“El amor. ¿Cómo amar sin poseer? ¿Cómo dejar que te quieran sin que te
falte el aire? Amar es un pretexto para adueñarse del otro, para volverlo tu
esclavo, para transformar su vida en tu vida, ¿cómo amar sin pedir nada a
cambio, sin necesitar nada a cambio?” (El lado oscuro del corazón)
El tango es como una despedida eterna, irreparable, irrevocable. Con su
olor a olvido sepia, humedad, trasnoches de esas que duelen al día siguiente;
con su sabor a dolor mal masticado, indigesto. Esas voces que rozan en una púa
que ya no existe, en el vinilo que rueda como una luna por calles empedradas
custodiadas por altos plátanos que transpiran verano. Lo escucho de noche en
noche, cuando mis penas, que son muchas, pero con las que aprendí a convivir en
silencio, sin cuestionarles sus sombras, sus descuidos, me dejan una pava
caliente y un mate en el rincón que hay entre las 2 y las 3 de la mañana,
cuando los ruidos son suaves silbidos de viento, lluvia, soledad.
Me encantan los tangos. Quizás
porque crecí con ellos, quizás porque somos familia de carácter apasionado y el
tango la transmite en todas sus letras, en el propio baile que une, entrelaza,
sensual... El tango es un fenómeno complejo, como la vida que lo genera.
Múltiples han sido a lo largo del siglo pasado las definiciones otorgadas al
tango. Desde las más emotivas: «una posibilidad infinita», «un pensamiento
triste que se baila», «una manera de conversar en silencio entre un hombre y
una mujer», hasta las más provocativas: «el libro de quejas del arrabal», «una
orgiástica diablura», «el lamento del cornudo», y la originalísima «un acta de
policía en música».
Se suma a ello su profunda
filosofía, su nostalgia y su, muchas veces, ácida crítica social. Hay
coincidencia en que sus orígenes se remontan a los burdeles del siglo XIX en
Buenos Aires, con raíces africanas y cubanas. Luego, con la inmigración europea
tomó su forma definitiva, con la aparición del bandoneón, instrumento parecido
al acordeón de origen alemán, alrededor de 1910. Primero fue refugio de
excluidos y luego entró en los grandes salones. Y aparecieron los grandes
letristas del tango con sus críticas sociales y semblanza de la época. Surgen
los fenómenos del tango: De Caro, Gardel, Juan D´Arienzo , Discepolo, y tantos
otros.
También el tango fue vehículo de
la crítica ante la desigualdad social y la crisis de valores. Estuvo del lado
de los débiles, denunció abusos, acusó a los ricos y extorsionadores
convirtiéndose sus letras en verdaderos alegatos sociales. Así, muestra
amargura por las crisis económicas recurrentes, el egoísmo y el individualismo.
En Acquaforte aparece el tango como
reflejo de la situación socio-política de cada época. Podemos apreciar la
influencia importante de toda la corriente socialista-anarquista que había
llegado a Buenos Aires en la segunda década del siglo pasado, y que defendía
los derechos del trabajador.
Aunque a pesar de todo los dicho hay quien
dice que a lo largo de su historia no ha existido un tango efectivamente
revolucionario (aparte algunos casos individuales de autores luego en su gran
mayoría censurados y olvidados) el tango siempre ha representado las complejas
dinámicas de la existencia, con todas sus paradojas, caídas y resurrecciones,
con todas las groserías de un pensamiento no siempre crítico pero sin duda
profundamente genuino.
Para acabar, aquí os dejo un
recuerdo de infancia: A la luz de un
candil Ese “arrésteme sargento” lo cantaba a grito pelado por el pasillo de
mi casa mientras llevaba a mi madre la ropa que había recogido del tendedor
para planchar.
Podía haber compartido cientos de tangos esta noche. ¿Cómo
elegir? Al final han sido los recuerdos de la niña que fui, la de aquellos domingos en casa, en Barcelona, en los que por la mañana, mientras mi padre
pintaba cuadros, se oían tangos y por la tarde el “Carrusel Deportivo”.