ha trabajado con directores tan diversos como Sergio Leone, Roman Polanski, Giuseppe Tornatore, Brian de Palma, Quentin Tarantino, Bernardo Bertolucci, Oliver Stone o Pedro Almodóvar. Está el Morricone comercial y el artesano, que abarca desde las melodías más sencillas hasta los ejercicios de estilo más atrevidos, que distingue aquello que la gente quiere escuchar y aquello que realmente le gusta componer (por lo general, poco asequible a oídos generales, pero fascinante).
Y está el Morricone de los géneros: el romántico, el dramático, el terror, el policíaco o el erótico, en los que imprimió una huella tan reconocible como imitada (el llamado “sonido Morricone”). Pero, claro, está el Morricone de los westerns de Sergio Leone (y los que no son de Leone). Y en este punto habría que remarcar que nadie llevó tan lejos la música para el género, y que por la exquisitez de su aportación merece ser considerado el mejor compositor que jamás haya trabajado en el mismo.
Cuando Sergio
Leone cuenta con su buen amigo Ennio para componer la música de la
llamada "Trilogía del dólar", el spaghetti
western obtiene un inesperado éxito. La estrecha colaboración entre ambos genios de la industria del cine continuaría siempre, haciendo más grandes las películas de este gran director. La soledad
del desierto no se entiende sin la harmónica, el cabalgar de los caballos no es
lo mismo sin la rítmica percusión ni los tensos y dramáticos duelos no se
entienden sin las voces, los silbidos o las trompetas.
Nadie ha
abierto tanto el objetivo de la cámara (musical) como él, nadie ha multiplicado
tantas posibilidades expresivas y narrativas en el cine. No quiero afirmar que
sea el mejor compositor de cine de la Historia, porque atribuir esa corona en
un reino con tantos reyes es casi insultante, pero sí desde luego es uno de los
cineastas más fundamentales de este medio. ¡Y sigue vivo y productivo! manteniendo
intacta su increíble vitalidad. No es nada fácil hacer un resumen de una
carrera tan prolífica. Para
detallar su obra y su importancia necesitaría un espacio inabordable, así que
iré despiezando lo que más me gusta de él. Espero que la selección que he hecho sea de vuestro
agrado.
Por un
puñado de dólares (1964)
En los dos años consecutivos se estrenarían los dos títulos restantes de la trilogía :“La muerte tenía un precio” y “El bueno, el feo y el malo”
No quiero
dejar de lado el western sin antes hablar de una de sus mayores características
y aportaciones. Morricone ideó una fórmula que aplicaría varias veces en los
créditos iniciales (misma fórmula, distinta música) y que consiste en un
símil de la Creación: se inicia con sonoridades rudas y primitivas (la
música de la Tierra silvestre), prosigue incorporando percusiones y otros
instrumentos convencionales y voces (el origen de la vida) y acaba con la
orquesta en su máximo rendimiento (la aparición del hombre). Es entonces cuando
comienzan las historias. Por ello, la lógica impuso que los instrumentos fueran
lo menos convencionales posibles y, a la vez, con las sonoridades más
primarias: látigos, golpes de yunque, guitarras tocadas en sus registros
graves, campanas, aullidos, gritos, harmónica… todo lo que evocara la idea del
origen del hombre. Lo contrastaba con la intervención de la voz soprano de su
inseparable Edda Dell’Orso y el resultado, entonces, era perfecto. Aquí tenéis
plasmada clarísimamente esta fórmula de Morricone.
El más famoso
de entre los compositores que trabajan en el cine, sin embargo, y esto es muy
curioso, tiene una ingente obra que es, a pesar de lo que se pueda creer, muy
poco conocida. Exceptuando los westerns y filmes como “La Misión” o “Cinema
Paradiso”, que le han dado mucha fama, el grueso de su creación, más de 500
títulos en cine y televisión, es muy desconocida.
La misión (1986)
Con su ritmo
sosegado en unos momentos y desasosegante en otros Morricone, sin alzar la voz,
consigue comunicar todo tipo de sensaciones. La inolvidable partitura integra,
casi milagrosamente, los sonidos del folclore indígena en una música de
naturaleza mística y profundamente evocadora. Banda sonora que no necesita
imágenes para llegar a lo más hondo del ser humano. Inexplicablemente no
consiguió el Oscar a la mejor banda sonora (nunca lo consiguió). No sé dónde
tenían puestos los sentidos los entendidos de Hollywood.
Cinema Paradiso (1988)
Dulzura,
humanidad, belleza. Unas cualidades que van inherentes al título de Giuseppe
Tornatore y su música. Otro de esos ejemplos en los que no se comprende la
película sin su banda sonora; las notas no sólo acompañan sino que forman parte
de la nostalgia, la melancolía y todo ese abanico emocional de la historia de
Alfredo y Salvatore.
Difícil dejar de lado películas como “El Juego de Ripley” o “Érase una vez América”
Ripley’s
game, (El juego de Ripley) del 2002 está basada en la novela “El amigo
americano” de Patricia Highsmith y cuenta con una banda sonora de regusto
minimalista con la que nos vemos envueltos por la tensión creciente de la
acción. El clavicémbalo con piezas de Bach y de Scarlatti,
ahonda aún más en esta sensación. La película me cautivó. Viendo al
protagonista caminar por esa casa monstruosamente grande, monstruoso vacío
nocturno, guiados por la música de Morricone, se puede llegar a sentir la
soledad y el aislamiento que rezuma este hombre, una soledad que su propio
cinismo convertido en forma de vida no le permite reconocer. La alternancia de minimalismo y música lírica
agrega dimensión al misterio. Inquietante el piano desafinado del final. He
buscado insistentemente la pieza número 3 del que acabó siendo el disco de la
banda sonora, Louise, pero no lo he encontrado. Lástima, porque me encanta.
“Érase
una vez América” dirigida por Sergio Leone en 1984. Para algunos entendidos
esta película está considerada como la obra maestra de este director. Una vez
más, esos grandes amigos que fueron Leone y Morricone, consiguieron una nueva
pepita de oro para el cine.
Mi admirado compositor de bandas
sonoras cumplió en noviembre 85 años. El 7 de
diciembre se hizo oficial el Premio Europeo de Cine a la Mejor Banda Sonora por
su composición para “La
mejor oferta” (2013), la última película que se ha estrenado bajo su
batuta. Éste es un Morricone íntimo,
cerrado, por momentos críptico, que busca encontrar a través de su música la
esencia de la obsesión, de la inseguridad, y lo hace con una música que en
términos globales es quebrada, inestable, rota, lo que ayuda mucho a recrear el
pesar psicológico del protagonista. Hay un fuerte contraste con su bello y
austero tema principal, lírico pero también afligido, y es ese tono dolorido, en momentos desesperado, lo más destacado de esta singular y no fácil
creación.
Pero el Morricone que más me atrae, que más me cautiva, que más me apasiona es el cineasta y compositor comprometido. Bernardo Bertolucci ya dijo en su momento que “Morricone es el autor de varios de los Himnos nacionales de Italia”, por el inmenso poder e influencia que ha tenido su música dentro y fuera del cine, en los ambientes populares y también los intelectuales. Su vinculación al cine social izquierdista de su país, en filmes de Gillo Pontecorvo, Elio Petri, Giuliano Montaldo o el propio Bertolucci, hicieron de su música toda una declaración de compromiso político e intelectual, y su lealtad a estos directores fue férrea. En una entrevista de la revista Fotogramas, en diciembre de 1999, declaraba:
“Soy de izquierdas, pero no comunista. Me
impliqué en aquellos filmes porque mis amigos los dirigieron, pero también
porque lo que se contaba era muy importante. Me alegra saber que con mi música
llegaron a más gente”.
Y esa es,
precisamente, una de las claves de su éxito: la repercusión de su música ayudó mucho a popularizar esos filmes: “La batalla de Argel” (1966), “Queimada” (1969), “Sacco y Vanzetti” (1970), “La clase obrera irá al
Paraíso” (1971), “Allonsanfan” (1974), “Novecento” (1976) o “El prado”
(1979) son solo algunos de esos títulos en los que no se limitó a poner música,
sino que hizo de ella un compromiso ideológico que ayudó, porque la buena
música tiene ese poder, a implicar emocionalmente a los espectadores. A implicarnos a muchos de nosotros aún más.
En el caso de
“Baarìa”, Morricone recupera una
imponente marcha siciliana que había escrito para “Allonsanfan”, en la que
condensa el orgullo y el poderío de un pueblo sufriente. Junto a esta,
maravillosos temas dramáticos y líricos encabezados por un hermoso tema dulce,
evocador y delicado, que lleva bien impresa la firma de su legendario autor y
que aporta una gran profundidad emocional. Otros temas de similar línea se
combinan con músicas contundentes y dan como resultado una nueva creación
ejemplar del eterno romano.
Italia le
debe mucho a Ennio Morricone. El Séptimo Arte, muchísimo más. Escuchad el maravilloso
himno de “Novecento”. El extenso fresco humano y político de Bernardo Bertolucci
está enmarcado en esta apasionada y sincera banda sonora, que se ha convertido en himno y referente.
Podría haber hablado de Los intocables, “La Cosa”, “Días de Cielo” o “Lolita” pero he decidido acabar con una de mis favoritas personales y no tan reconocida como las anteriores, ‘The Legend of 1900’, otra de las colaboraciones de Morricone con Tornatore. Como ya he dejado caer en varias ocasiones, los pianos me pierden, y Ennio desata aquí su habilidad para emocionar con la orquesta con piezas preciosas de aquel instrumento para acompañar la historia del pianista. No faltan los temas de jazz y blues, con su saxo o su trompeta, pero cuando me entran escalofríos es cada vez que escucho The Crisis con ese trágico piano y la nota desafinada que casi parte el corazón cada vez que suena.
Si tuviera que resumir este largo
post (es maravilloso estar de vacaciones para poder dedicarme a lo que tanto me
gusta) diría que Ennio Morricone es el músico del sentimiento, la melancolía,
la nostalgia y la añoranza. Y sin repetirse, cada película es una nueva inspiración.
Toda su obra es maestra gracias a su constancia, su talento, cualidades ambas
de los genios. ¡Cómo no amar el cine!