"¿Cuántos años crees que tiene esta pianista?" me pregunta Jesús. “Escucha cómo interpreta a Chopin”. Esta joven y virtuosa instrumentista se llama Alexandra Dovgan y, para mi sorpresa, tiene tan solo 15 años. Ni su expresión ni su lenguaje corporal lo dirían, parece mayor. Por lo que pude saber, el 28 de este mes ofreció un concierto en el Palau de la Música de Barcelona. Se me ocurrió que sería interesente reflexionar sobre el fenómeno de los niños prodigio, algo que nos deja maravillados pero que a mí siempre me da que pensar.
"No miren
la edad. No la limiten a la etiqueta de “niña prodigio”. Simplemente, sientan
el prodigio de su música. Descubrirán a una gran pianista” escriben
sobre Alexandra en Escena Sevilla en la promoción del concierto que dará en la ciudad el 4 de abril. “No es una niña prodigio. Es un prodigio, pero no
toca como una niña”. Palabras del sobrio e impasible Grigory Sokolov. Si el
mito vivo del piano contemporáneo, un artista que nunca ha gastado un minuto en
su propia autopromoción, cree que Alexandra Dovgan, que a los 5 años fue
admitida en la exigente Escuela
Central del Conservatorio Estatal de Moscú, es ahora una pianista
sencillamente extraordinaria es porque Alexandra Dovgan es una pianista
extraordinariamente madura, como ya ha acreditado ganando cinco concursos
internacionales y actuando con orquestas como la Filarmónica de Berlín. Tanto
es así, que ya se ha realizado un
documental sobre ella.
@Oscar Tursonov |
Alexandra no ve Netflix ni usa redes sociales, pero sí los vídeos de YouTube, donde Sokolov se conmovió al encontrarla, con sus actuaciones con orquestas como la Sinfónica de Galicia, que nos retratan a una pianista no solo virtuosa sino con una gran capacidad expresiva, una portentosa concentración y una tremenda honestidad artística."Me pongo nerviosa cuando no estoy en el escenario, antes de empezar un concierto, pero en cuanto lo piso, me doy cuenta de que es momento de dejar de preocuparse y de pensar únicamente en la música" afirma en Clarín.
Pero Alexandra
no es un caso excepcional. Todos los hemos visto en YouTube: el niño pequeño en
el vasto piano tocando un repertorio técnica y musicalmente avanzado. Nos
maravillamos de su destreza, su facilidad y, en la mayoría de los casos, la
extraordinaria rapidez de sus pequeños dedos, mientras interpretan los "Estudios" más
desafiantes de Chopin o conciertos completos para piano.
A Tsung Tsung, a los 5 años se le llamaba “el nuevo Mózart” y era invitado a prestigiosos programas de televisión para dar a conocer su talento, tras del gran éxito que habían tenido sus vídeos publicados por su padre en Youtube.
Portentoso
¿verdad? Sin embargo, no he podido confirmar que haya habido alguna trayectoria
profesional.
“La
música clásica se presta particularmente bien al fenómeno, porque requiere una
habilidad técnica que es más fácil de adquirir a una edad temprana. Es
fascinante para el público y los medios de comunicación. Ha habido en la
historia occidental, una búsqueda constante del niño prodigio que no ha estado
exenta de efectos perversos. Algunos, ya adultos, se quejaron de haber sido
obligados a trabajar demasiado. En algunos casos, incluso se cansaron de su
instrumento. Además, el término “niño prodigio” se usa en exceso. Está cargado
de un sesgo ideológico que data del siglo XVIII, época en la que se creía que
ciertos seres habían recibido un regalo de los dioses”, explica
Danick Trottier, musicólogo y subdirector del Laboratorio de Música,
Historia y Sociedad del Observatorio de creación e investigación
interdisciplinar en música.
Foto vía musicabarroca |
Los prodigios
musicales, pues, no son un fenómeno nuevo: El joven Mozart
emocionó a la sociedad del siglo XVIII con sus interpretaciones y
composiciones; Chopin
publicó su primera pieza a los siete años y comenzó a actuar un año después. Beethoven, Schubert y Mendelssohn fueron
descritos como prodigios. Sin ir tan lejos, Evgeny Kissin, Daniel Barenboim, Martha Argerich o Yehudi MeNuhin impresionaron
al público con menos de diez años. Los niños
prodigio nos han asombrado con su raro talento durante siglos y muchos se
convierten en las estrellas musicales definitivas de su época. De igual manera, los
"mini Mozart" modernos siguen una larga tradición ¿Por qué los
prodigios, y en concreto los prodigios musicales, nos fascinan y provocan tanto
asombro? Fundamentalmente, por la incongruencia de ver a un niño, especialmente
a un niño muy pequeño, participando en lo que generalmente se considera una
actividad adulta para la cual el conocimiento, la madurez, la profundidad
emocional y el arte son ingredientes esenciales.
Como los que demuestra Stelios Kerasidis, otro prodigio del piano que ya había tocado tanto en el Carnegie Hall de Nueva York como en el Royal Albert Hall de Londres a la edad de 7 años. Este joven pianista griego compone su propia música y toca sus piezas con también una destreza excepcional para su edad. Stelios compuso durante el confinamiento Isolation Waltz. La obra, su tercera composición, fue escrita especialmente “para las personas que sufren y las que se aíslan a causa del Covid-19”, "¡Hola chicos! Soy Stelios. Seamos un poquito más pacientes y pronto estaremos nadando en el mar”, agrega antes de comenzar a tocar. A raíz de la invasión de Ucrania ha compuesto Estudio contra la guerra (Anti-War Etude) una melodía con la que pide el fin de la guerra. "Con esta pieza me gustaría enviar un mensaje musical de paz a todo el mundo”, ha explicado el joven artista. Al final de la actuación, el pequeño baja la cabeza, las luces se apagan y aparece un cartel que dice "Please Stop the War"."Mis armas son mi piano y mis notas" dice.
Los verdaderos prodigios son capaces de funcionar a un nivel adulto avanzado en disciplinas como la música, las matemáticas o el ajedrez (no ocurre lo mismo con las humanidades ni con las artes plásticas) antes de los 12 años, por lo que nos maravillamos antes estos jóvenes que parecen demostrar, a su tierna edad, tales logros. ¿Talento? ¿O quizá tan solo un gran trabajo y estudio desde muy pequeños, empujados por su entorno? Aunque suele tomarse como un hecho impresionante la existencia de niños prodigios en la música, lo cierto es que se duda sobre si estos nacieron para el arte musical o, ante la demostración de cierta habilidad, han sido exhaustivamente entrenados para ello. ¿Es bueno dedicar tanto tiempo al estudio para alguien tan joven?, me pregunto.
Foto vía juanvalflauta |
Seguro que hay ejemplos para todo. La pianista china Tiffany Poon, comenzó a interesarse por la música por su cuenta cuando tenía 2 años. Trató de imitar, en un piano de juguete, las melodías que escuchaba en la televisión. Al ver su interés, sus padres la alentaron. Pronto, Tiffany prefirió la tienda de discos a la juguetería A los cuatro años y medio, comenzó sus lecciones de piano. Tres años después, ya practicaba de tres a cuatro horas diarias, con el apoyo constante de su madre.
A pesar de los sentimientos contradictorios que me provocan, he de reconocer que a menudo caigo rendida ante alguno de estos niños-músicos. Me pasó con Elisey Mysin.
Quienes me
conocen bien saben de mi pasión por Chopin. Pero escucharlo interpretado por
este niño con cara de querubín, cabello rubio, ojos azules, naricita respingada
y unos mofletes adorables que al sonreír dejan ver unos hermosos hoyuelos, me
dejó sin aliento. En un programa de televisión ruso de 2018, Elisey Mysin se convirtió en el centro de atención
interpretando el suave y expresivo Nocturne
de Frédéric Chopin en do menor. Sus pequeñas manos se mueven por un
teclado completo con considerable técnica y con un enorme poder emocional. La
madurez de su interpretación es impresionante. Mysin tenía solo 7 años en ese
momento. Ahora tiene 11.
Lo primero que supe de él fue por este video que un día se cruzó en mi camino, (el “Gran Hermano” sabe que me encanta la música, Chopin y los niños) tocando el Concierto número 13 de Mozart en la ciudad de Naberezhnye Chelny, Rusia.
Fijaos cómo con sus ojitos de niño mira con
suma atención a la orquesta para saber cuándo debe tocar su parte. Y es
evidente que disfruta de lo que interpreta y de los aplausos de un público
complacido. ¿Quién podría pensar que unas manos tan pequeñas podrían recorrer siete
u ocho octavas en un escenario de un teatro lleno de gente, cuando no llega ni
a los pedales? Cuando camina, con su elegante traje, sus cortas piernecitas tienen
toda la prestancia de una persona adulta. Elisey viste como adulto, toca el
piano como un adulto, saluda al público como lo haría un músico adulto. Pero es
un niño.
Estos niños prodigios siempre me provocan sentimientos encontrados. Ver tocar a Elisey es un placer. Sus interpretaciones producen asombro, admiración. Sus presentaciones públicas empezaron antes de que pudiera sentarse en el banco del piano fácilmente, sus pies aún no alcanzaban los pedales, pero su compostura acalla cualquier duda. Sin embargo no puedo dejar de cuestinarme ¿qué infancia han tenido estos jovencísimos pianistas? Hay que dejar que los niños sean niños, pero sin cortarles las alas ni cercenar ese maravilloso talento natural, dicen. Y eso, ¿cómo se hace? Seguramente es que los genios se hacen así, a fuerza de perder la infancia. Luego le escucho feliz, sereno, explicar su historia de amor con el piano, cómo expresa lo que siente, cómo fluye su discurso, y ya no sé qué pensar. Juzgad vosotros mismos.
Hay muchos más jovencísimos músicos prodigiosos,
no solo pianistas. Prodigios del violín, la guitarra, el arpa, la trompeta, incluso el bajo o la batería llenan las redes sociales. Eso sin contar las voces. Creo que, para no dejarnos llevar por la fascinación inconsciente, vale la pena profundizar sobre su infancia, sus estudios, sus problemas. Pero
esto los dejaremos para la próxima entrada.
Cuidaos mucho.
Y cuidad la Cultura para que ella cuide de nosotros. ¡Y no a la invasión rusa!
¡Libertad para Ucrania!
Buenas noches.
Bona nit. Καληνύχτα. مَساءُ الخَير. Gabon. 굿나잇.
Boas noites. 晚安 Bonne nuit グッドナイト Buonanotte. לילה טוב. Oíche mhaith. Wengi alus. Bones nueches. اچھا
شام Noson dda. Good night. Спокойной ночи. Guten Abend. শুভ রাত্রি.
Laku noć. Bon lannwit. Fie. God nat. Usiku mwema. Oimore. Sula bulungi. Добрий
вечір