Otro mito flamenco
para la eternidad.
La muerte es grande. Nos hunde en
un túnel de silencio del que sólo salimos con el tiempo, ese falso curandero.
Heridos, nos preguntamos por qué algunos se van tras una larga agonía, otros
como un relámpago inexorable mientras el resto, los vivos, nos quedamos aquí sintiendo el
vacío de la orfandad que produce su ausencia.
Qué dolor que este blog se haya convertido en el obituario de aquellos que con su música nos han
acompañado tantas veces. Qué tristeza llegar tarde para hablar de ellos en lugar de compartirlos con vosotros mientras aún nos regalaban su arte. Tarde mientras
aún nos acompañaban; tarde cuando ya se han ido, por culpa de una vida que nos
arrastra sin darnos un respiro para honrar a nuestros muertos. Ni a nuestros vivos.
El mundo flamenco despidió el
martes pasado (¿veis cómo voy tarde?) a otro mito: Manuel Molina,
la “mitad” del dúo Lole y
Manuel que nos acompañó tantas veces a Jesús y a mí “cuando éramos jóvenes, felices e
indocumentados”.
El lamento por la muerte de ese
innovador gitano de melena larga no se hizo esperar. Grandes artistas de la
música lamentaron la pérdida de este gran cantaor y, como muchos repetían,
buena persona, a través de las principales redes sociales: “Hasta siempre
Manuel Molina, se va uno de mis grandes ídolos de Triana y del mundo, me guardo
este abrazo en el alma”, publicaba el también cantaor Miguel Poveda
junto a una fotografía de ambos. “Y se va otro maestro… Don Manuel
Molina… Espero que las galaxias se desperecen en mis lamentos. Hasta siempre a
Triana hecha persona”, escribía Alejandro Sanz vía
Twitter.
Despedida gitana de Manuel Molina. Foto de Europa Press |
A pesar de que Manuel cantaba en
una de sus bulerías "que nadie
vaya a llorar el día que yo muera", las guitarras flamencas llevaron
un lazo negro y rompieron en un llanto del que era difícil callarlas, del que
era imposible callarlas, como decía nuestro poeta universal Federico García
Lorca en su poema "Empieza el llanto de la guitarra". Ahora su
guitarra estará llorando por Manuel Molina, aunque no quisiera que nadie
llorara, porque es mejor cantar aunque te embargue la tristeza.
Hace apenas una semana su hija,
la cantante Alba
Molina, con la que también formó pareja artística compartiendo escenario en
multitud de ocasiones, preparó un concierto homenaje en el que estaba previsto
que participara lo más granado del flamenco gitano, incluida su exesposa Lole, pero tuvo que
suspenderse al agravarse el estado de salud del músico. “He perdido a la persona a la que
acudo cuando estoy bien y cuando estoy mal” "No sólo he perdido a mi
padre. He perdido a mi mejor amigo" dijo Alba en su despedida.
Compositor, cantaor, trovador de garganta rota, guitarrista
e impulsor del flamenco fusión con ecos del rock pero, tal y como nos manifiesta eldiario.es, "sin apartarse del viejo tronco flamenco", improvisador de guitarra erguida y rebeldía, conoció a lo largo de su
vida los dos lados del mundo del arte flamenco: el de la indiferencia e incluso
el menosprecio, por un lado, y el del respeto y el éxito, por otro.
"El flamenco no le
importaba a nadie. Ahora —comentaba a Efe en una reciente entrevista— el flamenco de verdad vende discos porque
hay gente auténtica que sabe hacerlo y gracias a Camarón, que fue capaz de
hacer escuchar a la gente desde lo más sencillo, una bulería, a lo más
complicado, las seguidillas".
Lole y Manuel, “Manué” para
nosotros,… qué recuerdos, por favor. Y es que, cualquier amante de la
música que tenga mi edad estará conmigo en que a principios de los años setenta al flamenco se
le abrieron puertas. Y los primeros en girar el picaporte fueron Lole y Manuel,
una pareja artística que se formó en 1972. Dolores
Montoya, racial, hija de La Negra, traía el
flamenco de casta y, hasta que se emparejó, lo expresó bailando en tablaos de
Sevilla. Manuel Molina llevaba embarcado en el mundo musical desde niño. A los
doce años con Chiquetete
y El Rubio formaron el trío Los gitanillos del Tardón. El siguiente escalón fue
el grupo de rock Smash,
al que daba el aporte flamenco. A destacar, El
garrotín. Paralelamente, debutó en solitario con el single La mora.
El debut discográfico de Lole y
Manuel se produjo en 1975 con un disco que puso título a lo que ocurría en la
realidad sociopolítica española: “Nuevo día”. La imagen del dúo (hippy-flamenca),
el contenido de sus canciones, sus devaneos con lo árabe, la investigación
musical... encajaron a la perfección con la demanda del público en aquel
entonces, lo que propició un notable éxito.
El flamenco de esta racial pareja
no fue flamenco convencional y clásico. Fue, un flamenco digamos que
vanguardista, tanto en el ritmo como en esas letras sensibles sobre mariposas,
brisas y ramas frescas, rompiendo con su tradicional tristeza y amargura
Su primer disco, “Nuevo día”, se
produjo en 1975. El primer single,
con el mismo título, fue todo un éxito. "La luz vence tinieblas /
Por campiñas lejanas. / El aire huele a pan nuevo, / El pueblo se despereza. /
Ha llegao la mañana.", decía una de las estrofas de Nuevo día, en clara alusión a un régimen que daba sus últimos
estertores.
Las letras del disco sintonizaban
con el espíritu y la situación política de entonces, y con otros grupos de
nuevo flamenco de la época, como Triana, con los que
también compartieron alguna canción, como Todo
es de color.
“Nuevo día”, “Pasaje del agua”,
“Lole y Manuel” y “Al alba con alegría” fueron los títulos grabados por la
pareja hasta 1980. Luego, “Casta” (1984) y “Lole y
Manuel cantan a Manuel de Falla” (1992)
A partir de entonces, en 1993, Lole y
Manuel se separan y sus trabajos grabados y en directo serán esporádicos.
"Yo quería que la Lole fuera mi voz. Siempre he sido un cantaor
frustrado y lo que se me ocurría, lo que yo escribía, lo tenía que cantar
alguien. Lole era la mejor para eso, y no quiero compararla con nadie",
pero esa "comunión", afirmó Manuel, "se acabó y se acabó".
En solitario, Lole cantó en 1989
con la orquesta El Hilal, de Marruecos y Manuel Molina grabó posteriormente
“Calle del beso”. Juntos sacaron en 1994 el disco “Alba Molina” y grabaron el
directo “Una voz y una guitarra”. Desde entonces, sus caminos discurrieron definitivamente
por separado. Lole ofrecía algún recital esporádicamente, como en la Bienal
de Sevilla 2002 o en el Festival de
Jerez 2004. Manuel Molina se enroló en 2003 como artista invitado en la
compañía del bailaor Farruquito,
haciendo de juglar en el espectáculo “Alma vieja”.
De todos los citados, mi álbum
preferido es “Al Alba con Alegría”(1980) dedicado a Alba, su hija, acompañados por Imán, Califato Independiente, ya que
supone otro de los muchos discos de la banda sonora de mi (nuestra) intensa vida. “Cabalgando”, todo un homenaje a los gitanos, a su
vida nómada, desde los recuerdos de Lole sobre su familia.
La voz dulce, agitanada y serena
de Lole arropada por la guitarra de Manuel se mezclaba con el sol que, a
raudales, entraba por las ventanas de nuestro pequeño ático del barrio de Sant
Andreu de Barcelona. Una época inolvidable de nuestras vidas. Una canción bellísima para el recuerdo.
Otro tema de Lole y Manuel Tu mirá, la conocida bulería que enamoró al
director más sangriento de Hollywood. Este tema, grabado en 1976, fue usado por
Quentin Tarantino
en la escena final de "Kill
Bill: Vol. 2".
En 2011, creo, vio la luz un
documental titulado “Manuel Molina, poema del cante jondo”, que repasa su
trayectoria personal y profesional.
"A los poetas es a los únicos que se nos permite poder subir al
cielo y coger la luna, traerla, y beberte el mar" contaba Manuel
Molina en una entrevista a la revista Aire Flamenco, el 19 de diciembre
del año 2003. En aquel diálogo también habló del tiempo: "es un buen amigo y un gran enemigo, porque se va y no
vuelve". Pero el tiempo de Manuel Molina Jiménez es y será siempre
eterno, para siempre, al compás único de su arte, esencia trianera.
Alba Molina besando la guitarra de su padre el día de su entierro. Fotografía de El País. |