lunes, 9 de julio de 2012

¡Tango!


“El amor. ¿Cómo amar sin poseer? ¿Cómo dejar que te quieran sin que te falte el aire? Amar es un pretexto para adueñarse del otro, para volverlo tu esclavo, para transformar su vida en tu vida, ¿cómo amar sin pedir nada a cambio, sin necesitar nada a cambio?” (El lado oscuro del corazón)

El tango es como una despedida eterna, irreparable, irrevocable. Con su olor a olvido sepia, humedad, trasnoches de esas que duelen al día siguiente; con su sabor a dolor mal masticado, indigesto. Esas voces que rozan en una púa que ya no existe, en el vinilo que rueda como una luna por calles empedradas custodiadas por altos plátanos que transpiran verano. Lo escucho de noche en noche, cuando mis penas, que son muchas, pero con las que aprendí a convivir en silencio, sin cuestionarles sus sombras, sus descuidos, me dejan una pava caliente y un mate en el rincón que hay entre las 2 y las 3 de la mañana, cuando los ruidos son suaves silbidos de viento, lluvia, soledad.

Me encantan los tangos. Quizás porque crecí con ellos, quizás porque somos familia de carácter apasionado y el tango la transmite en todas sus letras, en el propio baile que une, entrelaza, sensual... El tango es un fenómeno complejo, como la vida que lo genera. Múltiples han sido a lo largo del siglo pasado las definiciones otorgadas al tango. Desde las más emotivas: «una posibilidad infinita», «un pensamiento triste que se baila», «una manera de conversar en silencio entre un hombre y una mujer», hasta las más provocativas: «el libro de quejas del arrabal», «una orgiástica diablura», «el lamento del cornudo», y la originalísima «un acta de policía en música».

Se suma a ello su profunda filosofía, su nostalgia y su, muchas veces, ácida crítica social. Hay coincidencia en que sus orígenes se remontan a los burdeles del siglo XIX en Buenos Aires, con raíces africanas y cubanas. Luego, con la inmigración europea tomó su forma definitiva, con la aparición del bandoneón, instrumento parecido al acordeón de origen alemán, alrededor de 1910. Primero fue refugio de excluidos y luego entró en los grandes salones. Y aparecieron los grandes letristas del tango con sus críticas sociales y semblanza de la época. Surgen los fenómenos del tango: De Caro, Gardel, Juan D´Arienzo , Discepolo, y tantos otros.
También el tango fue vehículo de la crítica ante la desigualdad social y la crisis de valores. Estuvo del lado de los débiles, denunció abusos, acusó a los ricos y extorsionadores convirtiéndose sus letras en verdaderos alegatos sociales. Así, muestra amargura por las crisis económicas recurrentes, el egoísmo y el individualismo. En Acquaforte aparece el tango como reflejo de la situación socio-política de cada época. Podemos apreciar la influencia importante de toda la corriente socialista-anarquista que había llegado a Buenos Aires en la segunda década del siglo pasado, y que defendía los derechos del trabajador.

 
A lo largo de la historia, pues, es posible encontrar tangos de todos los tipos y para todos los paladares. Revolucionarios, conservadores, anarquistas, nostálgicos, surrealistas, divertidos, trágicos, provocativos, cultos, e incluso a veces tremendamente reaccionarios. Lo que sí efectivamente ha muerto son las condiciones sociales y culturales que lo hicieron posible. El tango de las antiguas milongas y de los conventillos del comienzo del siglo pasado, entendidos como dimensión aglutinante o como lugar de encuentro. Todo eso ya no existe.


Aunque a pesar de todo los dicho hay quien dice que a lo largo de su historia no ha existido un tango efectivamente revolucionario (aparte algunos casos individuales de autores luego en su gran mayoría censurados y olvidados) el tango siempre ha representado las complejas dinámicas de la existencia, con todas sus paradojas, caídas y resurrecciones, con todas las groserías de un pensamiento no siempre crítico pero sin duda profundamente genuino.
Para acabar, aquí os dejo un recuerdo de infancia: A la luz de un candil Ese “arrésteme sargento” lo cantaba a grito pelado por el pasillo de mi casa mientras llevaba a mi madre la ropa que había recogido del tendedor para planchar.



Podía haber compartido cientos de tangos esta noche. ¿Cómo elegir? Al final han sido los recuerdos de la niña que fui, la de aquellos domingos en casa, en Barcelona, en los que por la mañana, mientras mi padre pintaba cuadros, se oían tangos y por la tarde el “Carrusel Deportivo”.