domingo, 24 de agosto de 2014

Edith Piaf

La voz francesa que no tuvo "la vida en rosa"

        En octubre hará 51 años que la "Môme Piaf" enmudeció. Una infancia desdichada y una vida melodramática, junto a una voz doliente y desgarradora, modelaron el estilo lírico de la cantante francesa más famosa del siglo pasado. Su aspecto desvalido le valió el nombre por el que es universalmente conocida: Piaf (gorrión). Édith Piaf fue la musa del París existencialista de los años cincuenta. Una voz que no se olvida.


        La vida de la cantante parece sacada de un folletín de cabaret. Rodeada de pillos y maleantes, su arte la elevó a la cima de la popularidad pero no pudo sacarla del pozo de su soledad y su dolor. Nadie como ella supo expresar el mundo agridulce de las clases populares."Mi vida de niña puede parecer espantosa, pero era hermosa... Pasé hambre... Pasé frío... Pero era libre.... Libre de no levantarme... De no acostarme... De emborracharme... De soñar... De esperar."

   La leyenda de su atormentada vida empieza en las inciertas circunstancias de su nacimiento. La cantante siempre contaba, recreándose melodramáticamente, que vio la luz en plena calle Belleville, el 19 de diciembre de 1915, en el distrito 20 de París, durante la Gran Guerra. Más allá de si esta versión era cierta o no, encajaba perfectamente con una infancia triste y desdichada, marcada por el abandono de unos padres alcohólicos y el cuidado de una abuela que regentaba un burdel, en el que había trabajado su madre.

        Antes de ello, yendo con su padre acróbata de circo de bar en bar, un día, de su cuerpo de niña salió una voz desgarrada y profunda, que impresionó a los asistentes. Su éxito dio un giro a su vida... había descubierto su vocación. "Cantar es una forma de escapar. Es otro mundo."

       A la edad de 15 años, Édith salta a las calles de París, en Montmartre. Entre Pigalle y Blanche, conoce a P’tit Louis, su primer gran amor, fruto del cual nace Marcelle en 1933, que falleció dos años después por culpa de una meningitis. Un día de octubre de 1935, el destino le aguardaba en la esquina de la rue Troyon y de la rue Mac-Mahon para dar un giro en su vida. Louis Leplée, dueño del cabaret Gerny’s de la rue Pierre-Charron la descubre y, gracias a él, sale de la calle para subir a los escenarios. La bautiza con el nombre de "La Môme Piaf".


        En Gerny’s, su voz llega de la mano del triunfo inmediato. A los 22 años, en 1937, en el escenario del music-hall l’ABC, la Môme se convierte definitivamente en Édith Piaf. Pasa del cine al teatro para ser el ojito derecho de Jean Cocteau en Le Bel Indifférent. Después llegaron las salas míticas como Pleyel, Olympia   o Bobino.  Más tarde se traslada de la puerta de Bagnolet al confort burgués de la puerta de Auteuil. Como veis, ante todo, Piaf es nómada y prácticamente ni siquiera llega a amueblar sus pisos. 

     Una pequeña figura con una dramática expresión que quedaba grabada en la memoria; esa era su imagen. Vestida siempre de negro, ojos tristes, daba la impresión de lanzar con su canto desgarradoras denuncias. Así, Édith, febril y apasionada cuando canta, tiene un don para cazar talentos. Personajes como Yves Montand, Les Compagnons de la chanson, Charles Aznavour, Eddie Constantine entre otros le deben haber creído en ellos, haber amado a algunos y, sobre todo, haber sido el resorte que impulsó sus carreras.

        Ahora con la magia del YouTube cualquiera puede apreciar aquellos estribillos originales de Édith Piaf.

        L'Accordéoniste es una canción escrita por Michel Emer, un soldado que se dirigía al frente en la Segunda Guerra Mundial, en 1940. Éste le propone a Piaf interpretarla y ella le da una oportunidad y la escucha. Después de oírla la artista conecta inmediatamente con la melodía y la canta en varias ocasiones.


        A finales de 1945, instalada con Yves Montand en la avenue Marceau, Piaf escribe sola una de sus canciones más conocidas de todos los tiempos, La Vie en rose. 


        Tras separarse de él en 1947, se marchó a Nueva York para cantar París por el viejo continente. Allí conoce a Marlene Dietrich, Triunfa actuando en el local Versailles de la ciudad ante Orson Welles, Judy Garland, Henry Fonda, Bette Davis y Barbara Stanwyck.

      Pero lo más importante es que allí conoce a su gran amor, el boxeador Marcel Cerdan. Se conocieron en el 45', en uno de los "clubs" donde ella cantaba. El campeón marroquí estaba casado y el escándalo estalló en el 48'. Édith precisaba tenerle siempre a su lado y Cerdan ya empezaba a descuidar su forma cuando el 28 de octubre el avión en que viajaba de París a Nueva York para ir al encuentro de la cantante, a la sazón reina del Carnegie Hall, se estrelló en las Azores.  Hundida por el dolor, empezó a consumir morfina. Fue a él a quien dedicó su versión más conmovedora de Hymne a l'amour


        En 1951 interpreta uno de sus éxitos mundiales Padam... Padam... Con letra de Henri Contet y música de Norbert Glanzberg.


        Ese año el joven cantautor Charles Aznavour comienza a trabajar para la artista haciendo labores de secretario, asistente, chófer y confidente. Además, escribe algunas de las mejores canciones a Edith Piaf como Plus Bleu que tes yeux.


        Que nadie sepa mi sufrir es un vals compuesto por el argentino Ángel Cabral. Piaf escuchó una grabación de la canción interpretada por Alberto Castillo en 1953. Fascinada por la melodía la artista francesa se la llevó a París. Allí contacta con Michel Rivgauche, quien cambia totalmente la letra y el título por La Foule.


        En 1955, canta en Olympia y entabla una amistad eterna con Bruno Coquatrix. Sus recitales salvaron en varias ocasiones a esta sala mítica.

        Cuentan que la pulsión amorosa latente en Piaf era tan grande que cuando dormía junto a sus amantes tenía los puños cerrados. He aquí la clave de que ella y la gran Billie Holiday, tan autodestructiva en el amor y en todo lo demás como Édith, fueran las mejores intérpretes de 'Mon homme', una de las más bellas canciones del amado siglo XX. Era tanta la fuerza de la parisina al interpretarla que, apenas entonaba los primeros versos, ponía a las audiencias en pie. Y todavía es ahora, a los cincuenta y un años de su muerte, cuando se sigue dando por sentado que esta inmortal pieza, original de André Willemetz, Jacques Charles y Maurice Yvain, popularizada por Fanny Brice en 1921, fue obra de Édith Piaf, quien empezó a cantarla en 1940.

        No he podido encontrar ninguna grabación suya. En algunos blocs comparten este video como si fuera de Édith, pero es de la cantante Mistinguett  Aun así, creo que es interesante escucharla para ver la sonoridad de la canción en francés.


        Ya al otro lado del juego del amor, Piaf comenzó a doblar la edad a sus amantes. Se dice que entre los hombres a los que amó después de Marcel contaba Marlon Brando. Lo cierto es que tuvo romances con Charles Aznavour y el resto de los cantantes a los que catapultó. También con Georges Moustaki , quien escribió para ella Milord , mantuvo una apasionada relación en el 58'. 


        El autor de Le métèque la dejó cansado de sus borracheras. Lo que no fue óbice para que en 1981 la evocara emocionado en Si elle etendait ça.


Si ella escuchara esto
podría venir, quizás
y elevaría sus brazos
en el borde de mi ventana.
Si ella escuchara esto
hasta el momento, quizás
 cantara para mí
antes de desaparecer .
Ella cantara para mí
Antes de decir ...

Palabras de amor perdido
ven a los labios.
Recuerdos perdidos
en lo profundo de los sueños.
Fantasmas del pasado
que rondan mi memoria
Cuando la veo
con su pequeño vestido negro
Cuando la veo
con su pequeño ...

Si escuchara esto...
Quizás...
Sin ella, a veces
mi vida parece vacía
Ella venía a mi lado
calientaba mi alma
la que fue para mí
la gran dama, tan pequeña
La que fue para mí
tan pequeña

Pero ella no me oye
Y sólo rasgueo
 la punta de mis dedos
Hacer notas.. caricias 

Si ella escucha esto
puede venir
y elevaría sus brazos
en el borde de mi ventana.
Si ella escucha esto
hasta el momento, quizás
 cantara para mí
antes de desaparecer
Ella cantara para mí
Antes de decir ...
Antes de decir ... 

       Tras Moustaki llegó su último marido, el peluquero griego Theo Harapo, al que rebautizó  Sharapo, en griego “Te quiero”, que la vio morir en 1963.

       Éste es una fragmento la emisión del programa "Cinq colonnes à la une" en 1960 antes de que ella cantara A quoi ça sert l'amour con Theo.  Édith habla de su fe en la vida, en el amor "Y cómo todo lo doy por completo". No tiene miedo de la muerte.

 

       A continuación, la canción que escribió Charles Dumont. Non, je ne regrette rien "No me arrepiento de nada"


        El alcohol y el dolor son sus amigos constantes. Los excesos y su insaciable hambre de amor destruyeron el alma y el cuerpo de Piaf. Pero cuanto más sufría Edith, su arte se hacía más hondo, más sentido, más universal, más difícil de sobrellevar. “Edith Piaf cantaba su vida”, señala Bernard Marchois, encargado del museo parisino que está dedicado a la artista.

        Mon Dieu (Dios mío) es una canción de 1960 . La letra es de Michel Vaucaire y la música es de Charles Dumont. Édith Piaf cantaba esta canción originalmente en francés, pero la grabó en inglés también. La canción ha sido cantada por muchos otros cantantes. Elaine Paige  la incluyó en su álbum de 1994 "Piaf".


        Sólo tenía 47 años cuando murió el 11 de octubre de 1963 después de luchar contra el cáncer de hígado, pero su cuerpo era el de una anciana que parecía haber soportado sobre sus espaldas todo el dolor y el sufrimiento del siglo XX.

    Desde entonces, Guillaume ApollinaireHonoré de Balzac, Marcel Camus, Frédéric Chopin, Stéphane Grappelli,  Jim Morrison, Yves Montand, Marcel Proust, Gerda Taro, Oscar Wilde  entre otras celebridades le acompañan en el Cementerio del Père-Lachaise el más grande de París. El arzobispo de París, sin embargo, se negó a oficiarle una misa funeraria, debido a su vida “disoluta”. 

A EDITH PIAF
Te han condenado.
Una oración,
como limosna insuficiente,
ha caído
sobre la tapa de tu féretro.
Te han condenado, Edith,
por no querer ser
la excepción que confirma
la regla. Porque
querías,
tú, gorrión
de la calle, ser
la regla. Porque
intentabas salirte de la calle.
Te han condenado como
si Dios no fuese amor. El dedo
ejemplar
-una uña sucia, como
si lo viera- se alzó
sobre tu frente
y mostró al mundo
que sólo esa limosna- por sí acaso...-
merecías.
De nuevo a la intemperie.
Esta vez "a la calle"
te han dicho.
A la calle amarilla
de los muertos, sin Senas,
sin flores, sin guitarras.
Pero tú, Edith, sonreirás.
Tuviste ya tu infierno
al borde de la cuna: sabes
lo que un niño criado con alcohol.
Edith, mystère Piaf, rezabas
no al morir, al cantar;
y sin saber por qué,
por quién acaso. Ahora
es cuando cantas en la inmensa calle
de Dios, alegremente,
Edith, mystère Piaf.

        Sin embargo el pueblo francés respondió saliendo a las calles de París en procesiones que sobrepasaron las cien mil personas. 

   A su muerte, promotores y discográficas hablarán cada temporada del nacimiento de una “nueva Edith Piaf”, unas sucesoras imposibles que al final sólo alcanzan a ser la caricatura del original por lo que desaparecerán.   Un oportunismo que denuncia el cantautor Léo Ferré en una de sus canciones (À une clanteuse morte)


    Una curiosidad que no sabe mucha gente es que Edith Piaf  y la actriz alemana Marlene Dietrich eran grandes amigas. Una amistad que oscilaba entre lo amistoso y los romántico. Por las memorias que Dietrich escribió sobre su relación con Piaf, se sugiere que la germana sentía algo más que amistad por La Môme. Sin embargo, Edith nunca pareció corresponderle, aunque hay una fotografía en la que ambas aparecen besándose en la boca.


        De acuerdo a la leyenda y diferentes biografías, Piaf se mantuvo fiel a su estilo de vida cruda y real hasta su muerte, y sus últimas palabras fueron: "Todo lo tonto que hagas en esta vida, se paga." 

miércoles, 6 de agosto de 2014

Ara Malikian

"En música no deben existir fronteras que recorten tu libertad como artista"

El verano tiene estas cosas. Si te dejas llevar, te ofrece la oportunidad de conseguir el estado mental y anímico idóneo para saborear la vida. Y así es, a pesar del aletargamiento en el que el calor nos sume. Nada mejor, pues, que un poco de buena música para combatir los peores males estivales: la molicie prolongada, la indigestión de siestas, la calorina impenitente, los líderes que claman por la mansedumbre de las masas o el opresivo letargo postvacacional de algunos. La verdad es que a menudo tengo que luchar contra cierto sentimiento de culpa que me invade por gozar, por descansar, por sentirme bien en medio de tanto dolor, tanto sufrimiento, tanta desazón, tanta desesperanza. Pero al adentrarme en la maravillosa personalidad de este violinista libanés de ascendencia armenia, se me va pasando.

Ara Malikian aprendió a tocar este dulce instrumento que es el violín en los sótanos de Beirut cuando arreciaba la guerra de Líbano, acuciado por su padre, muy exigente con él, también armenio y virtuoso violinista. Sus notas disimulaban los estruendos de los morteros, y en aquellas catacumbas, con ocho años, encontró a su primer público, algunos niños como él, gentes atemorizadas para quienes la música era la puerta de evasión del miedo. Desde entonces, su violín, un Montagnana del primer tercio del siglo XVIII que trata como oro en paño, nunca le abandona. Malikian es un nómada enamorado de España, afincado en Madrid (en la actualidad tiene su casa en el barrio de Malasaña), desde hace 15 años, después de vivir en Alemania e Inglaterra. Aunque había solicitado formalmente la nacionalidad española, el Gobierno se la denegó en emayo de 2013.


Esta noche vamos a deleitarnos con un hombre singular, con un virtuoso, un humorista, con el músico de los niños, un pedagodo, un ser carismático, vital y vitalista que te cautiva con solo escucharlo hablar. Para empezar a hacer boca, esta maravillosa interpretación de "Piruetas" con el pianista gaditano Manolo Carrasco


Este magnífico violinista, tiene una carrera tan salvaje como su melena. Entre sus actividades como músico, Malikian ha sido concertino de la Orquesta Sinfónica de Madrid, titular del foso del Teatro Real (entre 1999 y 2007), y actualmente lidera varios proyectos relacionados con la difusión de la música clásica en espacios como el Teatro Español o los Teatros del Canal. También presenta un programa de música clásica para niños en TVE, titulado Pizzicato. Pocas veces un violinista cuelga el atril de un gran coliseo para abrazar al público en «shows» de humor e infantiles.


Le apasiona el flamenco y defiende con vehemencia la influencia de los gitanos en la música clásica. "El flamenco es la música más cosmopolita que existe, no conozco ninguna otra que tenga tantas mezclas y conserve una personalidad tan fuerte; "Todos los violinistas tenemos una deuda con los gitanos".


Su inagotable inquietud musical y humana le han llevado  a profundizar, además, en sus propias raíces armenias y asimilar la música de otras culturas del Medio Oriente (árabe y judía), Centro Europa (gitana y kletzmer), Argentina (tango) 


"Odio el elitismo de la música clásica"

Malikian es una figura conocida en los escenarios musicales, pero quien se lo figure con frac, a dos palmos del suelo, se equivoca. "Siempre me ha molestado que la música clásica sea algo tan intelectual, tan para entendidos. Lo de música culta me horroriza. No se trata de hacerla accesible, porque lo es, sino de desnudarla de etiquetas. Hay millones de maneras de interpretar; todo lo demás es arrogancia", "La música es algo muy bello, ¿por qué no va a llegar a todo el mundo? Lo que hay que hacer es divulgarla". "A los músicos sinfónicos se les pone cara de funeral cuando tocan" 
Semejante declaración de principios es la motivación de la relación de espectáculos de todo tipo en que participa: para niños, para familias, recitales en teatros y cafés, espectáculos en la calle, incursiones en el circo, en escaparates o en el escenario de una cárcel.

Ara Malikian no tiene reparo en reconocer que la música clásica tiene dificultades para llegar al gran público por culpa de los propios intérpretes. "Nos sentimos un poco por encima del resto de los músicos", admitió ayer, aunque él debería excluirse. Preocupado por acercar la música clásica a los niños, "el público del futuro", ha adaptado para ellos Las cuatro estaciones de Vivaldi. El resultado es "Mis primeras cuatro estaciones" un concierto en el que antes de cada movimiento se explican y dramatizan los acordes del compositor italiano.


"El día que vi que era capaz de moverme y de tocar el violín al mismo tiempo fue una liberación que me cambió la vida"

Malikian se debate entre la diversión, sanísima, y la parodia de sí mismo. La carcajada le sale del corazón, con la autoridad que le da el que el violonchelista Rostropóvich le reconociese poco antes de morir como el mejor violinista del mundo de su generación. Los dedos priorizan seguramente el virtuosismo a la finura, pero es innegable que le asiste el carisma escénico: hechiza por lo que hace (la velocidad), por cómo la hace (los saltos enloquecidos) y hasta por lo que dice.


Malikian ha unido también su talento al del guitarrista argentino Fernando Egozcue para crear una joya musical llamada "Con los ojos cerrados" Un espacio infinito y eterno, donde la luz es siete veces colorida. En ese espacio todo juega y se divierte, nada importa y se es libre, se es por fin con el todo. Toma mi mano y cierra los ojos, confía; pues así verás más lejos, más grande y más allá. Verás que allí son posibles todos los sonidos, todos los besos, todos los lugares del gigante mundo. Ven, no temas, todo es más fácil con los ojos cerrados. (El texto pertenece a Marisol Rozo, prolífica actriz y bailarina que ha realizado la dramaturgia y dirección de los espectáculos escénicos de Ara Malikian así como los textos que se incluyen en las grabaciones de los discos "Manantial Vivaldi" (Mis primeras cuatro estaciones), "24 caprichos de Paganini" y  "Sarasate", (Warner Music) todos ellos teniendo como solista al violinista)


Su camino se cruzó con el de Kepa Junkera,  compositor, productor y músico que arrancando de la música tradicional, ha creado un estilo propio y un camino que le ha convertido en uno de los músicos más internacionales de Euskadi. Aunque sus trabajos están hondamente enraizados en la tradición, Junkera ha creado una música sin fronteras, mezclada con los aromas, ritmos y colores de otros lugares y otras culturas. Ambos, se subieron al escenario para fusionan literalmente la musica: La trikitixa de Kepa Junkera junto a los ritmos armenios de Ara Malikian.


Su último trabajo, From Bach to Radiohead es un viaje cronológico desde el siglo XVII a la actualidad, en el que hemos seleccionado obras de distintos géneros de músicos que nos gustan, desde lo clásico al flamenco pasando por el jazz, el pop o el rock. Así aparecen obras de Bach, LeClair, Tom Waits, Radiohead, Björk o de Paco de Lucía...”


“La propuesta es algo alocada, porque interpretamos música clásica y actual con instrumentos nada propios de esta última, como un violín, una guitarra clásica, un laúd o una viola de gamba. Es cuando menos algo curioso”

Por el momento, sus planes son seguir trabajando en distintos proyectos con varias orquestas. "Voy a seguir viviendo como lo he hecho durante los últimos 45 años: feliz y con una sonrisa".